Llegó para la primavera del 2014 y para convertirse en el equilibrio total a dos bandas, tanto del solitario Tatos como mío.
Fue una paz apacible, íntegra de ternura y plácida de amor, su ingreso en el 502, de bucarica, floridablanca.
Ya tenía nombre: Pelusa, y, sus tres colores: café (tigresa)
negro y blanco, fueron un contraste perfecto con los de Tatos: gris y blanco.
Su enamoramiento fue ipso facto. Existe igualmente, ese hermoso filing entre los peluditos. Tatos tuvo toda la paciencia del mundo, para dejar que “su futura esposa”, se recreara en el sofá cama, se estirara y se durmiera a plenitud. La siguió acostado desde el piso.
Cuando la pelusa bajó, el Tatos, amorosamente la olfateó. Su olor lo dejó impregnado “de puro amor”.

Ellos empezaron a vivir su pasión, a mañana, tarde y noche. Y el Tatos, la preñó de una.

Pasados tres meses nació el “pelusito”: la cabeza ancha del papi, pero la piel tres colores de la mami. Alegría inacabada.
Sin embargo, vino aquel primer guamazo funesto: el pelusito murió 10 días después.
Pena y tristeza a tres bandas.
Tatos, volvió a preñarla casi que inmediato. Bueno, la ilusión de la “heredad tatuna” volvió a cubrir el buen ambiente en el 502.
Pero, la adversidad de nuevo nos pegaría su hachazo. El pelusito dos nació muerto. Igualito que el primero en colores y en cabeza. La pelusa lo lamió, lo aseó, se comió su placenta y lo dejó listo, para que luego le fuera retirado. Funeral 2, en menos de seis meses.
Más la sabia vida, aquella que siempre nos sorprende por su perfección, nos tenía reservada una felicidad a cinco bandas.
Por una bella causalidad, llegaron Tango y Natacha, (hermanitos)
una tarde de noviembre a la caída del sol. Me los regalaron. Tenían dos meses. Tango, blanco, con cola y orejitas negras. Natacha, blanquinegra.

Tanto Tatos como Pelusa los recibieron tranquilos. Los pequeñines jugaban todo el día: entre las cortinas especialmente y sus maromas como monerías, me arrancaban risas y placer a montonazos.

Pelusa fue la más cercana a los pequeños felices michis, y, ellos, a su vez, empatizaron con la “mamá” tigresa.
Y llegó lo inesperado, lo fastuoso, lo maravilloso de la sabia vida: Pelusa los adoptó como a sus bebés y empezó a amamantarlos.

La vida la había privado de sus dos retoños, pero se los vino a devolver creciditos con dos meses.
Los metía bajo las camas y arriba de las mismas y allí los amamantaba a plenitud. Pudo gozarse todo el placer de su maternidad, mientras Tatos, los cuidaba a los tres. Incluso cuando llegó el Nano, en septiembre del año siguiente, éste igual alcanzó a mamarle a la entrañable Pelu.

La inigualable mano gatuna, (cinco gatos en tres años) nos acompañó hasta comfandi, cali, a la casa 57, en el inicio del 2016.
La felicidad de gozarse “el parquecito del frente”, fue especial para los michis, que salían y entraban a toda hora a y de la casa.

En marzo del 2017, sobre las tres de la tarde del domingo 26, Tatos, no volvió a aparecer. De nuevo el sablazo funesto nos flageló.

Pelusa lo sentía y cuando salía al parque, parecía como si percibiera la huella que había dejado “su amor”, pero nunca pudimos hallarlo.
Cuando amamos a los peluditos, “ese dolor interno y ese duelo penetrante”, no se puede expresar en palabras. El alma “nos los grita con todo su furor y sube hasta nuestros ojos para desde allí trasmitirlos a través de las miradas y de los suspiros”.
El 2019, nos trajo a la casa I-18, en campos de la italia, de palmira.
Los cuatro michis, (las dos hembritas y los dos machitos)
la engalanaron, porque el espacio fue acondicionado, para que ellos, (sin salir ahora de la casa) se sintieran en su ambiente a plenitud.
Nega, se disfrutó elaborarles como decorarles “sus palacios con cajas de cartón”, que se gozan sin fin.

Sin embargo, una pena más, una prueba nueva, un luto mayor, tenía afiladas sus aspas como sus garras maléficas, para volver a cercenarnos.
La pelusa, mi entrañable pelusita, resultó diagnosticada con leucemia y sida, y, se consumió en un mes.
La tarde del 30 de julio, del 2020, falleció.
Mi entrañable Peludita, ha esculpido entre mis riñones una historia inigualable como insuperable: El amor heroico de una esposa y de una madre únicos, que aún percibo y huelo todos los días entre mis camas, mis almohadas y mis cobijas.

OPINIONES Y COMENTARIOS