Capítulo Doce (Del otro lado)

Capítulo Doce (Del otro lado)

Milos Caliope

19/01/2018

CAPÍTULO DOCE

SONRISA

Nuestra llegada al puerto de Ciudad Central es justo como nuestra partida, silenciosa y discreta. Los encargados de recibirnos son unos usuarios de confianza que han sido notificados por el mismísimo Ian para recibir dos naves de asalto mientras se realizaba la ceremonia de presentación de los sucesores de los primeros doce. El hombre que monitorea nuestro aterrizaje parece sorprenderse cuando solo ve aterrizar a una sola nave, pero no hace preguntas y nos apoya en lo que puede al igual que sus compañeros. Colocamos al pequeño del cabello blanco en una camilla y dos de las personas que nos han recibido lo llevan por un túnel subterráneo al hospital seguidos de Camila y el chico del cabello rubio. En el camino de regreso, ella reviso sus signos vitales y le dio los primeros auxilios al pequeño con el equipo de la nave. Ahora que estará en manos de doctores reales, seguro que estará bien.

– ¡Aru! – escucho la voz de Milicos llamarme – necesito tu ayuda por acá.

Regreso a la nave, de donde él está saliendo cargando en hombros al viejo Nerakk y le brindo uno de mis hombros al viejo para que se apoye. Lo hace y juntos nos dirigimos a la silla de ruedas que ya tiene preparada nuestro anfitrión.

– Eres muy eficiente en lo que haces – le digo.

– Es lo único que me queda por hacer – me dice mientras levanta su rostro para verme a la cara.

Cuando lo veo me sorprendo un poco y retiro la mirada por un momento. Me avergüenzo de lo que le dije hace poco.

– Disculpa, yo… no sabía.

– No se preocupe. Yo estoy eternamente agradecido porque el señor Ian me halla salvado cuando mi suerte decía que tenía que morir. Así que esto – me dice mientras señala su ojo androide – no es nada.

Me despido del buen hombre y empujo la silla en donde está sentado Nerakk para entrar al túnel por el que anteriormente pasaron mis compañeros. Milicos me alcanza poco después empujando en otra silla de ruedas a Rous Bells; ella también está consciente, pero aun no puede hablar.

– ¿Qué haremos con esos dos?

– Primero debemos concentrarnos en atender a los heridos. Además no creo que nos dé problemas de ahora en adelante.

– ¿Por qué lo dices?

– Porque ayudo a la Sucesora del Pasado a escapar.

No me lo creo del todo, pero trato de poner mi mejor cara cuando él me lo dice. Nerakk y Rous Bells son ingresados a cuidados intensivos y nosotros pasamos a enfermería para que revisen nuestras heridas.

– Ahora que lo recuerdo ¿Dónde está Tamara?

– La deje cargando la información de navegación de la nave, la necesitaremos para cuando demos el informe – me dice él sin apartar la vista del camino que conduce al capitolio – No te preocupes le he dicho que se haga ver cuanto antes y que nos alcance al medio día cuando nos reunamos con Ian.

– Ok, entiendo. Entonces a esa hora nos reuniremos con los demás.

– Posiblemente, si no hay ningún cambio. Por el momento procura descansar y recuperar tus energías.

Me despido de él y me dirijo a mi habitación. Ha sido una mañana muy larga y siento que mi cuerpo ya no da para más. Abro la puerta y una vez dentro me dejo caer en la cama cerrando los ojos casi de inmediato.

Cuando vuelvo abrir los ojos distingo borrosamente un rostro delgado. Ya cuando mi visión se aclara por completo contemplo el rostro de mi pequeña hermana que se acostado junto a mí. No hago ningún movimiento y espero pacientemente a que ella se despierte por sí sola. No demora mucho. Cuando apenas abre los ojos la asusto y ella rueda y cae de la cama.

– ¡¿Estas bien?!

– Aya ya ya yaiii – la escucho quejarse – ¡se supone que yo debía de asustarte!

Rio un poco y luego me asomo por el borde de la cama. Aclaro mi garganta y digo.

– Porque mejor ya paras con esto. Está más que demostrado que nunca lo lograras.

– Para la próxima de seguro que lo lograre.

– Sí, claro – le digo burlonamente – por cierto que haces en mi habitación, no se supone que deberías de estar con los demás en los interrogatorios.

– Ya terminamos por hoy, mañana será otro día.

– ¿A qué te refieres? – le digo mientras me voy dando cuenta de la hora que es – no me digas que…

– Son las ocho de la noche.

– ¡¿Y por qué no me has pasado la voz?! – grito mientras corro al cuarto de baño para lavarme la cara – ¡ya es muy tarde!

– Primero que nada, recuerda que vengo de los interrogatorios. Solo he cerrado los ojos por dos horas – me dice ella mientras se sienta en la cama – además el señor Ian ordeno descanso para todos nosotros. Sin embargo nos tenemos que reunir con él a las veintidós horas, eso es a las diez de la noche.

Salgo del cuarto de baño secándome la cara con una toalla de mano. Estoy a punto de preguntarle los motivos de esa decisión cuando noto algo que me llama la atención. Ella está usando una de mis camisas blancas como pijama y debajo no lleva nada.

Me volteo rápido y me pongo muy nervioso.

– Ra… rápido, ¡ponte algo!

– ¡Oooooh! Así que este es tu punto débil – dice mi ella con una voz maliciosa al percatarse que estoy nervioso por su casi desnudes.

– A… ale… ¡aléjate!

– Pero porque hermanito, si solo quiero darte un abrazo. ¿Acaso los hermanos no se dan abrazos afectuosos?

– S… sí, ¡pero solo cuando llevan ropa!

– Tengo puesta una camisa tuya, eso cuenta como ropa, ¿no?

– N… no… ¡¡¡No te me acerques!!! – grito con todas mis fuerzas sin pensar en nada más.

Oímos un grito desgarrador y salimos de nuestra habitación tan rápido como podemos. Ha sonado como si alguien estuviese siendo atacado, pero eso no es lo que más nos ha asustado. Lo que nos ha hecho dejar todo y salir como estábamos a brindar nuestra ayuda ha sido que el que ha gritado ha sido Aru.

Su habitación queda a dos puertas de la nuestra. Salimos lo más rápido que podemos, que no nos importa dejar la puerta de nuestra habitación abierta. Amor se me adelanta y salta contra la pared, su don de Intangibilidad permite que atraviese el sólido muro sin problemas. Yo por mi parte tengo que abrir la puerta para cerciorarme que la que está atacando a Aru no es ningún enemigo, sino su hermana pequeña, Maggie, que no lleva nada puesto más que su ropa interior y una camisa blanca que le queda grande.

– ¿Wright-chan que significa esto? – dice mi compañera que aún no entiende la situación.

– ¡Esto es venganza! – dice la pequeña, mientras aprieta su diminuto pecho contra la espalda de Aru.

– Pero no entiendo, si se supone que son hermanos. No deberían de llevarse bien.

– ¡Ore, Ai! Por favor díganle que se aleje de mí, no lo soporto más.

Me acerco a ellos y tomo a Maggie por el brazo.

– ¡Ey! No…

Pero interrumpo sus quejas llevándome el dedo índice a la boca.

– Shhh… – le digo casi susurrando – esto será divertido.

Ella asiente con la cabeza y me deja continuar.

Aru, ya todo está bien. E cubierto a Maggie con una manta. Nosotras hemos venido a salvarte – voy diciendo a la vez que me voy acercando al chico – mira hasta Amor está aquí con nosotros.

El chico se voltea ya más aliviado y se lleva la mayor de las sorpresas. Amor ha salido tan rápido a su ayuda que no ha notado que no lleva puesto nada más que su ropa interior.

– ¡Ai no llevas puesto nada! – grita el muchacho mientras se voltea y se tapa los ojos al mismo tiempo. Su cara debe de estar que arde.

– ¡¿qué?! ¡Aaaaaaaaaaaaaah!

La pequeña japonesita grita mientras cubre su pecho con su antebrazo y con la otra mano hace que las luces de la habitación se vuelvan oscuras.

Alguien más también acude a la habitación; y creo que se trata de Rode, ya que aparece de la nada para chocarse y caer sobre mí. Mi don de visión en la oscuridad se activa y distingo los rasgos de la rubia que está muy pesada

– ¡Auuuush! tropecé con algo.

– Más bien con alguien

– ¡Oh! Lo siento, como esta oscuro no me di cuenta.

– ¿Qué es lo que sucede aquí? – se oye la voz de Luz Irene en la entrada – escuche un grito y vine tan rápido como pude.

– Espera, deja que resuelva algunas cosas y Amor regresara la luz a la normalidad.

Me levanto como puedo y busco una manta para poder cubrirla con ella. Ella me espera en una esquina de la habitación abrazando sus rodillas. La cubro con la manta y le digo que todo va a estar bien. Ella asiente en silencio y lentamente abre su mano derecha y la luminosidad de la habitación vuelve a la normalidad.

– Y entonces… ¿qué fue lo que paso? – me dice la señorita mientras entra en compañía de Tamara.

– ¡Tamara! Tú también.

– Acabo de llegar, Luz Irene me hizo señas para que no diga nada y me quede afuera.

– ¡Ah! Bueno, yo no sé cómo va el asunto. Pero por lo que veo no es nada de peligro – dice Irene.

– ¿Eso que llevas puesto es una camisa de hombre? – le pregunta Tamara a Maggie.

– Sí, es una que me regalo mi hermano.

– Si no me equivoco esta es la habitación de Aru, ¿cierto? – comenta Luz Irene – no me digas que estaban durmiendo juntos. – Agrega con una mueca pícara.

– Sí.

– ¡Aaaaaaaaaaaaah! – se oye gritar a Aru, no pensé que estas cosas lo pusieran tan nervioso.

– ¡Bien! – grito levantando un puño al cielo – ¡hagamos de esta siesta incestuosa nuestra primera pijamada!

– ¡Si! – gritan junto a mi Maggie, Luz Irene y Rode.

Como pensé, Tamara aún tiene sus reservas, pero al menos ahora su sonrisa parase genuina. Por otro lado, mi compañera de cuarto se cubre por completo con la manta y solo deja ver sus ojos. Los cuales, claro, están mirando al dueño del cuarto.

– ¡Alguien dijo pijamada! – entra a la habitación Camila en compañía del chico rubio y… ¿un gatito?

La recién llegada es recibida por Rode, con quien choca las manos. Nos presenta al chico rubio como Alex y al gatito blanco como Jeimi. El gato, que se encuentra en el hombro del chico se deja caer al suelo y se estira tanto como puede.

– ¡Owww! ¡qué lindo! – dice Maggie mientras acaricia la cabeza del gato.

El animal empieza a crecer frente a nuestros ojos hasta alcanzar la forma de un muchachito de piel blanca y cabello plateado.

– ¡Jeimi! ¿qué estás haciendo?

Alex se mueve rápido y esconde al pequeño detrás de él, pero lo hace tan rápido que nos ha puesto en guardia a todas.

– Tranquilas chicas, ellos vienen conmigo – nos dice Camila haciendo gestos con las manos para calmarnos – solo que este de acá es muy sobreprotector.

– Cambiando un poco de tema Camila, no crees que ese escote está un poco pronunciado – le dice Aru.

– ¿Un poco? Yo diría que mucho – bromea Luz Irene.

A como están las cosas Aru tiene razón. A parte de Maggie que solo viste una camisa de hombre como pijama sobre su ropa interior y Amor que solo tiene su ropa interior y se mantiene cubierta con la manta. Camila ha llegado vistiendo una blusa blanca manga cero y una mini falda crema. Tamara luce unos jean que llegan hasta sus pantorrillas, una camiseta de rayas blancas y celestes, zapatillas de deporte y un abrigo rojo. Rode también lleva mini falda, pero la de ella es ploma con rayas rojas que forman cuadros, una camisa de manga tres cuartos, una corbata de lazo roja que usa como accesorio y un chaleco negro. Gracias al cielo Luz Irene al igual que yo lleva puesta su pijama, algo pasada de moda, pero propia de una dama. Yo en cambio, y a diferencia de todas, llevo el pijama que nos dieron en Ciudad Oeste. Short y camiseta cuello “v” color blanco con el escudo de la ciudad en ellas.

– Disculpen por el atrevimiento de mi hermano – nos dice Alex, que mantiene su cabeza agachada.

– No te preocupes – le dice Rode – yo ni siquiera pensé que fuera humano, así que también tenemos que disculparnos.

El último en llegar es Raymundo que no para de cesar por lo agitado que está.

– Ya… ya… ¡ya estoy aquí! – dice el pobre mientras intenta recuperar el aliento.

Raymundo – llama Luz Irene con voz de autoridad – llegas tarde, si hubiese habido una emergencia de verdad ya no quedaría a nadie por defender.

– Lo siento, es que… estaba muy lejos.

– Eso no es excusa – dice la señorita mientras cruza los brazos y hace una mueca con la boca.

Todos reímos con la escena. Incluso Tamara está riendo con nosotros. Incluso… ¿él…?

– ¡Oh! – exclama Maggie – tienes una bonita sonrisa.

Ella también se ha percatado de lo mismo. El chico que ha venido acompañando a Camila está sonriendo, y ahora es el centro de atención. Pero, como era de esperarse deja de sonreír cuando todos le miramos y vuelve a bajar la mirada.

La pijamada nunca se dio. Uno de los jefes de confianza de Ian llego a vernos y nos repartió en un santiamén. Al día siguiente, mientras que los que nos quedamos en la ciudad para el censo volvemos a nuestras labores, los que participaron de la misión de rescate son ingresados al hospital para una revisión médica completa. Y una vez avanzado el día, cuando empieza a rayar el alba, participamos de una ceremonia solemne para conmemorar la muerte de Nodab. Solo Camila y Nerakk lo lloran.

Como nos explicó Camila, el chico era un «apartado»; así es como les dicen a los usuarios que no tienen donde ir y son refugiados por el gobierno. Hay casos particulares en donde los familiares del cuerpo en donde la persona ha despertado se hacen cargo de la adaptación de este, como en el caso de Aru y Maggie. Sin embargo, son muy pocos, puesto que un gran porcentaje de las familias afectadas por el «despertar» deciden abandonar al familiar en cuestión. Si me lo preguntan, es la reacción humana más lógica que se me puede ocurrir para esta situación. Después de todo, nada es perfecto.

Al término de la ceremonia, y alegando que solo es por seguridad, uno de los políticos ha conseguido recluir en la cárcel a Alex y Jeimi. Pero este último se reuniría con él cuando su tratamiento haya concluido.

Han pasado unos días ya desde entonces. Como lo prometió, Ian nos presentó al público como los sucesores de los doce primeros en una ceremonia que carecía de entusiasmo. Desde entonces la gente nos reverencia como lo hacen con él y recibimos un trato especial en todo; cosa que al principio fue muy divertido porque recibimos muchas cosas, sobre todo ropa para las chicas, pero al cabo de una de las dos semanas que han pasado se vuelve hostigaste y aburrido.

No nos han vuelto a llamar para tocar temas de seguridad, mucho menos de lo que sucedió en la misión de rescate. Al parecer basto con los reportes de Stefan y los registros de navegación de la nave.

– Que les parece que si para la cena cenamos juntos – propone Tamara que se ha percatado de la incomodidad del chico.

– ¡Estupendo! – señala Camila – así podemos comer mientras nos conocemos más.

A pesar de haber pasado tanto tiempo juntos estas últimas dos semanas, solo hemos conversado de temas triviales, nunca nada personal.

– A mí también me gusta la idea – apoya Luz Irene – además casi todos ya están vestidos para la ocasión. Que les parece si dentro de quince minutos nos reunimos en la cafetería del capitolio, cenamos juntos y luego conversamos un poco.

Todos están de acuerdo con la idea, salimos de la habitación de Aru, que se ha convertido en nuestro centro de reuniones, y nos disponemos a prepararnos. Camila sale en busca de Alex, quien se encuentra en su habitación; después de haber colaborado con los interrogatorios y haberse dejado examinar por los médicos y peritos, le han permitido permanecer junto con su compañero como “invitados políticos” bajo el cuidado de ella, a petición propia. Esperemos que ambos puedan acompañarla esta noche.

Quince minutos después me encuentro bajando las escaleras junto con Amor para llegar a la cafetería exclusiva del Capitolio, la cual nosotros también podemos usar.

Cuando llegamos Raymundo ha juntado tres mesas y nos espera en compañía de Tamara, Rode, Camila, Alex y Jeimi. Luz Irene llega a los dos minutos de habernos sentado a la mesa. Y Aru se presenta con Maggie justo después de cinco minutos del tiempo acordado.

– ¡Mil disculpas! Tuve que pasar por Maggie y ella aún no sabía que ponerse.

– ¡Oh! No me digas que le ayudaste a cambiarse – bromea Rode.

– ¡Nada de eso! Le pedí ayuda a la doctora Kumiko – se excusa él.

– Entonces. ¿Qué es lo que vamos a cenar? – pregunta Luz Irene.

– Yo ya me encargue de pedir – se adelanta a decir Camila – como se demoraban mucho decidimos por un menú simple entre todos los presentes. ¿No hay problema, verdad?

– Bueno, supongo que no.

Los recién llegados toman asiento y entre todos nos miramos las caras.

– Creo que demoraran en traernos la cena – menciono mientras todos me miran atentos – que les parece si nos conocemos un poco en lo que demoran.

– ¿Qué es lo que propones? – me pregunta Amor.

– Bueno, simple. Que hablemos de cómo fue nuestra vida en la otra dimensión antes de venir aquí. Claro, si nadie se opone.

Al parecer he sido demasiado directa con mis palabras porque se ha generado un silencio incómodo. Sé muy bien que todos antes de que nuestra consciencia sea trasladada a este mundo sufrimos en nuestra pasada vida. No es mi intención hacerles recordar ese dolor, pero me gustaría saber qué cosas tengo en común con las personas con las que estoy formando equipo.

– Si… – intento idear una excusa para que olviden mi propuesta, pero Aru me interrumpe.

– Creo que es una buena idea, yo sé mucho de Maggie porque ella misma me ha contado parte de su pasado. Y aunque no fuimos hermanos en la otra dimensión decidimos serlo en esta y llevar nuestras vidas de una manera diferente a la que llevábamos en antes.

– Yo también creo que es una buena idea – apoya Camila – no es justo que solo yo sepa el pasado de las personas con solo tocarlas. Así que creo que esta es una buena oportunidad para conocerlos mejor y que ustedes me conozcan.

El semblante de los demás ha cambiado y la atmosfera que se respira ahora es menos tensa que antes.

– Bien pelirroja, entonces como es tu idea comienza tu – me anima Aru quien se ha sentado al otro extremo de la mesa.

– Ok – le digo y miro a todos los demás – antes de comenzar me gustaría poner la única regla a esto.

– ¿Cuál es? – pregunta Rode a mi derecha.

– Sea lo que sea que la otra persona cuente el resto no deberá de interrumpir hasta que haya terminado. ¿De acuerdo?

Todos aceptan la única condición que he puesto asintiendo con la cabeza en silencio y me dispongo a recordar junto con ellos el pasado que una vez decidí enterrar en lo profundo de mis memorias.

– Mi nombre es Ore Evans, soy natural de Australia y actualmente tengo dieciséis años y medio. Llevo año y cinco meses en este maravilloso mundo.

Me detengo por un momento para tomar algo de aire porque siento que todo se me ha escapado y me percato que tengo la atención de todos. También tomo un poco de agua del vaso que antes he pedido y luego prosigo.

– En la otra dimensión vivía junto a mi madre, mi padre y mi hermana pequeña en una pequeña casa ubicada al oeste de Mackay, la ciudad donde nací. A pesar de que mi papá trabajaba en uno de los hoteles de lujo del lugar vivíamos en la pobreza porque se gastaba todo su dinero bebiendo los fines de semana. Y cuando llegaba a casa nos hacía pasar un infierno con sus gritos y golpes. Éramos el típico caso de violencia familiar que se daba en esa zona de la ciudad. Un día mamá ya no aguanto más y decidió acabar con su vida colgándose por el cuello de una soga. Lo único que nos dejo fue un sobre con sus últimas palabras y algo de dinero para escapar o hacer lo que queramos, claro que eso no estaba en duda. Sin ella presente, el odio y la ira de mi padre recaería sobre nosotras. Ese día tome a mi hermana y salimos mientras que aún había claridad. Con el dinero que nos dejó mi madre avisamos a la policía de lo que había pasado y escapamos al otro extremo de la ciudad. El dinero solo nos duró cuatro días, pero fue más que suficiente para llegar a casa de uno de mis tíos. Lamentablemente la maldad es hereditaria y pasamos con nuestro tío lo mismo que pasamos con nuestro padre. Mi hermana murió en uno de los ataques de ira del hombre. Lo último que recuerdo es que fui envuelta en una sábana junto con el cuerpo de mi hermana y abandonadas a un costado de la carretera. Quise enterrar su cuerpo, pero mis fuerzas no me daban para hacerlo. Así que nos recostamos como pudimos en unas rocas y me quede dormida a su lado. Cuando volví a abrir los ojos ya me encontraba en este lugar y había enfermeras atentas que me cuidaban todo el día. Me tomo un tiempo asimilar las explicaciones y algo más superar la partida de mi hermana, pero luego conocí a Amor y hemos estado juntas desde entonces. No me puedo quejar por la vida que me toco llevar, pero eso ya no importa porque ahora este es mi hogar y ella mi nueva hermana y planeo hacerme más fuerte para protegerlos a ambos, aunque a veces me terminen rescatando a mí.

Termino de contar mi historia con una sonrisa en los labios, pero inevitablemente una lágrima se escapa de mis ojos. Amor toma mi mano y me sonríe. Ya no soy la misma chica indefensa que era en el pasado, y en parte ella ha contribuido en eso.

– Entonces ¿Quién es el siguiente? – pregunta Aru tratando de romper el incómodo silencio que se formó después de haber visto mis lágrimas.

– Yo quiero continuar – dice Amor que aún no ha soltado mi mano – también quiero que me conozcan un poco más.

Limpio mis lágrimas y acomodo un mechón de mi cabello rojizo. Aunque ya escuchado antes su historia me gustaría prestarle mi atención nuevamente porque esta es una ocasión muy especial. No solo porque estamos todos juntos, sino también porque es muy difícil que ella quiera contar su historia a alguien más.

– Mi nombre es Sato Ai, pero pueden llamarme Amor como ella lo hace. Tengo quince años de edad y provengo de Japón. Llevo viviendo en este mundo año y medio.

En el tiempo que Amor tiene la palabra no aparto la mirada de ella. Así como me contó a mí, les cuenta a los demás, que tampoco dejan de verla, el resumen de su pasado. Nos cuenta cómo es que su padre nunca la amo por el simple hecho de haber nacido mujer y como fue creciendo con el desprecio y resentimiento hacia él por tratarla mal a ella y a su madre. Nos cuenta de sus entrenamientos con la espada y de cómo es que aprendió lo que sabe de las mucamas de la mansión. Prácticamente paso su vida en cautiverio hasta que pudo ir a la escuela secundaria, en la cual abusaban de ella porque parecía una “niña rica”.

– El mundo del que provengo me enseño a desconectarme de mis emociones y sentimientos – continua ella – tenía la idea de que mi existencia no tenía razón de ser, es por ello que no sé cómo expresar estos nuevos sentimientos que estoy viviendo con ustedes ahora. Así que, espero que me entiendan y nos podamos llevar bien.

Los demás se emocionan por el tierno final de mi amiga y aplauden cuando ella termina de hablar. Yo también me les sumo y ahora es Amor la que sonríe y llora a la vez que se levanta de su asiento para hacernos una reverencia en señal de agradecimiento.

Dos personas, un hombre y una mujer, del personal de servicio se acercan a nosotros con fuentes en ambas manos y las colocan en la mesa cuidadosamente. Camila es la encargada de repartir los platos que van llegando y Luz Irene usa telekinesis para ayudarla.

Por un momento todos parecemos entendernos, incluso el problemático de Raymundo está comportándose esta noche.

Cuando todos tenemos qué comer damos gracias por la comida y continuamos con los relatos del pasado. La que continúa es Tamara que ha dejado de comer para poder contarnos su pasado.

– Me llamo Tamara Miller y soy de Kansas, Estados Unidos. Mi vida no está llena de tanto suspenso como las demás historias. Soy una chica común y corriente que solo era buena en gimnasia. Hace poco más de un año escape de casa harta de las peleas continuas que papá y mamá tenían. No tengo hermanos así que cuando uno de ellos estaba molesto yo era con quien se desfogaban. Llegue hasta Nueva York pidiendo aventones y con mucha suerte de no encontrarme con uno de esos degenerados que salen en las películas. Me mantuve vagando por un mes hasta que me uní a un circo como acróbata. Y luego de eso, una noche simplemente abrí los ojos y ya estaba aquí, en este lugar.

– ¿Cómo te está yendo hasta el momento? – pregunta Raymundo.

– Apenas desperté hace tres meses. Los cuales me sirvieron para asimilar las “explicaciones”, pasar por la “rehabilitación” y empezar el entrenamiento para controlar mis poderes con la supervisión de Stefan.

– ¡¿Stefan es tu supervisor?! – pregunta muy asombrada Rode.

– Bueno, eso explica muchas cosas – señala Camila.

– ¿Tan impresionante es el señor Stefan? – pregunta Maggie.

– Si consideras que fue elegido por el mismo Ian para ser su guardia personal – le responde Camila.

– Pero eso no debe ser todo – interviene Raymundo – escuche rumores que él tiene una habilidad especial.

– Pero esos son solo rumores Ray – vuelve a intervenir la chica – No puedes ir creyendo en lo que la gente diga siempre.

– Bueno, como sea. Yo solo les estaba diciendo – finaliza el grandote.

El que continúa es Aru, quien nos cuenta su muy rutinaria vida a la que él no le hallaba sentido. Prácticamente se aisló de la sociedad porque tenía pasatiempos que un chico “normal” no acostumbra tener. La soledad y la indiferencia de todos lo empujaron a autolesionarse en seis diferentes ocasiones aunque sin mucho éxito, ya que siempre llegaba alguien que detenía el sangrado de sus muñecas, lo llevaba al hospital para que le hagan un lavado de estómago, o evitaran que salte de un precipicio. Él sentía que tenía que irse de ese mundo aun antes de que ello pasara, así que recurría a las autolesiones y los intentos de suicidio para lograrlo, hasta que un día llego por sí solo. Desde entonces se ha vuelto el hermano mayor de Maggie, el Sucesor de lo Mayor y compañero responsable de todos. Y todo eso en sólo estos seis meses que lleva “despierto”.

Maggie, quien está sentada a su lado también lleva seis meses “despierta”. Recuerdo lo que nuestra supervisora nos dijo de ellos, que eran un caso “especial”. Aun no termino de entender ello.

Las preguntas que se hacen después de que Raymundo termine de hablar son simples. El tonto ha olvidado decir su nombre completo, entre otras cosas que solo pregunta Luz Irene.

– En mi caso, mi vida pasada es todo lo contrario de lo que estoy viviendo ahora – dice ella misma después de terminar de hablar con Raymundo – tendría que empezar diciendo que mi nombre es Luz Irene Olsson y provengo de Suecia. Cuando tenía cinco años mi padre cayó en bancarrota y fuimos desalojados de nuestra casa. Desde entonces empezamos a vivir en la calle. Poco tiempo después mi padre muere, no recuerdo de que, lo único que recuerdo es que me quede sola junto a mi madre y mi hermana mayor. Cuando cumplí los trece años mamá murió de una fuerte pulmonía y mi hermana empezó a hacerse cargo de mí, como pudo nos sacó de la calle y alquilo una habitación en un barrio de porquería. Ella trabajaba de prostituta, así que es obvio de lo que murió – al mencionar esto, una lagrima rueda por sus mejías y hace un breve silencio – yo volví a las calles en donde me mantuve hasta que cumplí los quince años, luego de eso desperté en este lugar en el cuerpo de la hija de un gobernante. El señor Ian no tuvo problema en que ese amable hombre me criara como su hija por los trece meses que llevo en esta dimensión. Al principio fue extraño, pero pronto empecé a sentir el amor fraterno que Vladimir me daba desinteresadamente. Ambos perdimos a gente importante en nuestra vida y ahora solo nos teníamos el uno al otro, así que decidimos hacernos familia.

Todos guardamos silencio después del breve relato de Luz Irene, y mientras ella se seca sus lágrimas Raymundo se pone de pie y se coloca a su lado.

– Eres admirable – le dice – te mantuviste sola por casi dos años en un lugar así.

– La verdad no es para exagerar – dice ella con su rostro algo sonrojado – pero, gracias.

No puedo decir que sonreímos, pero veo en el rostro de los demás cierta satisfacción que yo también estoy sintiendo. Nunca había visto a Ray actuar tan caballerosamente. Me alegro por él y por ella.

Al cabo de un rato todos reiteramos nuestra cena, ahora todos parecemos más familiarizados con los demás, si bien es cierto tenemos ideas y metas diferentes, el escuchar los sufrimientos de los demás ha hecho que empaticemos entre nosotros, y aunque no todos han compartido su historia, hablo por todos al decir que ya no somos dos o tres grupos de dos o tres personas; ahora todos estamos poniendo de nuestra parte para unirnos con los demás.

– Cuando vine con ustedes a este lugar – habla de pronto Alex – no pensé que sería tratado de esta manera.

– Tranquilo – le dice Aru mientras le pone una mano en su hombro – ustedes son de los nuestros. Y aunque no lo fueran, de todas maneras hubieran recibido la ayuda necesaria.

– Originalmente nuestra misión era rescatar a Camila – continua Tamara apoyando los codos en la mesa – si solo hubiésemos hecho eso la misión habría sido un éxito. Pero en vista que rescatamos a dos personas más, independientemente de que sean o no sucesores. Pienso que nuestra misión fue más que un éxito rotundo.

– A pesar de que perdieron a uno de los suyos.

– Claro que sí Alex – le contesta Camila algo sentida por el tema – a pesar de que perdimos a uno de los nuestros, valió la pena. Además, ese tonto no murió rescatándolos a ustedes, sino protegiéndome a mí.

– Entonces, ¡un brindis por el tonto! – propone Raymundo levantando su copa.

Todos lo seguimos y brindamos en silencio por el compañero caído de Camila.

Luego de haber cenado, Camila nos ha propuesto subir a la azotea del capitolio. Nos argumentó que la última vez que estuvo ahí, que fue cuando estaba escapando con Alex, tubo la mejor de las vistas de la ciudad, así que quiere compartir esa vista con nosotros.

Después de haber dado las gracias al personal y salir de la cafetería, algunos de nosotros se comunican con sus respectivos supervisores para avisar donde estarán mientras que Camila nos guía. Por un momento esto me hace recordar a cuando teníamos que pedir permiso a nuestros padres para salir con los amigos. Cuando llegamos nos encontramos con una vista magnifica de las estrellas brillando en todo su esplendor.

– ¡Wau! Nunca las había visto tan de cerca – escucho decir a Jeimi.

Maggie se pasea junto al pequeño muchacho por el perímetro de la azotea. Me imagino que está feliz de encontrar a alguien más tan joven como ella dentro de nuestro grupo, ahora ya no es la única pequeña y me gusta verla tan interesada en enseñarle a Jeimi todo lo que sabe sobre las estrellas. Ellos dos se ven bien juntos, pero no son los únicos que se han emparejado. A unos dos o tres metros a mi derecha Camila toma del brazo a Alex y se acerca a él para susurrarle algo en el oído a lo que él responde asintiendo la cabeza.

Me empiezo a sentir como bicho raro después de percatarme que casi todos han formado pareja y disfrutan del espectáculo de las estrellas a su manera. Raymundo se ha juntado con Luz Irene, una pareja que nunca se me hubiese ocurrido; por otro lado Ore, que al parecer se ha despegado de Ai, conversa amenamente con Tamara y Rode por delante de mí, y…. Ai. Bueno, ella permanece callada a mi lado.

– En serio que no la entiendo.

– ¿A quién? – responde ella tras sobresaltarse un poco. Se ve linda cuando hace eso.

– Perdón por haberte sorprendido – trato de disculparme – me refería a Ore, pensé que tenía un complejo contigo.

– Ella es así – me responde y después de una breve sonrisa me dice – ahora me supongo que tendrá otra cosa en mente.

Continuamos hablando un poco más antes de ser interrumpidos por la pelirroja.

– ¡Amor, lo voy hacer!

– ¿Amor? – me sonrojo un poco al escuchar eso – No pensé que existiera ese tipo de relación entre ustedes.

– ¡Deja de bromear Aru!, bien sabes que ahora ese es su nombre – me responde la pelirroja – como sea tu solo observa.

Luego del breve intercambio de palabras, Ore lanza una bola de fuego del tamaño de un balón de futbol. A mí costado Ai mueve sus manos y sus dedos y la bola de fuego cambia de color a un azul brillante.

– Eso fue asombroso – le dice Maggie – ¿cómo lo hiciste?

– El poder de Amor controla el espectro de la luz, así es como ella cambia los colores.

– Sorprendente, no pensé que también se podrían usar para esto.

Tamara se acerca a Ore y estoy seguro de que la va a regañar pero en cambio le sonríe y le dice amablemente.

– ¿Te importaría volverlo hacer?, pero esta vez hazlo conmigo. De acuerdo.

Ore asiente aceptando la petición de Tamara. Todos hemos quedado a la expectativa de lo que van hacer.

Ai-san ¿esta lista? – le pregunta la esbelta muchacha.

Ai se sorprende un poco al escuchar de repente su nombre, con honorifico y todo, pero también acepta la petición. Ore vuelve a preparar una bola de fuego, pero en esta ocasión es la mitad de pequeña en comparación con la que lanzó anteriormente. Esto, claro, a petición de Tamara.

Cuando se encuentra lista para lanzarla al cielo, Tamara toma su mano en donde tiene la bola de fuego y juntas lo lanzan tan alto como pueden. En comparación con la anterior, esta esfera no se desvanece rápidamente, sino que se mantiene un poco más permitiéndose llegar más alto que su predecesora. Ai a mi lado hace lo suyo y en esta ocasión le da un tono rojizo. Para nuestra sorpresa la bola de fuego estalla dándonos un espectáculo de fuegos artificiales. Todos estamos sorprendidos y entusiasmados por lo bien que les ha quedado. Las chicas lo vuelven hacer una vez más y ahora sí que tenemos un verdadero espectáculo.

– ¡Ey! Chicos, vengan a ver esto – nos pide Raymundo.

– ¿Qué sucede? – pregunta Maggie.

Al acercarnos más al borde vemos como una gran multitud se ha juntado a las afueras del capitolio. Todos ellos nos aplauden cuando nos alcanzan a ver. Grandes y pequeños, usuarios y ciudadanos. Todos ellos han visto los fuegos artificiales y han sabido que fuimos nosotros.

– Todos ellos…

– Sí – me responde Ai – todos ellos han venido a vernos.

Sin que ninguno se haya dado cuenta Stefan se acercado a nosotros y nos sorprende pidiéndonos que saludemos al público. Después de hacerlo nos dirige al salón de conferencias a una reunión con el gobernante. Se acabaron los fuegos artificiales para nosotros.

Han pasado cerca de nueve meses desde aquella noche en el Capitolio. En la reunión que Ian tuvo con nosotros nos explicó que había mandado un grupo de reconocimiento a investigar las ruinas en las que Camila estuvo retenida, pero no encontraron nada, ni siquiera el más mínimo rastro de haber ocupado las instalaciones. Por lo que, hasta dar con su paradero, nuestra seguridad era muy importante para él. Y no bromeaba al decir eso.

Fuimos reasignados en parejas a una diferente ciudad sin que ninguno de nosotros supiera donde está el otro. No he vuelto a ver a mis amigos desde entonces.

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