Estoy sentada junto a un arbusto y me doy cuenta que ya no estás, que no me abrazas, que no me haces reír, que no me miras con esos ojos de amor con los que me mirabas. Empiezo a llorar por la horrible cosa llamada vida, porque todos en algún momento se van, porque te das cuenta que estás solo porque simplemente ya no estás.
Bien dicen que todo tiempo pasado fue mejor, claro que tienes razón, todo lo pasado fue mejor porque estabas tú. Las personas piensan en el futuro por eso no viven su presente y me pasó a mí, cuanto me arrepiento no haber pasado más tiempo contigo, siempre he querido preguntarte tantas cosas pero me temo que ya no se va a poder. Maldita vida,¿por qué eres así? No entendía cuando decían “no sabes lo que tienes hasta que lo pierdes”. Lo entendí cuando ya no podía hacer nada, cuando ya te habías ido. Ayyy, sollozando estoy por ti, tu recuerdo me llena de melancolía y felicidad. Tu sonrisa es como el sol en mis días más oscuros, es que el tiempo perdido ya no se puede recuperar y menos si tú no estás. Ay pero que tontos somos en pesar que siempre van estar ahí, que van a ver a tus hijos crecer, que te van a ver graduarte, que tontos somos en pensar que la muerte no va a llegar a arruinarlo todo.
-Anben, ya está la comida- mi mamá me dice con tono molesto.
-Ya voy- respondo y me seco las lágrimas.
Ay es que nada es igual sin ti. Eras el cetro de nuestra familia, todos nos reuníamos por ti ,pero ahora apenas nos vemos.
-Anben, ¿en qué piensas?- dijo mi hermana
-Pienso en el mundo de la cosa llamada vida y muerte- le dije bromeando, no entendía, a penas tiene 6 años.
-¿Es la historia de uno de los libros que leíste?-me preguntó con curiosidad.
– Claro, sí… eso es- Me gustaría que solo fuera un libro, pero tú y yo sabemos que es la realidad de cada día que nos hace pensar y reflexionar hasta no poder más y rendirnos a aceptar que todo tiene un final.
– Anben, come que tienes que llevar a tu hermana a la escuela de baile- me dijo mi mamá mientras hablaba por el teléfono
-Okey, no hay problema- le respondí
Terminé de comer y llevé a mi hermana a la dichosa escuela de baile. De regreso, decidí pasarme a comprar un café, así que fui a una tienda. Estoy sentada en unas de las mesas cuando oigo que alguien está gritando, voy corriendo a ver que está pasando y veo a una señora que ha sido atropellada por un carro. Voy hacia ella y sigue teniendo pulso, estoy a punto de llamar a la ambulancia cuando la persona que la atropello se baja del auto.
-Vete de aquí, ella merece morir, así que vete o te meterás en problemas- me dijo gritando.
-No lo haré, necesita de una ambulancia- Le dije y más personas empezaron a acercarse.
El hombre me agarró y me tiró a la pista, y en ese momento un carro pasaba, pero no se dio cuenta y…
<<¿Dónde estoy?, ¿qué hago aquí?, ¿estoy muerta?>>, me estoy preguntando.
Y …en eso veo una casa muy familiar para mí. La reja negra que siempre cambian de cerrojo, la puerta marrón, la cual se ha abierto millones de veces, el techo, donde cada navidad ponen a un papá noel con su trineo de luces. El edificio que consideraba mi segunda casa estaba ahí, mi segundo hogar. El edificio que recién lo habían pintado, un amarillo mostaza, dijo él, lo recuerdo perfectamente. Veía sus cuartos a través de las ventanas, intactos. Pero no veo a nadie. Sólo está el edificio, <<creo que estoy muerta>>. De repente, la puerta se abrió y decidí entrar. Estaba entrando y todo era igual, la cochera con los dos coches, jamás imaginé extrañar estar en la cochera y jugar con ellos, ay que recuerdos para más bellos. Estoy abriendo la puerta de la cocina y está intacta, la mesa de vidrio con sus 3 sillas y al fondo el sillón grande que cubre las dos otras partes de la mesa. Veo todo eso y me lleno de recuerdos desde los más felices hasta los más tristes. Empiezo a llorar porque,sí, estoy muerta, y estoy recordando todo antes de irme a no sé dónde.
Escucho un ruido que proviene de su cuarto. Me dirijo hacia ello, abro la puerta que separa la cocina de la sala principal. Y a la mano izquierda, veo el baño, bajo unas escaleras, que me da miedo porque una extraña vez vi una araña enorme, jamás se me va olvidar. Recorro unos cuantos centímetros y llego a su cuarto, a la mano derecha. Entró veo su cama, en donde lo vi dar sus últimos respiros, veo su armario donde guardaba sus ternos que lo hacían ver hermoso como un muñequito, veo su televisor en donde se pasaba el día viendo las noticias del canal N, veo su tocador con sus cajones, uno de ellos lo tenía con llave porque guardaba las cosas más preciadas. Encima de éste, veo la foto del amor de su vida, la que no pude conocer porque nací muy tarde; veo las ventanas de las cuales se puede ver la segunda sala y …
-Anben- no pude ser, no puede ser
Volteo y allí está, no puede ser, pero esta en frente mío, cómo puede ser…
-Anben, no tengas miedo, ven… siéntate.
Me senté y lo primero que hice fue abrazarlo y empecé a llorar, no podía parar; lo estaba abrazando después de todo, no lo podía creer.
-No llores, estoy bien de verdad, solo… los extraño a todos- me dijo pero noté que también empezó a sollozar.
-Te extraño y mucho, perdóname, por favor, fui ingrata al no pasar más tiempo contigo, al no hablar tanto contigo, al pensar que te tendría para siempre, perdóname, por favor…-le dije, no paraba de llorar y no quería ni soltarlo.
-Anben, no tienes por qué pedirme perdón, yo también pensé que te vería crecer en la Tierra pero todo tiene un fin. Yo también lamento muchas cosas, pero ya no sirve de nada porque mi tiempo ya se acabo.- me dijo y me separé de él para poder mirarlo, y vi sus ojos, vi esa mirada de amor, de ternura, de felicidad, había extrañado tanto esa mirada, esos ojos no tan oscuros pero tampoco tan claros, lo había extrañado tanto que solo había una posibilidad que lo viera, sí, yo estaba…
-No estás muerta Anben- me dijo, yo solo pude mirarlo con una cara de confusión.
-Entonces…- le dije.
-Ven, te quiero presentar a una persona- me dijo sonriendo, pero con lágrimas en los ojos.
Lo seguí, salimos de su cuarto y me llevo a la cocina, pasamos la puerta que unía la cocina con la segunda sala, todo estaba igual, el lavadero, la lavadora, la puerta de baño, el cuarto de planchado, la mesa… la mesa donde a todos los niños nos mandaban cuando ya no había espacio…ay como extrañaba ser niña. Llegamos a la sala y vi una una señora de espaldas, me parecía familiar pero no podía ser porque… pero si estoy con él entonces… Se volteó, y la vi, estaba igual que en las fotos, su cabello corto lleno de canas, sus ojos marrones claros y oscuros como el tronco de un árbol, su lunar, ese lunar que mi padre había heredado. Sus mejillas parecían que habían recibido el beso de una rosa. Sus labios, los más hermosos que he visto. La miré y fui corriendo hacia ella, me abrazo y nos caímos al suelo llorando, tantos sentimientos encontrados que no sabía que decir, jamás la llegué a conocer, pero tantas anécdotas me han contado que yo sentía que la conocía de toda la vida.
-Anben- me dijo, pero no quería soltarla, no podía.
-Te quiero..- le dije llorando.
-Yo también, Anben, hija.., estoy orgullosa de la jovencita que eres, sé de lo que estás pasando y sintiendo, pero no te sientas triste, estás en una etapa muy hermosa, saldrás adelante como la luchadora que eres, eres espectacular, nosotros lo sabemos, junto a Nico lo vemos cada día. Mi amor jamás te dejaremos sola, siempre estaremos contigo.- me dijo sin dejar de abrazarme.
Yo no sabía qué decir, solo podía llorar y recordar todo lo que me habían dicho de ella, lo rico que cocinaba, que siempre los cuidaba. Mi papá me contaba que siempre lo protegía para que no le pegaran por lo que había hecho, me contaba que era la más amorosa, pero…también se la llevó, la muerte vino con un paro cardiaco y todos dejamos de sentir. Se la extrañaba tanto a ella y a él, lo noté en los ojos de sus hijos e hijas, en la casa, en sus corazones.
-Yo, … los extraño tanto…- fueron las únicas palabras que salieron de mi boca.
-Anben- dijeron los dos al mismo tiempo.
-Ya es hora que te vayas, hija, no te sientas triste por nosotros, estamos contigo, jamás lo olvides. Te seguimos en cada paso que das, por cada camino que recorres, en cada bosque que entras, en cada amor que tienes. Estás en nuestro corazón- me dijo él con esa mirada, que la conozco tan bien, demostraba la tristeza de no hacer lo que desea pero la felicidad de que es lo correcto.
– No me quiero ir, quiero estar con ustedes, por favor, quiero abrazarlos, besarlos, hablar hasta que no pueda más- les dije un poco alterada.
-A nosotros nos encantaría que te quedarás,pero te quitaríamos lo más preciado: la oportunidad de vivir, de amar, de llorar, de aprender, de ser tú misma. Vive, mi amor, haz lo que amas, escribe ese libro que tanto quieres. Cuida de los que más amas, sé la mejor versión de ti.- me dijo ella con esa sonrisa, que jamás había visto, pues era la más bella de todas.
Mi mente estaba en blanco, solo podía pensar en ellos y lo feliz que sería estar con ellos, pero no le podía hacer eso a mis padres, a mi familia, a mí misma porque sabía que todavía no era mi hora, que tenía muchas cosas por hacer, sueños por cumplir, cosas que cambiar. Sus palabras significan mucho para mí, necesitaba escucharlas.
-¿Los volveré a ver?- pregunté con añoranza y melancolía.
-Hija, nosotros siempre estamos contigo y si nos quieres ver, solo dínoslos, al fin y al cabo, tú fuiste la que viniste aquí, sólo que te ayudamos un poquito.- me dijo él con un rostro que me conmovía.
Corrí a abrazarlo y les dije:
-Ustedes también están en mi corazón, los amo.
– Y nosotros a ti.
Abrí los ojos, y…
Ya no estaba con ellos, estaba sola de nuevo.
<< No lo estás, y lo sabes>> , me lo decían ellos. Mi abuelito y abuelita. Ay como los extrañaba. Estaba justo al lado del árbol, me di cuenta que el atropelló no había sido real, todo estaba igual menos algo. Miré el dibujo que estaba haciendo y eran ellos mis abuelitos y mis abuelitas, todos juntos abrazándose. Empecé a llorar, no podía soportar todo el dolor que sentía, todos los sentimientos que tenía.
La vida, camino que recorres sin saber el final, camino en el cual empiezas y terminas sin saber cómo lo hiciste. A veces estamos tan agobiados que sentimos sin sentir, escuchamos sin escuchar, vemos sin ver;vivimos sin vivir. La muerte nos espera, es gracioso saber que siempre está ahí ,pero no sabemos cuando vamos a conocerla.
-Anben- escuché, la voz de mi madre.
-Ya voy digo- me secó las lágrimas y guardo el dibujo.
-Mira quien ha venido a visitarnos- dijo ella.
Ahí junto a la puerta de madera, estaban mi abuelito y abuelita, los padres de mi madre, que aún seguían conmigo; lo primero que hice fue correr a abrazarlos.
Ellos me dijeron:
-No estás sola- casi sollozando.
Yo les respondí casi murmurando:
-Lo sé , no estoy sola.
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