Era invierno, el viento soplaba y las hojas volaban por todas partes, no sabía si aquello era real pero hacía el intento por descubrirlo. No sentía nada, estaba oscuro.. escuché voces, era ella, la hacía muerta.
Traté de dormir, en vano, hacía frío, mis manos temblaban, la volví a oír, de nuevo ella.
No sabía si estaba siendo efecto del tiempo encerrada, de la soledad o del simple hecho de que la extrañaba, pero, volví a escucharla.
La última vez que la escuché con tanta intensidad fue cuando creía estar viva, cuando aún podía mirarme y decirme cuanto me amaba, antes de que de repente aquel monstruo gigante, invisible e incontrolable decidiera debilitarla, terminar con su espíritu.
Llueve y recuerdo esos días, los días de tortas fritas y charlas interminables a cualquier hora.
Las luces se apagaron tras un sonido fuerte y estremecedor, la tormenta no cesaba, el recuerdo menos.
A la luz de las velas, bebiendo lo que parecía ser un café, me llaman..
– Hola!?
– Tú tía Carmina..
La voz parecía ahogada, no respondió mi saludo y se escuchaban llantos, habían sido unos días muy dolorosos e incontenibles, le costaba respirar y pedía a gritos que llegara el fin, se aproximaba lo peor, me preparé para escuchar.
– Qu.. qué pasa?
– Ha muerto.
De nuevo las voces, colgué sin decir nada.
Habían pasado meses, estaba sola en mi tempestad..
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