Reflexiones al azar

1.

Vivir con mi mejor amigo ¿y pareja?

Hace un tiempo ya, personas allegadas y otras no tanto me han estado lanzando una pregunta aparentemente inocente: “¿Cómo se siente vivir con tu pareja?” Y la verdad es que un día me nació responder que era como “vivir con tu mejor amigo”, frase que causa ternura, alegría, diversión (y una que otra vez envidia) en aquellos quienes la escuchan, de hecho, en mi también lo hizo la primera vez que lo dije y en adelante cada vez que la pregunta aparecía se volvió norma responderla de esa manera. Sin embargo, con el pasar del tiempo puedo decir que aunque ese conjunto de palabras realmente engloba lo que es vivir con mi novio, no necesariamente es equiparable a las emociones sencillas y positivas que suele generar el escuchar la frase.

Si somos sinceros, vivir con nuestros mejores amigos puede ser de las experiencias más gratificantes; poder acudir a esa persona con la que hay tanta afinidad con solo alzar un poco la voz o levantarte de la cama se siente realmente divino, sin embargo, convivir con ellos a diario también significa tratar con las pequeñas cosas que chocan contigo, desear en ocasiones tener un respiro de su presencia y entender que no hay relación totalmente perfecta en la que dos seres humanos puedan estar u ocasionarse siempre el mejor estado de ánimo.

Cabe aclarar que no digo que convivir con alguien tan preciado no tenga sus ventajas, sin duda alguna sí que las tiene pero es lejos de ser perfecto como bien nosotros mismos somos imperfectos, además, hay algo un poco aterrador en compartir tu día a día con alguien quien no sólo sabe y comprende mucho de ti, si no que es también quien te obliga a tener el alma desnuda casi que todo el tiempo,¿Acaso no se supone que es con él o ella con quien puedes ser tú mismo? pero en la realidad, no estamos muy prestos a «ser nosotros mismos» a cada momento.

Por otro lado, muchas veces al escuchar la frase tus interlocutores no se preguntan ¿y cuándo están mal a quien le hablas? pero ese es otro factor a tener en cuenta. El mejor o la mejor amiga con quien compartes vida y hogar es también tu pareja, esa a la que dices amar con todo tu corazón y de quien hablas a tus amigos tanto cuando su relación va por los cielos como cuando arrastran cadenas por la tierra, y ahí está el dilema, si fuera otra persona aquella con la que sales podrías decirle todo lo que te pasa por la cabeza, pero en este caso no siempre puedes y se torna hasta un poco incómodo.

En definitiva, que tu pareja sea tu mejor amigo tiene tanto de bendición como de maldición y es tan complejo o hasta un poco más que convivir con cualquier persona con la que no se comparte tantas esferas de nuestras vidas, no es un cuento de hadas ni tampoco una experiencia sacada de película romántica hollywoodense, es simplemente real y visceral, hermoso y aterrador, y por sobretodo un aprendizaje diario sobre límites y espacio personal.

2.

Crisis de los veintitantos

Cuando estaba en el colegio tenía una idea general de cómo sería mi vida, no una idea clara, porque ese claridad pocas veces la he tenido, pero digamos que tenía una especie de plan trazado y como base estaba el tener la solvencia económica que mis padres en algún momento habían perdido.

Es curioso pensar, que justo en estos momentos donde nada parece haber salido como lo planeado caigo en cuenta de lo mucho que anclé mis decisiones a una vaga idea de estabilidad. Mi preocupación siempre fue ser una profesional con trabajo estable que pudiese ayudar a sus padres [a mi madre, más que todo], pero nunca se me dio por definir que quería para mí, que me haría a mi feliz en lo profesional.

Entonces, fui esa profesional con trabajo estable que no se gastó su dinero en placeres y tonterías, pero tampoco se lo gastó en pagar lo más posible de su crédito educativo, porque el día a día de lo que necesitara su madre era más importante, y además, fui ese tipo de profesional tonto que nunca creyó que encontraría una razón para concientemente echar por la ventana esa estabilidad para buscar la felicidad, y un día pasó.

Ahora, puedo decir que estudie una carrera hermosa, que amo pero no me llena; ahora, sigo teniendo una deuda importante que pagar, pero ya no tengo los medios para salir de ella. Y hoy me encuentro en crisis, sé exactamente lo que no quiero hacer pero no estoy segura de qué quiero, y sí, puedo parecer quejona pero llega un punto en el que te das cuenta de que has estado viviendo la vida que otros querían de ti y en el pasado nunca gastaste siquiera una onza de trabajo por definir qué querías de ti mismo y es frustrante, se junta todo: la incertidumbre, la desmotivación, la falta de dinero, de metas profesionales y todas las deudas acumuladas en la vida del desconocido que una vez fuiste.


Me hallo en mi crisis de los veintitantos, estoy empezando de nuevo en todo porque quiero ser feliz, pero no tengo un centavo para apoyar este emprendimiento, para reinventarme o para esfumar mis compromisos previos. Al final solo queda seguir luchando, saber que el primer paso para estar en el lugar que deseo es dejar de negarme como persona, pero he de confesar que me es inevitable preguntarme: cuántos más habrá como yo? Cómo están lidiando con ello? Tendrán algún consejo para mí?

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