Estoy bien sólo unos minutos. Regreso la mirada, esta vez encuentro algo que no había visto la vez anterior. No lo considero importante. Volteo unos minutos. Regreso la mirada. Esta vez encuentro dos cosas más que no había visto la vez anterior. Aún no me parece importante. Volteo unos minutos. Regreso la mirada, es la décima vez. Lo que encuentro se ha multiplicado exponencialmente. Rompo en llanto. No me gusta lo que veo. No lo acepto y no quiero verlo más.

Sigo llorando. Veo mis lágrimas cayendo por mi rostro. Me siento ridícula y diminuta. No debería sentirme mal por lo que veo, pero me duele no amarme. Me duele no aceptar al único ser que debería ser mi prioridad, yo. Me duele criticarme hasta el cansancio. Me duele no quererme como otras personas me quieren. Me duele ser tan superficial. Me duele no poder hacer nada, aún sabiendo cuál es el problema y cuál es la solución. Y quiero recurrir a la risa, que es mi mecanismo de defensa favorito, pero esta vez sólo me salen lágrimas en lugar de carcajadas. ¿Algún día llegaré a amarme? Seguramente. Pero ese día no llegará pronto, al menos eso creo. Me seco las lágrimas mientras me hablo a mí misma en la mente. Me digo las palabras que le diría a mi mejor amiga si la viera en la misma situación. Por un momento me siento aliviada, pero llega el desconsuelo, nuevamente.

Tengo miedo. Miedo de no gustarme y amarme lo suficiente para poder amar a otras personas. Me siento el peor humano, el que no se quiere ni a sí mismo, pero se jacta de amar a otras personas. Me siento una farsa y una completa mentirosa. Perdón.

Sigo llorando, pero esta vez voy comprendiendo, por enésima vez, que no es mi culpa. Dejo de lanzarme más adjetivos horribles y trato de quererme como se supone que quiero a mi mejor amiga. Me abrazo y me acaricio la cara. Me consuelo recordando lo difícil que es tener un alma bonito y lo imposible que es cambiarlo en un mes. Me consuelo recordando que mi físico no me define y que pasará el tiempo y dejará de preocuparme en absoluto. Me consuelo recordando que en algún momento de mi vida, llegaré a amarme y ese día sentiré que cada lágrima valió la pena. 

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