La vida era hostil según ella. Le faltaba harmonía, paz, motivación y sueños por vivir. Tenía muchos sueños. No tenía el caudal que la llevara a conseguirlos. Hacía años que Beatriz fingía disfrutar todo lo que desempeñaba. Al final el hastió y el vacío inundaban su presencia, su mente, su sentir y su ser. Los momentos sociales eran como aperitivos insípidos. Pasaba tiempos a solas, en la cama. Pensaba que podría darle razón a su vida. Penaba en que ocupar su tiempo. Buscaba como hacer que su sueño fuera real. Soñaba en algo que la hiciera latir. Tenía demasiado preguntas. Necesitaba respuesta con que asumir sus miedos.

Un día vio sus ojos negros, su cabellera casi azul, motivadora en cualquiera de sus formas, su sonrisa destellante, como nieve soleada, enternecedora, en una estatura que hacia el cuerpo encorvarse para no mostrar su alcance al cielo.

Sus ojos matizaban todo lo que lo que miraba. Su mirada versátil lo convertía en una añoranza de varias circunstancias. Ella buscaba la respuesta. La verdad se escondía detrás de cada persona que expresaban sus ojos. Era la única verdad. Una ilusión sincera que se escondía cada vez que lo veía.

Se perdía en cada mueca de su sombreada lengua. Parecía un enigma entenderlo. Bastaba la razón del cuerpo para conocer la sencillez de su esplendor. Definitivamente, era su actor preferido. Su actuación esmerada, sus profundas y largas reflexiones con sus expresiones encubiertas, lo hacían un experto en el enigma de un tintero.

Su revista le dio el alcance para rehacer su vida y escribir. Un sueño perdido por la distancia. La distancia del idioma que solo la transportación vencía. Viajo muchísimo hasta llegar al lugar de las miradas que esperaba. Pasaron noches y lunas, soles, y mediodías. Todo se le vino encima. Mientras escribía sobre los alrededores, nunca vio el destello, de su cercano lucero. Él se sentaba muy cerca de ella. La observaba. Era un bohemio solitario. Viajaba por horas sin llegar a su destino. En el camino paraba por horas a escrudiñar su lectura y vacilar su alrededor. Por meses se encontró con aquel espejo de iguales, colores, sonrisa y mirada, Su timidez y su fama lo mantuvo alejado.

Ella decidió marcharse. Descifro su verdad a través de los secretos escondidos que la llevaron a verlo junto a ella. La decisión ya estaba tomada. Era la hora de marcharse. El quedo consternado ante la indiferente y familiar mirado. Le pareció que no era el fin. Hubo una comunión de destinos.

Meses después aquello que parecía un sueño, se volvió un muro que se desmorono con el tiempo. Fue el cimiento de un comienzo inesperado.

Aquellas miradas y risas turbadoras la llevaron a comenzar su historia llena de encuentros. Era lo más bello de su vida.

Después de meses, la inspiración estaba allí frente a ella. Su amor más preciado. Al fin su libro. El lenguaje distante de aquella curvatura corporal tan simple ya no era distante. Estaba sentada rodeada de cámaras. Regalaba autógrafos a lo que ella le había dado vida. Quien fue la causa de esa vida estaba ahí frente a ella buscando tener su huella en un simple papel. Su dedicatoria no era entendible para él.

Semanas después la curiosidad la hizo leer una nota en su agenda. Estaba escrita en aquella lengua hermosa. Un diccionario le permitió entender: “Senin caziben tarafından baştan çıkarılmak istiyorum” (quiero dejarme seducir por tus encantos). La firma era de él. Su actor preferido hoy la buscaba a ella. Ella se había enamorado solo de la versatilidad de sus personalidades. El solo era un lector escondido en su espalda.

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