Tal vez, sin buscar intuimos al error más común en desechar pormenores como su nuevo amanecer rescatamos esperanzas insatisfechas, promoviendo el adiós…La puerta del alma amansa nuestra soledad. ¡Soy el maldito silencio, escondido entre los escombros de nuestra virtud! ¡Pecadores! Seguidor de la brusca desilusión entre el amor y el odio. ¡Hombre! Consentimos agravios como ofrenda y maldecimos divinidades en medio de un cielo pecaminoso, haciendo de nuestro mundo un infierno mientras el desierto conjuga un sentimiento inmaculado. Dioses impuros, ¡injustos! Amantes de constantes destellos.

¡Tiempo! ¡Tiempo! ¡Tiempo! Vocifera un recuerdo efímero plasmado en avenidas flageladas del tormento, personas encasilladas con el mundo de una sociedad aparente, máscaras autoritarias componen sonetos desvanecidos, anonadados con hipocresía mutua.

¡Soy un dios! Imperfecto, mediante defectos, errores y pecados pero…¡soy un dios! La egolatría permanente fluye en las cuatro paredes de mi alma.

¡Dios! ¿Quién es dios? Una idea fluida del pecado y la creación pesimista de entes opuestos a imaginación inconsistente.

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