Universos Paralelos

Universos Paralelos

Daria Denegri

17/01/2018

Por mucho tiempo intenté decirle la verdad, estaba convencida de que era necesario que la sepa. No me gustaba ver cómo cada día seguía viviendo una mentira, cómo no podía seguir su camino y enfrentar su realidad, pero no era tan sencillo… cada vez que lo intentaba, ella llegaba con un brillo nuevo en los ojos, y yo sólo me quedaba a escucharla.

Me hablaba tan emocionada de la vida que tenía, de lo enamorada que estaba, de los versos que dedicaba, de las canciones que la hacían llorar y que escuchaba una y otra vez en cada madrugada de insomnio, de los personajes de los libros que leía y que quería que se hicieran de carne y hueso, de sus sueños, de lo bizarros que éstos eran, del universo, y de todos los misterios que despertaban su fehaciente pasión.

Llegaba ella y me hablaba de la luna, y de cuánto le gustaba mirarla cuando estaba llena, de las estrellas, de la música, de la poesía que, según ella, se escondía traviesa en todos los rincones de la ciudad. ¿Cómo decirle a un alma tan libre y apasionada que debe despertar? ¿Cómo decirle que esa no es su vida? ¿Cómo decirle que debe despedirse de todo lo que conoce en este mundo? ¿Cómo podría yo, lidiar con ser la causante de provocarle tanta tristeza?

Así que decidí llevarla al lugar donde pasó todo; tal vez así recuerde algo y se dé cuenta sola. No podía permitir que siga engañándose de esa manera, tenía que afrontar su realidad de una vez por todas, y era la única forma que se me había ocurrido sin herir tanto sus sentimientos, y para ser sincera, porque me daba miedo decirle la verdad yo misma de un porrazo.

-Hey, Cami, ¿vamos por unas cervezas al muelle?

-¿Al muelle? Dios mío, ¿hace cuánto que no vamos por allá? – Dijo asombrada con nostalgia en los ojos

-Lo sé, ya han pasado muchos años… ¡Qué mejor razón para volver! ¿No crees?

-Vale, pero ¿Podría ser mañana? He quedado con Fede hoy… íbamos a ver una película…

-Está bien… pero mañana eres toda mía, ¿Vale?

Fede vino a la casa esa tarde, y yo estaba en mi cuarto escuchándolos reír como si fuesen dos niños pequeños, estaban locos el uno por el otro, se les notaba en la mirada, en la voz, en las risas… se reían todo el tiempo, jugaban, corrían, cantaban, era una verdadera fiesta cuando ese par se juntaba… y cuando se abrazan, ambos se quedan unos segundos en completo silencio, como si saborearan la deliciosa sensación que es tenerse el uno al otro. Siempre amé que Camila haya encontrado un amor como el de Fede, aunque en realidad, fue Fede el que la encontró… Él también sabe la verdad, él es como yo.

No pude dormir en toda la noche, estaba muy nerviosa por lo que pasaría en el muelle y escuchar a mi pequeña hermana reír hasta la madrugada me lo hacía todo más difícil. Esperé a que amanezca y fui a despertarla. Entré a su cuarto y ella estaba echada en el pecho de Fede con su manta favorita tapándola casi por completo. Desperté a Fede primero y le dije:

-Ya es hora, tenemos que irnos – Fede entre sueño aún, asintió con la cabeza y le dio un tierno beso en la frente a Cami – Despierta preciosa, tu hermana está aquí.

Camila despertó, se metió a la ducha y cuando yo estaba por meterme a mi cuarto, Fede me detuvo:

-¿Realmente tiene que saber la verdad?

-Sí, ya es hora… tiene que saberla antes de que sea demasiado tarde… y sabes a lo que me refiero.

-Está bien, hazlo… pero por favor, sé dulce con ella, no sé cómo tome la noticia, pero abrázala fuerte, que sepa que no está sola, por favor.

Asentí y comencé a alistar las cosas para irnos. El muelle estaba a tres horas de nuestra casa y quería llevar algunas provisiones para el camino; comida, cervezas y unos CD’s viejos que nos regaló papá.

Luego de tres horas de viaje, finalmente llegamos al viejo muelle. Camila estaba emocionada, veía los botes del malecón y me decía: “¡Mira, cómo los botes en los que pescábamos con papá!” O “¡Mira, la misma señora en la esquina alquilando sombrillas!”.

Estaba feliz, llena de vida, con los ojos saltones sorprendiéndose con cada detalle, recordando las cosas que seguían casi intactas y las que habían cambiado por completo… y cuando llegamos a las viejas bancas en las que siempre nos sentábamos, que daban la cara a unas rocas gigantes donde las olas del mar golpeaban con fuerza y salpicaban gotas hasta el malecón, y en ese momento, casi de inmediato, ella comenzó a recordar.

-Tenía seis años ¿verdad?

-Sí Cami…

-¿Fue rápido? ¿Sufrí mucho?

-Sufriste, si, te llevaron al hospital y entraste en coma por una semana, hasta que dejaste de respirar. Los doctores decían que podías oírnos, que te habláramos. Te pedimos que regreses, que no te vayas nunca… Al final nos hiciste caso, pero no de la manera que habíamos esperado… o que había esperado mamá…

-¿Cómo que mamá? ¿Tú no querías que regrese? Espera…ahora lo entiendo… tú…

-Si, mucho antes que tú.

-¿Cuándo?

-Yo tan sólo tenía dos meses de haber nacido, al menos tú viviste una buena infancia, aunque Ricardo no te soportaba, pero en el fondo te quería mucho, mamá también.

Abrimos las cervezas y nos sentamos en la orilla, deleitándonos con el sonido del mar que tanto amábamos y respirando la deliciosa brisa del mar.

-No lo entiendo… ¿Ahora que sigue?

-Es para lo que te he traído aquí Cami, ahora tienes que decidir a dónde ir.

(Continuará)

Daria Denegri

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