– me llamo lola, me dijo, y tengo 20, mintió, ¿y ves esas estrellas ahí?… me hizo mirar la noche, me distrajo, puso su boca abierta en mi cara y me comió en un beso desesperado, mezcla de alcohol y cerezas.

Lola venía todas las noches, tarde, a mi hotel, yo la esperaba a oscuras, se desnudaba y se me subía encima, y me cubría, y descubría, y reía locamente, y salíamos a beber y caminar por las ramblas, beber y caminar hasta el amanecer. Después volvía a algún pueblito cercano, hasta la noche siguiente.

No recuerdo exactamente cuánto tiempo lo hicimos juntos y no puedo olvidar su aliento a alcohol y frutas, su piel color de miel, su ardor.

– ¿Cómo terminó?…

Lola a los gritos, con los puños en alto, golpeándome furiosa, incontrolable, Lola borracha y enfurecida, desnuda, mordiéndome la cara, los dedos, hincándome sus largas uñas, Lola y los celos.

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