El ultimo yeta de esta ruleta rusa,
los colores de la destrucción.
Rojo, verde, negro, perfume del veneno.
Luces, cruces, carteles, vidrio roto en las calles de la ruina.
Siempre el camino al lado de la ruta invitándome a perderme, a encontrarme, a seguir preguntando por todo, a conversarnos, a vivir en la banquina.
Cual es el sentido de esto, si cada arista, ángulo, cada decisión en todo lo vivido, no hace más que demostrar que la realidad puede tener otra, otra y otra, miles de impresiones, relativizarse sin llegar a ningún lugar porque probablemente no exista alguno, aunque eso parece atormentar a las masas occidentales. Tal vez hay que aceptar lo insaciable de la existencia.
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