El hechizo final
Todos somos como la Luna brillante, todavía tenemos nuestro lado oscuro. (Kahlil Gibran)
Capítulo I: Luna Nueva
Estoy en shock. ¿No les ha pasado de descubrir que una persona a la que quieren mucho y es muy importante en su vidas todo este tiempo tuvo una doble vida? Pues a mí sí, me siento una idiota por no haberlo notado en todo este tiempo, fui una ciega al no notar las señales…
Todo comenzó hace una semana cuando Luna, mi mejor amiga de la infancia, me pidió que cuide de su casa mientras se iba unos días de vacaciones a Oruro. Es muy normal que ella viaje a Bolivia, ella ama el país donde su madre vivió y sé que eso la hace sentir una conexión con ella. Pensando en su necesidad de recordar a su difunta madre, acepté quedarme unos días en su casa a cuidar a sus animales y vigilar que todo esté en orden ya que también le teme a la delincuencia vecinal.
Los primeros días fueron tranquilos, comencé a abrir todas las ventanas y cortinas de la casa. Detesto la oscuridad y el olor a encierro, respeto los gustos de Luna pero su casa parece una casa del terror. Acá todo es lúgubre y sombrío, las paredes son rojas y casi todos los muebles de color negro. Yo prefiero los colores claros y los ventanales abiertos, somos jóvenes y quiero creer que esa edad en la que uno se apaga llegará dentro de muchos años.
Sé que no le gustan las ventanas abiertas .pero durante mi estadía, esta casa se llenaría de luz. La gente no entiende cómo ella y yo somos amigas, pues somos totalmente opuestas. Creo que más que amigas somos hermanas de la vida, ella perdió a su mamá de muy pequeña y mi familia la adoptó como si fuera una más. Hasta el día de hoy somos como hermanas, trabajamos juntas como profesoras de literatura y compartimos mucho, sin embargo, siento que en estos años de amistad he dejado pasar muchas cosas por alto.
La recuerdo feliz y muy agradecida al momento de marcharse, con sus dos valijas color crema y su cabello rojo recogido. Una sonrisa enorme se esbozaba en su rostro mientras se despedía de Astaroth y Hécate, sus dos gatos. Deseo profundamente recordarla así, porque todo lo que he visto estos días solo me hacen pensar que es un ser horrible, un monstruo que siempre tuve en frente pero que no tuve la capacidad de ver ante el ciego cariño que le tengo.
Todo comenzó con pesadillas, en ellas aparecían los gatos Astaroth y Hécate con una apariencia tenebrosa en lo que parecía ser un hospital. Con una voz tenebrosa y horrible me decían que se acercaba el final del juego, que huya mientras pueda porque el fin de la partida se acerca.
Me despertaba asustada, incluso llegué a tenerle miedo a los gatos. Tanto era mi miedo que dejé de compartir habitación con ellos para pasar los días evitándolos o teniendo el menor contacto posible. Sus miradas me generaban terror, me sentía acosada por ellos en todo momento y me daba la sensación de que en el menor descuido alguno de ellos podría matarme
Eso fue solo el principio, peores fueron las cosas que fui encontrando. Un día ordenando el ropero de Luna, entre tantos vestidos rojos y negros, escotados y llamativos, me encontré con un cofre encadenado con varios candados. Me carcomía la curiosidad por saber que habría ahí dentro, pero no tenía acceso a las llaves. Intenté ignorar el hecho, pero las señales empezaron a brotar como hormigas a medida que pasaban los días.
Limpiando su biblioteca me encontré con libros de hechicería. ¿Cómo nunca los noté? ¿Por qué alguien como ella lee estas cosas? Muchas preguntas cruzaron mi mente, pero no quise indagar. Al día siguiente, uno de los gatos orinó sobre la alfombra de tigre que ella tiene en su comedor. Decidí sacarla para poder limpiarla y ahí descubrí algo increíble: un pentagrama dibujado en el suelo. Investigué en internet y ahí supe que son usados en rituales de hechicería, incluso los vi referenciados en muchos de los libros que ella tiene en su biblioteca. ¿Ella es una bruja? Me lo pregunté mil veces mientras con el pasar de los días me iba encontrando más cosas extrañas.
Una noche tuve otra pesadilla con Hécate y Astaroth, ahora me generaban más miedo ya que descubrí que sus nombres pertenecen a seres paganos. Soñé con ellos guiándome por un camino de velas rojas en el patio, este camino me llevaba por el enorme patio trasero hasta el enorme árbol viejo. En el sueño los gatos me invitaban a husmear en un hueco en el árbol, me decían que era hora de ser partícipe y descubrir eso que tanto quería saber. Hice caso a las demandas de los felinos, en el sueño encontraba una caja antigua de madera pero antes de poder abrirla, sentí un fuerte dolor en mi cara.
Astaroth me despertó de un arañazo, no tenía idea de cómo logró entrar a la habitación, pero ahí estaba. El felino bajó de la cama y salió de la habitación, como si me invitara a seguirlo.
Llegamos a la puerta que comunica la casa con el patio trasero, ambos gatos maullaban desesperados y arañaban la puerta. Sentí escalofríos, esa pesadilla se trasladaba a la realidad. Abrí la puerta y ambos felinos salieron corriendo, la luz amarilla iluminaba el viejo árbol del patio.
Caminé temblando de miedo hacia ese árbol, efectivamente, este tenía un hueco y al parecer había algo escondido allí. Palpé con mi brazo una cosa rectangular adentro de ese hueco, el terror se apoderó de mí. Saqué de allí una caja, exactamente igual a la de mi sueño, los gatos me comenzaron a maullar mientras que el viento sopló con violencia. Presa del pánico entré corriendo nuevamente a la casa.
Me costó juntar valor y abrir esa caja, pero lo hice ¡Maldita sea la hora que lo hice! Encontré llaves de distintos tamaños y varios símbolos extraños de metal, la curiosidad me invadió y fui corriendo a abrir el cofre del ropero.
Temblando, lo tomé entre mis manos y mi corazón no paraba de latir con fuerza. Con mucho nerviosismo empecé a probar las llaves pequeñas, Astaroth y Hécate me miraban silenciosos desde la puerta de la habitación. Sus miradas eran como puñales en mi espalda, verlos ahí tan expectantes me generaba más terror. Por mi propio bien, cerré la puerta de la habitación y detrás de la puerta podía oír a los diabólicos felinos maullar.
Intenté concentrarme en mi propósito, ahora sin miedo a ser juzgada por esos felinos demonios. Empecé a probar las llaves pequeñas en cada uno de los candados del cofre, a medida que lograba abrirlos me sentía victoriosa pero me atormentaba el miedo a lo desconocido
Finalmente el último candado cayó, comencé a quitar las cadenas que rodeaban al cofre y, finalmente, lo abrí.
Encontré dentro un pequeño frasco, adentro tenía un líquido de color amarillento. Le quité la tapa, casi me muero al descubrir que parecía ser orina. Asqueada arrojé aquel frasco al suelo, se partió en mil pedazos. Entre los vidrios rotos me encontré con cabellos y una pequeña foto, al parecer venía adentro del frasco. Reconocí instantáneamente a la persona, era la fotografía de Nicolás, el gran amor de Luna.
Mientras fumaba un cigarrillo sentada en la vereda, no podía evitar juntar las piezas de este rompecabezas. Recordé muchas cosas, algunas que no noté y que me decían a gritos que algo estaba mal y que yo simplemente pasé por alto. Ya no podía mirar a Luna como antes, no después de todo lo que vi estos días y estoy segura que aún me queda más por descubrir.
Recordé esas visitas a Liniers en las cuales ella me pedía que la acompañe a comprar las especias y los ingredientes para las comidas Bolivianas que tanto le gustan, recuerdo a esos aromas extraños y los puestos llamativos pero ahora recuerdo algo que en su momento pasé por alto. Los volanteros me llenaban las manos de volantes de supuestos “brujos” que hacían amarres y toda serie de trabajos mágicos, yo los desestimaba porque consideraba a esa gente como simples charlatanes y estafadores, siempre me sentí escéptica y ajena a todas esas cosas, por lo menos hasta el día de hoy.
No podía evitar preguntármelo una y otra vez. ¿Será que aquello que encontré era un amarre para Nicolás? ¿Será que ella hace este tipo de cosas para otras personas? ¿Cómo no me di cuenta? Terminé mi caja de cigarrillos y volví a la casa, tenía todo un desastre que limpiar y necesitaría valor para seguir quedándome.
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Martes, 16 de octubre de 2001
Cáncer, ¿qué palabra tan fea, no? Para muchos es una enfermedad horrible, para mí es algo mucho más oscuro y perverso: una maldición familiar. Las brujas de la familia estamos destinadas a una muerte horrible, llena de agonía y dolor. Según el pacto que hizo una de mis antepasadas, en cada generación nacerá una bruja y ella tendrá una amplia visión y dones que la harán muy poderosa, sin embargo, el precio a pagar es una muerte dolorosa en ambos planos. La maldición es morir joven, a los pocos días de cumplir 33 años, la bruja agonizará hasta la muerte en el plano terrenal y continuará su sufrimiento en el infierno por los siglos de los siglos.
En su momento, esa decisión egoísta fue tomada por una antepasada cegada por la ambición y hoy más que nunca maldigo que ese sea mi fatídico destino. Moriré pronto, así como murió mi dulce madre, mi abuela y mi bisabuela. Voy a agonizar de dolor mientras sienta mi cuerpo pudrirse, luego de eso, cuando llegue la ceguera, mis horas estarán contadas y moriré en este plano para ser torturada en el infierno. ¿De qué me sirvió ser una bruja poderosa? ¿De qué me sirvió esta vida? ¡Me voy a morir! Ya lo decían mis antepasadas: nuestro castigo es perecer ante un mal humano que la magia jamás podrá curar. Mamá me contó todo esto antes de morir, por eso quería compartirlo con usted que es lo más parecido a una madre para mí…
Ni la ciencia ni la magia pueden luchar contra ese titán llamado enfermedad que lentamente te empuja hacia los abismos de la muerte. Es mi fin, pero no quiero que lo sea. Quiero vivir, hoy más que nunca quiero vivir y he decidido burlar a la muerte. Voy a tenderle una trampa a mi fatídico destino, voy a dar el giro y a librarme de este castigo que yo jamás pedí.
No me importa lo que tenga que hacer, voy a romper esta maldición y ella morirá conmigo de una vez y para siempre. Sacrifiqué mucho de mí para que esta tortura no se perpetúe, no me casé con el amor de mi vida y tampoco le di hijos. Me aterra la idea de pensar que ellos padecerán el dolor que yo padezco hoy. No quisiera que me vean morir como yo vi morir a mi madre y como seguramente ella vio morir a la suya.
En fin, después de tanto investigar, descubrí que puedo pasar mi alma al cuerpo de otra persona a través de un objeto. Es un proceso difícil, puede que no funcione e incluso que termine con mi alma dando vueltas en la oscuridad del limbo, pero tengo que intentarlo. Si me voy de este mundo, tendrá que ser luchando. Esa será mi salida y lo voy a conseguir a como dé lugar, Luna Escalante terminará con esta maldición de una vez y para siempre.
En unos días estaré por allá, necesito dejar todo listo acá antes de partir. Ya hablé con mi amiga Sol, ella será importante en todo esto. Doña Paola, le agradezco tanto todo lo que está haciendo por mí, no me quiero ir de este mundo sin charlar con usted una vez más. Espero que entienda el por qué haré todo esto y cuento con su ayuda.
La quiere mucho.
Luna Escalante.
Capítulo II: Luna Creciente
Es un día muy caluroso en Cochabamba, un pueblo de Bolivia. Luna atraviesa el pueblo acompañada de un jovencito llamado Moisés y su mula. Los encontró en la entrada del pueblo, él se ofreció a llevar sus pertenencias en su mula a cambio de unas cuantas monedas. Luna está muy cansada, sabe que sola no podrá llegar a su destino así que aceptó la ayuda del joven simpático. Se da cuenta que la cantidad de equipaje y la ropa negra que trae puesta no son de ayuda para esta travesía, no podrá sola por su cuenta y el camino hasta la casa de doña Paola es arduo.
Luna y Moisés caminan por las angostas calles el pueblo, éste está de fiesta ya que se celebraba el día de difuntos que ahí se conoce como aya marqay. Muchos puestos callejeros venden Tantaguaguas, unos muñecos de pan con máscaras y api, un jugo morado. En algunas casas se ven ya preparados los altares y las mesas de celebración, en otros se ve a la gente comenzando la ceremonia. Luna siente que se le oprime el pecho, todo aquello le recuerda a su madre y en cierta forma a la maldición familiar que la arrancó de su lado.
Moisés le cuenta sobre su vida, él y sus hermanos perdieron a su madre de muy pequeños y como su padre es un alcohólico violento, ellos tienen que buscar la forma de sobrevivir sin su apoyo. Luna siente pena por el muchachito, pues ambos perdieron a su madre y se encontraban luchando contra algo más fuerte que ellos. Ya en la mitad del pueblo, se topan con un humilde puestito atendido por una anciana de cabellos largos y blancos, ella está dormida con los brazos cruzados con un enorme sombrero de paja sobre su cabeza que intenta protegerla del calor.
Luna le propone a Moisés parar en ese puestito, lo invita a comer una tantaguagua con jugo de moconchinchi, él muy apenado intenta rechazar la oferta pero el gruñir de su estómago lo hace aceptar.
Terminando de comer, Luna compra a la anciana del puesto dos vasos de api morado y dos tantaguaguas más. Moisés la mira extrañado. Cerca del puesto, hay un altar de día de difuntos decorado con flores y ofrendas, ella pone allí las dos tantaguaguas con los vasos e invita a Moisés a acercarse.
-Son las doce del mediodía, esto es por tu madre y por la mía. Si no lo hacemos no podrán bajar – le dice al muchachito.
Ambos rezan frente al altar, Moisés está muy conmovido. En el día de difuntos se preparan las ofrendas y las tantaguaguas para recibir a los difuntos, la creencia cuenta que ellos bajan a la tierra a visitas a sus seres queridos y, si nadie les prepara la ofrenda, ellos no bajarán al reencuentro.
Moisés está feliz, continúa el resto del camino cantando. A medida que se alejan del pueblo, Luna se pregunta si alguien pondrá una ofrenda para ella cuando muera, sabe que lo que queda su familia no sigue las costumbres familiares y que desde su lado, las tradiciones mueren con ella.
Ya fuera del pueblo, caminan por el suelo rocoso y con el sol pegando con fuerza. Están cerca de la casa de doña Paola, pero a medida que avanzan, Luna comienza a sentirse mal.
Suben el cerro, luna lo hace con mucha dificultas. Mateo intenta ayudarla, pero esta se niega a recibir ayuda. Finalmente llegan a una humilde casilla de madera, Luna le da el dinero prometido a Mateo. El muchacho la despide, está algo preocupado por su estado pero ella insiste en que mejorará.
Luna está parada frente a una humilde casa, mira hacia atrás y ve a Moisés alejarse con la mula, se siente mareada y exhausta. Atraviesa la puerta de madera, entra en una casa lúgubre y humilde. Todo está oscuro, Luna observa el desorden e intenta llamar a su anfitriona. Una voz anciana la invita a acercarse, Luna se adentra más en la casa pero al ver a Doña Paola cae desmayada ante ella.
Doña Paola Hernández está sentada en un banco de madera, junto a ella a hay una pequeña mesita en la cual hay un mazo de cartas de tarot y un paquete de cigarrillos. La anciana fuma mientras mira con su único ojo sano cómo Luna duerme, ella está en su cama y aún no despierta del desmayo.
La anciana trenza sus blancos y largos cabellos, intenta ocupar su tiempo hasta que su invitada despierte. No le importa mucho el asunto del desmayo, a pesar de siente el olor a muerte en torno a la joven, sabe que para eso falta. Ella conoce bien el olor a muerte, lo ha sentido en los heridos de las minas, en sus clientes enfermos y en muchos maldecidos. Conoce bien lo que ocurre con Luna, pues ha conocido a su madre y a su abuela. En ellas ha sentido ese inconfundible olor a muerte, ahora lo siente también en la última descendiente. No fue necesario asombrarse con la carta de la joven, sabía que tarde o temprano algo así pasaría y que alguien dentro de los Escalante le harían frente a la maldición. Además de esto, ya no hay nada que asombre a una bruja de 84 años que ha enterrado a sus diez hijos y a cada uno de sus seres queridos.
Doña Paola Hernández no solamente es una bruja renombrada en el pueblo, todos cuentan que ella puede oler y ver a la muerte alrededor de las personas. De niña, por un descuido de su padre, quedó atrapada en una mina y al estar en cercanías del infierno por seis días, desarrolló la habilidad de ver a la muerte e incluso a los mismos demonios.
La rescataron malherida, inconsciente y al borde la muerte. Vio a la parca cara a cara luego de ese incidente, ésta la rondaba esperando llevársela, pero supo que aún no era momento y que viviría. A los seis años, ese fue su primer encuentro pero no sería el último pues la cercanía a la muerte marcó en ella un destino trágico en el cual vería morir a cada uno de sus seres queridos.
En su familia no había brujas, el legado comenzó con ella de la forma más extraña. Los pueblos originarios creían que las minas y cuevas eran portales al infierno, en ellos habita el diablo y toda clase de demonios. También se escuchan los sollozos de las almas torturadas, se siente el olor a azufre y el inconfundible olor a muerte. La cercanía al infierno le otorgó a Paola Hernández poder, pero todo poder tenía un precio y su precio era ver a la muerte abrazar a sus seres queridos, sentir su abominable aroma pero no poder intervenir para salvarlos.
Así fue perdiendo a sus hijos uno por uno, la muerte los arrancó de su lado de las formas más horribles. Lo mismo pasaba con sus esposos que terminaban suicidándose en alguna taberna o apareciendo muertos en las calles de Cochabamba. Ella sabía que ellos morirían, pero ninguna magia podía ayudarla a evitar sus decesos.
Entre tantas desgracias conoció a Teodora, la abuela de Luna quien también era considerada una bruja poderosa y desgraciada por todo el pueblo. Ambas crecieron juntas pero se reencontraron cuando Teodora estaba por cumplir 33 años. La recuerda agonizar por el Cáncer, la muerte acariciaba sus cabellos mientras ella se retorcía de dolor. Paola Hernández la vio morir mientras su pequeña hija lloraba a su lado, ahí supo que esa maldición no terminaría allí.
Mercedes, hija de Teodora y madre de Luna, se crió con doña Paola Hernández como una discípula. La pequeña no tenía nadie ya que Teodora no se casó porque su prometido había muerto ahogado después de ella quedar embarazada. Su madre, abuela de Mercedes, también murió a los 33 años por lo cual no había quien se ocupe de la niña. La joven Mercedes creció hasta convertirse en una gran bruja, sabía que la maldición de la familia acabaría con ella y buscó como pudo librarse.
Se enamoró de un mochilero argentino y no dudó en irse con él a Buenos Aires. Creyéndose lejos de la terrible maldición, Mercedes sintió que podía empezar una vida nueva de cero, pero la calamidad jamás la abandonaría. El padre de su murió antes de que ésta naciera, Mercedes quedó sola con la bebé bajo el cuidado de la familia paterna de él.
Paola Hernández recuerda las advertencias a Mercedes, más allá de las decisiones de la joven, ella sabía que ésta moriría sin importar qué tan lejos se vaya. Dicho y hecho, Mercedes murió de cáncer a los 33 años. Doña Paola Hernández la vio morir, pues sus últimos días de vida ellas los pasó en esa misma casa donde ahora descansa Luna. Ahora le toca a ella, ahora la muerte quiere llevarse a Luna Escalante. Se siente el olor a muerte, otra vez el inconfundible olor a azufre.
Luna despierta, su anfitriona la invita a sentarse junto a ella. Ambas están en silencio hasta que la anciana decide romper el silencio
-¿Estás segura de lo querés hacer?- pregunta doña Paola invitándole un cigarrillo.
– Definitivamente. Necesito un cuerpo nuevo para seguir viviendo, mi vida no puede terminar- responde Luna mientras enciende el cigarrillo.
– ¿Quién te ayudará con esto? ¿Nicolás sabe lo que piensas hacer?- interroga la anciana.
Luna no se ve nada bien, está pálida y es obvio que su salud va empeorando.
– No, quiero mantener a Nicolás lejos de mí y de todo esto. Ya no quiero involucrarlo más – responde Luna frotando sus ojos.
Doña Paola Hernández suspira, no entiende bien el plan de la joven pero ve a la muerte un tanto inquieta.
-¿Entonces?- retruca la anciana
– Voy a usar a Sol, mi mejor amiga. Ella me ayudará a conseguir un nuevo cuerpo – responde Luna un poco agotada.
Luna no quiere involucrarla, pero siente que no tiene de otra. Ella casi no tiene fuerzas y sabe que dentro de poco el dolor será tan grande que no podrá salir de la cama hasta morir.
– ¿Ella sabe de todo esto? – pregunta Doña Paola sorprendida
– No, se está por enterar. Me aseguré de eso… ella va durante años vio a la persona que yo quise que vea, ahora verá la verdad y espero que pueda ayudarme- Luna se pone lúgubre mientras habla.
-Solo recuerda que si pasas tu alma a un objeto, debes regalar ese objeto a la persona que será tu nuevo cuerpo- advierte la anciana.
-Espero no tener que llegar a ese límite, quiero que mi primer plan funcione- finaliza Luna.
Luna, dispuesta a pelear por su vida, habla con doña Paola Hernández sobre su plan. Luego de la charla ella trae unos velones negros y le propone buscar a alguien para que las ayude con las ofrendas de animales. El plan está en marcha, doña Paola nota a la muerte sorprendida.
Capítulo III: Luna Gibosa
Mi mamá murió cuando yo tenía alrededor de diez años, desde su partida las cosas no fueron nada fáciles para mí.
Quedé al cuidado de la abuela Clementina, la mamá de mi padre biológico. Esa vieja de mierda era ultra católica y me trataba con mucha severidad. Con ella vivan el tío José y la Tía Natividad, los hermanos de papá. Ellos estaban casados pero discutían con sus parejas porque ninguno de los dos no podía tener hijos, bien merecido lo tenían estos hijos de puta. La familia de papá me odiaba, decían que les recordaba a la pagana de mi madre y que por su culpa papá cayó en los vicios y murió.
Un poco de verdad hay en esto, pues a papá lo mató la maldición familiar. Pero convengamos que él no era ningún santo, se drogaba desde antes de conocer a mi mamá, era un vago y también era bastante mujeriego. Prueba de esto son todos los medios hermanos que tengo dando vueltas por Argentina y que su familia intentó ocultar.
Mi papá creció en una familia de clase alta: “Los Borquez Monzón”. Por suerte su familia no me considera digna de su apellido, no quiero ese nombre de porquería. Me gusta ser Escalante, como mi mamá y mi abuela.
Ellos son católicos y conservadores, tienen las típicas actitudes asquerosas de la gente de clase alta. En fin, los seres más hipócritas del planeta. Tal vez papá quiso escapar de esa vida tan estructurada y por eso se enamoró de mi madre, una bruja proveniente de un pueblo de Bolivia.
Mamá siguió haciendo magia acá, obviamente, bajo la mirada juzgadora de la familia de papá. Ellos la odiaban por bruja pero también por boliviana, esa familia de mierda además de hipócrita era bastante xenofóbica.
Al morir ella no quisieron que me vaya a Bolivia para vivir con Paola Hernández, ese era el deseo de mi madre pero ellos se lo negaron. Para mi desgracia, no heredé la piel oscura y el cabello negro de mamá, salí pelirroja y de piel blanca como mi papá, de haberme parecido a mamá me habrían enviado a Bolivia sin dudarlo. No sé para qué me querían si me odiaban tanto, yo era como uno de esos adornos feos que te traes de vacaciones y dejas tirado en el estante. Sabés que no te gusta, pero te gusta tenerlo ahí como un recordatorio. Yo solamente era eso, el recuerdo de que mi padre existió.
Crecí a los golpes, la abuela Clementina me vivía pegando por cualquier cosa. Casi siempre me pegaba porque me negaba a rezar o a ir a la iglesia, una de las palizas más fuertes me la dio cuando descubrió que faltaba a las clases de catecismo. La vieja de mierda rezaba mientras me pagaba con el cinto, me decía que esto era por mi bien para sacar la herencia demoniaca que mi mamá me dejó adentro. Mientras me pegaba recordaba a mamá, la recordaba sonriendo y esperaba morir pronto para volverla a ver. Después de las palizas me escapaba a casa de Sol, ella siempre me daba refugio cuando las cosas se ponían intensas.
Ella y su mamá sanaban mis heridas, curaban las marcas de cintazos que me dejaba esa vieja de mierda en mi espalda y ponían hielo en las heridas de mi cara. Me abrazaban y me daban el afecto que yo tanto necesitaba pues no era más que una niña sola en el mundo.
Gracias a Sol y su mamá pude mantener contacto con Paola Hernández, sabían que ella era muy importante para mí y mi mamá y era la única familia que me quedaba allá en Bolivia. Las cartas llegaban a casa de Sol, también varios paquetes con libros y objetos que por suerte Sol y su mamá nunca revisaron.
Gracias a esto pude aprender de magia, sabía muy poco por lo que mamá me enseñó tiempo antes de morir. Hablar con Paola Hernández me hacía sentir que parte de mi mamá seguía con vida, estaba dispuesta a seguir su camino mágico.
A los 15 años hice un muñeco de la abuela Clementina, le pegué una foto con su cara y empecé a clavarle agujas esperando que ella se muera. Cuando la vieja encontró el muñeco, ardió en furia. Recuerdo que cuando llegué esa noche a casa se abalanzó sobre mí para matarme. Me tomó del cuello y me llevó al baño, la bañera estaba llena de agua bendita. Pretendía ahogarme.
Yo ya no era una niña tan pequeña, esta vez estaba decidida a defenderme. Con mucha dificultad me libré de sus garras, la empujé y cayó contra la puerta del baño. Aprovechando su dificultad para moverse, me mordí el pulgar con fuerza dejando caer mi sangre.
Ahí vino lo peor, con mi sangre dibujé un símbolo en el espejo y recité una invocación. Un demonio se hizo presente en mi defensa, la vieja de mierda temblaba de miedo. Me sentí poderosa, el suelo temblaba y las luces del baño se prendían y apagaban. El demonio, una criatura ensangrentada y sin rostro, salió del espejo en dirección hacia la vieja. Éste se acercó reptando hacia ella, sediento de su sangre. Lo paré antes de tiempo, pues la vieja estaba teniendo un infarto y me di cuenta de que se me había pasado la mano.
Mis tíos encontraron a la vieja en el baño, se salvó de pura suerte. Después de ese hecho me fui de esa casa, conseguí alquilar una pequeña habitación y subsistir gracias a tiradas de cartas y trabajos mágicos.
Gracias a eso termine la escuela, pude entrar con Sol al profesorado y juntas nos graduamos. Ella creía que trabajaba en lugares como Mc Donald o de limpieza, jamás me atreví a contarle de que vivía gracias a la magia.
Mi situación mejoró más cuando la vieja de mierda murió. La abuela Clementina, no sé si por miedo o arrepentimiento, me heredó absolutamente todo a mí. Mis tíos me odiaron más que antes pero yo acepté todo como paga por los años de sufrimiento. Luego de eso pude comprarme mi propia casa y viajar muy seguido a Bolivia para encontrarme con la señora Paola Hernández.
Con ella seguí aprendiendo, conocí todo lo relacionado a mis raíces. Descubrí todo aquello que la familia de papá me negó por años, sin embargo, la maldición familiar seguía vigente.
Me diagnosticaron Cáncer recientemente, tengo un tumor en la cabeza y otro en el colon. Me negué a hacerme la quimio, sé que es en vano porque de todas formas me voy a morir. Era obvio que esto me pasaría porque estoy a poco de cumplir la edad maldita, sin embargo, esto no se quedará así. Los médicos se sorprenden que todavía siga en pie, pero estoy obligada a hacerlo y dar pelea antes de morir.
La muerte y el dolor son cosas que me unen a Paola Hernández, sin embargo, jamás creí que desaprobaría mis planes. Es increíble como ella, que ha sido testigo de todas las calamidades de mi familia, no me apoye en la búsqueda de un nuevo cuerpo.
Encontré dos formas simples, pero también muy peligrosas, de escapar de la maldición. La primera consiste en pasar mi alma a un objeto, esto causaría mi muerte instantánea para quedar yo atrapada en él. El objeto debe ser regalado a un ser muy querido, la conexión con esa apersona hará de puente para que yo pueda salir del objeto y tomar su lugar.
Es muy arriesgado, pues la persona puede rechazar el objeto o simplemente guardarlo en alguna parte. Esto acabaría con mi alma encerrada para toda la eternidad, pues solamente la persona elegida podría sacarme. No puede ser entregado a cualquiera, tiene que ser alguien muy cercano a mí. Esto última implica una traición ya que le robaría el cuerpo a alguien querido y esa persona tomaría mi lugar en el infierno.
¿Sería capaz de hacerle eso a Doña Paola? ¿A Nicolás? ¿A Sol? No. No lo haré, no podría vivir con eso.
Doña Paola es muy importante para mí, ella ya ha sufrido demasiado en esta vida y sería una malagradecida si atentara contra ella. Además, suponiendo que yo tomara su cuerpo, no viviría demasiado porque está demasiado vieja y seguramente no le quedan muchos más. Esto sin contar que ella ya trae su propia maldición y sería volver a meterme al mismo pozo, esta idea está descartada también soy consciente de que entre brujas no nos pisamos la escoba.
¿Nicolás? ¡Tampoco!. Él es el gran amor de mi vida, jamás podría hacerle algo así. Si el muere, la vida ya no tendría sentido para mí. Lo amo, pero quiero mantenerlo lejos de todo esto. La bruja de la familia siempre pierde a su gran amor, le pasó a mi madre y a mi abuela y estoy segura de que también me puede pasar a mí.
Siempre he soñado con casarme con él, formar una familia y que seamos muy felices, pero sé que eso es imposible. Me dolió en el alma rechazar su propuesta de matrimonio, me hizo pedazos mentirle a la cara diciéndole que no lo amaba lo suficiente.
Mi inmenso amor por él me hizo alejarlo de mi lado, sin embargo, mi enorme egoísmo me hizo asegurarme de que él jamás me olvide. Con un hechizo de amor de amor él jamás dejará de amarme, siempre seré el amor de su vida y él el mío. Lo que hice es horrible, lo sé. A estas alturas ya no sé si su amor es legítimo o es simplemente efecto de mi maldita magia, me pregunto esto cada vez que él duerme junto a mí luego de nuestros encuentros clandestinos. Ya le hice mucho daño, en definitiva, él no será mi nuevo cuerpo.
Sol sería perfecta ya que tenemos la misma edad y su familia está libre de maldiciones y de magia, sin embargo, no puedo. Ella estuvo ahí cuando mi mamá murió y fue la única amiga que se quedó conmigo hasta el final. He conocido mucha gente de mierda en la vida, pero Sol es una de las pocas personas que jamás me ha decepcionado y que siempre me ha sido fiel en las buenas y en las malas. Ella es la hermana que nunca tuve, la quiero mucho y no tengo el valor para apoderarme de su cuerpo. Sol tiene muchos sueños, la he escuchado hablar de ellos por años y no me parece justo arrebatárselos se forma tan traicionera.
Definitivamente, no tomaré la salida fácil de robarme el cuerpo de Sol. A pesar de esto, tengo que admitir que la necesito para llevar adelante mi nuevo plan.
Otra opción es recibir el regalo de la vida. ¿Qué es esto? Pues que un ser querido traiga ante mí un cuerpo como obsequio para que yo pueda poseerlo. Es algo que parece muy sencillo, por desgracia, doña Paola Hernández se negó a ayudarme en esto.
Intenté convencerla, pero ella no está de acuerdo con mi idea de robar cuerpos. Ahora que no cuento con ella, mi única esperanza es Sol. Necesito que ella me traiga un cuerpo para el intercambio, a estas alturas ya debe saber todo lo que ocurre conmigo. Buscaré la forma de convencerla para que lo haga, espero lograrlo antes de que la muerte me guíe hasta las puertas del infierno.
Capítulo IV: Luna llena
No tengo la menor idea de cómo llegué a este punto, pero ahí estaba yo. Era de noche y me encontraba en mi auto, dentro en mi bolso hay un palo y una aguja. ¿Qué es lo que estaba por hacer?
Cuando Luna volvió de su viaje encontró su casa vacía, intenté quedarme más tiempo pero no lo resistí. Me volví a casa porque no podía lidiar con todo lo que vi estos días. Ya no soportaba más las pesadillas ni las apariciones nocturnas, necesitaba paz y luz para poder pensar con claridad.
Durante días tuve miedo a confrontarla, tenía la leve esperanza de que ella me diga que todo esto era una broma o que se trataba de un simple montaje. Esto no pasó.
Nos cruzábamos en el trabajo, pues somos profesoras en la misma escuela. Ella me saludaba cómo si nada pasara y debo admitir que yo también escapaba de su presencia. Así pasó una semana sin tener ningún tipo de contacto, evitándonos o simplemente fingiendo que las cosas marchaban de maravilla.
Todo cambió cuando ella se apareció en mi casa, había notado hace días que no estaba muy bien de salud pero no me atreví a preguntarle. Ella pidió entrar, yo no pude negarme. Ni bien se sentó brotaron de mi boca millones de preguntas en cascada, estaba muy enojada y a la vez llena de curiosidad. Ella lloró, no pude evitar abrazarla. Me contó que tenía cáncer, al igual que su mamá a su edad. Intenté consolarla diciéndole que podía tratarse, ella era una persona de buen pasar económico y no tenía las dificultades que tuvo su mamá para acceder a los servicios de salud.
Lloré con ella, la idea de perderla me dolía profundamente porque ella era como si fuera mi hermana. Me dijo que era imposible, que ella no tenía salvación. No entendí por qué me decía esto, pero lo entendí cuando me habló de la maldición de su familia.
Todo empezó a cerrarme, desde la muerte de su madre y el hecho de que no tuviese familia. Entendí por qué su abuela se ensañaba con ella, también por qué viajaba tanto a Bolivia. Me explicó por qué no puede amar a Nicolás y por qué no puede formar una familia. Por lo que entendí, la maldición se lo impide y si ella tiene una hija, correrá su mismo destino.
Por fin entendí todo, pero no podía creer aún que ella iba morir pronto. Se la veía muy mal de salud, al parecer esa tragedia ocurriría pronto porque en unas semanas sería su cumpleaños.
En efecto, ella no solamente era una bruja, era una bruja maldita. Moriría pronto y por lo que me dijo, necesitaba mi ayuda.
Sin saber lo que me esperaba, ofrecí mi ayuda en lo que ella precisara. Mi amistad incondicional me jugó una cruel trampa y terminé cayendo en un pozo del cual me costaría salir.
Ella necesitaba un cuerpo, pero no cualquier cuerpo, uno obsequiado por mí. Eso implicaba que yo busque a una persona para traérsela como regalo, luego de esto, ella mataría a la persona y se apoderaría de su cuerpo.
La idea era aberrante, pero no pude resistir al terrible llanto de Luna. ¿Quién podría negarse? ¡Se trata de mi mejor amiga! ¡Mi hermana de la vida! Yo era lo único que le quedaba, así que para tranquilizarla acepté ayudar.
Se quedó dormida en mis piernas, en medio del silencio nocturno me di cuenta de que estaba metida en graves aprietos. ¿De dónde iba a conseguirle un nuevo cuerpo? ¿Estuve bien al hacer esta promesa? Me desvelé pensando en eso mientras ella dormía tranquilamente.
Pasaron días desde aquella promesa, ya estábamos cerca del cumpleaños de Luna. No pude conseguirle el cuerpo, simplemente no me atrevía. Nunca le había hecho daño a nadie, me atormentaba la idea de robar una vida.
Intenté atraer conocidos, era lo más fácil de conseguir. Sin embargo, me terminaba arrepintiendo porque me daba pena acabar con la vida de esas personas. ¿Quién soy yo para arrebatarles la vida a estas personas? ¿Por qué traicionar su confianza de forma tan atroz?
No me atrevía a llevar a uno de nuestros alumnos, no soportaría la idea de arrebatarle la vida a esas jóvenes criaturas. Tampoco a nuestros compañeros de trabajo, todos ellos tenían familias y personas que los amaban. Me parecía nefasto que Luna tome el lugar de uno de ellos y oculte su muerte. Para mi desgracia, Luna quería el cuerpo de una mujer y eso intensificaba el dilema en mi cabeza.
Opté por el consejo de Luna: buscar a personas desconocidas. Comencé a salir después de medianoche en mi auto con la esperanza de encontrar a alguna mujer caminando sola. Mi plan era simple: golpearla, drogarla y meterla en mi auto. La oscuridad de la noche seria mi abrigo, en el día sería muy difícil de concretar. Tenía mucho miedo, ¿Qué tal si alguien me veía? ¿Y si me denunciaban? ¿Y si se me pasaba la mano? No tenía ningún tipo de experiencia en secuestros, después de todo, soy una simple profesora.
No pegaba una, para mi maldita suerte siempre me encontraba con mujeres que caminaban solas. Intenté acercarme a varias, pero sin éxito, desistía de mi plan para volver a esconderme en mi auto.
No podía hacerlo, la sola idea de acabar con la vida de una persona inocente me atormentaba continuamente. Vagué por la ciudad intentando pensar, no podía fallarle a Luna, ella creía en mí.
Hace días no la veía en el trabajo, su enfermedad avanzó y comenzó a quedarse en casa. Cada vez que la visitaba me recordaba la promesa que le hice y lo importante que esto era para ella.
¿Qué puedo hacer yo? ¿Ver a mi amiga morir lentamente y no hacer nada para evitarlo? ¿Acabar con la vida de una persona inocente? ¿De qué lado estoy? Me hice estas preguntas hasta el amanecer, ya de día una idea firme vino a mi cabeza. ¡Una persona que odio! Esa era la solución.
Pensé en muchas personas, sin embargo, había una que odiaba con todas mis fuerzas: Florencia Olivares. Hace algunos años fui novia de un hombre llamado Federico y lo amé muchísimo. Él se había divorciado de su esposa, lo conocí tiempo después del divorcio y entablamos una relación. Esto no le gustó nada a su ex y mucho a la caprichosa de su hija.
Estuvimos juntos tres años, de esos años gran parte fue una tortura porque Florencia y su madre no paraban de atormentarme. Las cosas se complicaron cuando empecé a trabajar en un colegio privado, para mi mala suerte, la hija de Federico terminó haciéndome la vida imposible. En ese momento ella tenía 15 años y su papá y yo ya planeábamos irnos a vivir juntos.
Florencia era influyente en el grupo, los demás le hacían caso como si fuera una especie de abeja reina. La pasé muy mal, fue un año horrible y el acto final de Florencia casi me cuesta mi trabajo.
La pendeja convenció a un compañero para tenderme una trampa, ese día jamás lo voy a olvidar. Florencia fue a buscarme a la sala de Maestros, yo estaba sola corrigiendo unos trabajos prácticos. Se veía asustada porque Kevin, su noviecito del momento, estaba teniendo un ataque epiléptico en la sala de computación.
La seguí hasta donde estaba Kevin, no hice tiempo a razonar porque me preocupaba la salud de mi alumno que parecía estar en peligro. Florencia me encerró apenas crucé la puerta del salón, adentro estaba Kevin en ropa interior.
Estaba en shock, no entendí lo que pasó hasta que Kevin se abalanzó sobre mí arrancándome la ropa con violencia. Él empezó a manosearme, yo forcejeaba intentando librarme. La puerta se abrió, Florencia lloraba y la acompañaban los directivos. Se me acusó de mantener relaciones sexuales con un alumno. Mi mamá murió de un infarto al enterarse de la noticia.
Fuimos a Juicio, perdí a mi mamá, perdí mi trabajo y a Federico. Casi pierdo mi casa y mi título de profesora, sin embargo, la verdad salió a la luz cuando la mamá de Kevin encontró el dinero que Florencia y su mamá le pagaron para hacerme eso. Kevin confesó, yo casi lo pierdo todo y jamás recibí una disculpa.
En mi auto tenia inconsciente a Florencia Olivares, no fue difícil encontrarla y atraparla ya que siempre salía a correr de noche. Ya tiene 18 años, ha cambiado mucho desde aquel fatídico incidente.
Conduje hasta la casa de Luna, ya le había avisado en la tarde que tenía el cuerpo listo. La vi muy feliz, le encantaba la idea de tomar el cuerpo de alguien tan joven y bella como Florencia. Le dije que ese era su obsequio, ella me lo agradeció y me dijo que podía retirarme, pues era momento de realizar el ritual de posesión.
Me dirigía nuevamente a mi auto, pues la misión estaba completa. Luna iba a salvarse, la persona que tanto daño me hizo por fin pagaría. ¿Todos contentos? ¡No! No podía permitir algo así, no podía ser cómplice de una muerte por más que fuese Florencia.
Tomé del auto las llaves de la casa de Luna, había olvidado devolvérselas. Entré y todo estaba oscuro, no encontraba rastros de Luna ni de Florencia.
Astaroth y Hécate me guiaron hasta el patio de la casa, en él había un pentagrama lleno de velas negras y en el centro estaba el cuerpo de Florencia. Me acerqué a ella, seguía con vida. Cuando intenté levantarla para llevarla a su casa, Luna apareció ante mí con una larga túnica negra. Forcejeamos, me tiró al suelo y empezamos a pelear. Me vi obligada a golpearla en la cabeza con una piedra, no me fijé si estaba viva.
Escapé de ahí con el cuerpo de Florencia, el corazón casi se me sale de la garganta. Dejé a Florencia recostada en el banco de una plaza, rogaba para que ella no me reconociese al despertar.
Después de ese fatídico hecho no volví a dormir, tenía miedo que Luna se vengue de mí por traicionarla y envíe a alguna criatura infernal a matarme. Al principio dormía rodeada de agua bendita y todo tipo de símbolos religiosos, mi miedo cesó cuando me enteré que ella se fue para Bolivia.
La culpa me mataba, había defraudado a mi mejor amiga y ahora ella morirá. Me hubiese gustado despedirme de ella pero todo fue tan repentino e inesperado que no pude hacerlo.
Su casa y sus animales quedaron a cargo de Nicolás, desde los últimos acontecimientos preferí no asomarme más por allá. Él se enteró por carta que Luna se iría a Bolivia.
Capítulo V: Eclipse
Lunes, 25 de noviembre de 2001
Sol, no sé cómo disculparme antes de morir. Seguramente cuando esta carta llegue a tus manos ya habré muerto. No te culpo… intenté presionarte para hacer algo horrible y eso no estuvo nada bien. Ahora me doy cuenta de mis errores y lamento mucho todo lo ocurrido este último tiempo, sabes que te quiero mucho y que sos mi familia.
Estoy en Bolivia, decidí morir acá donde toda la maldición empezó y ahora ella morirá conmigo de una vez y para siempre. Quiero irme rodeada de cerros y naturaleza, quiero irme rodeada de mi gente y desde mis orígenes. Lamento mucho que no hayamos pasado tiempo juntas, pero te encargo más que nunca mi casa y mis mascotas. Todo lo mío ahora es tuyo, disfrútalo por mí. Ya hablé con mis abogados para que se ocupen de la parte legal y cuando menos lo esperes serás la heredera de todo.
Me iré de este mundo, rumbo al infierno a encontrarme con mi madre y toda mi familia. Los síntomas son cada día peores, no puedo moverme y paso horas durmiendo. Esto es agonizante, casi siento el beso del infierno en mi frente. Supongo que en unos días me quedaré completamente ciega, por eso no quería perder a oportunidad de escribirte y decirte todo esto.
Mi cuerpo se pudre lentamente, me arde como si me quemaran las llamas del infierno. A veces lloro del dolor, otras veces me río de mi desgracia- Tengo la sensación de que estoy cayendo lentamente en el abismo de la locura, el dolor agonizante no me deja pensar con claridad y aunque me pase todo esto no quiero dejar de escribirte.
Espero que tengas una vida feliz, que te cases y tengas hijos. Quiero que logres todo lo que yo no pude lograr en esta vida, si vos sos feliz yo también lo voy a ser. Sos la hermana y la familia que siempre quise, lo digo todo el tiempo y espero que eso jamás lo olvides.
Antes de irme quiero pedirte un favor: jamás me olvides. Cuando vayas a Liniers comprá una tantaguagua y ponela en una mesa con mantel blanco. Esto es para que yo pueda bajar desde el otro mundo, el aya marqay será mi descanso de las agonías del infierno. Te pido por favor que no lo olvides, es muy importante para mí y no tengo ningún familiar que siga nuestras costumbres.
Te agradezco por tantos años de amistad fiel hermosa, perdóname por tantas mentiras y secretos. Espero que a partir de ahora todo sea distinto, te deseo nuevamente una larga y hermosa vida. Jamás me olvides porque, donde quiera que esté, yo jamás te olvidaré.
Pd: Te envío el collar de mi madre, es lo más valioso que tengo en la vida. Mi sueño era dárselo a mi hija, pero eso no pasará. Es la virgencita de Copacabana, una de las patronas de Bolivia Cuídalo mucho, te dejo una parte de mí en él.
Te quiero muchísimo.
Luna Escalante.
Ya han pasado varios meses desde la muerte de Luna, todavía siento algo de culpa por la forma en que terminaron las cosas entre las dos. Aunque en su carta ella me expresa que no hay rencores, siento que no fui una buena amiga y que pude haber hecho más por ella. Siento que me vi obligada a decidir entre su vida y su muerte, siento que la dejé morir y esa idea me atormenta muchísimo.
A pesar de lo ocurrido, ella me dejó absolutamente todo. Sigo sin creerlo y su familia casi muere al enterarse. Pensé que dejaría todo a la caridad, siempre supe que los odiaba y que los maldecía pero no me esperaba que me pusiera a mí como su heredera. No hubo velorio, nos enteramos por carta que ella pidió ser enterrada allá en el mismo cementerio que sus antepasados. Nicolás y yo fuimos los que más sufrimos su partida, ambos lloramos hasta el cansancio y ahora, luego de meses, puedo decir que nos sentimos mucho mejor. Verlo llorar me partía el alma, pues había perdido a la mujer que más amaba y no pudo despedirse ella. Lo entendía a la perfección, compartíamos el dolor.
Debo admitir que Nicolás es muy guapo, dulce y servicial. No lo había notado antes, pero ahora entiendo por qué Luna decía que era el amor de su vida. Una situación tan triste nos hizo muy unidos y ahora no puedo dejar de pensar en él ni en el beso que nos dimos anoche cuando se fue. Al principio solo venía a casa para recorrer y buscar a Luna entre sus objetos, con el pasar de los meses esas visitas tan tristes y melancólicas se convirtieron en hermosas charlas y luego en citas románticas.
Nicolás se está enamorando de mí, continuamente me dice que lo tengo hechizado y que quiere formar una familia conmigo. Sin embargo, sé que la sombra de Luna está presente, por eso trato de respetar sus tiempos e ir despacio porque ambos estamos procesando aún su muerte. No sé cómo terminen las cosas con él, pero me siento muy emocionada y tengo fe de que será algo duradero.
Últimamente me siento muy cómoda en la nueva casa, los gatos de Luna ya me aceptan como su dueña y me llenan de afecto. Tenía planeado redecorar todo pero comenzó a gustarme el estilo de la casa, incluso empecé a usar mucha de la ropa de Luna y me di cuenta que me queda muy bien. Nunca fui de usar ropa negra y mucho menos escotes, pero lo mejor que pude hacer después de tanta tristeza es abrirme a los cambios.
Me pasa algo muy raro y gracioso: últimamente viene mucha gente desde distintas provincias a buscar a Luna por una tirada de tarot. Al principio me hacía pasar por ella, me daba pena decirle que murió a esa gente desesperada que viene desde lejos. Sin embargo, comencé a tirar las cartas y hacerme llamar “Eclipse” la Tarotista. Aunque no se nada del tema, mucha gente dice que soy muy acertada y me agradece. Lo único que hago es tirar cartas sobre la mesa y decir cualquier idiotez que se me viene a la cabeza, pero parece funcionar y generarme un ingreso extra.
Comencé a leer los libros de Luna, estoy aprendiendo sobre la magia y cómo tirar las cartas. Siento que todo esto me conecta con ella y que de alguna manera la sigue manteniendo con vida. Todo esto es un mundo nuevo para mí, Nicolás también me apoya en todo esto y más ahora que sabe toda la verdad.
Tal vez es por la conmoción, pero a veces me miro al espejo y siento que veo a Luna reflejada en él. En mis sueños soy ella y vivo cosas que ella vivió, veo cosas que ella pasó. Pude ver en mis sueños sus últimos días, la vi enferma entregándole a una anciana el collar de su mamá. Lo acepté porque me dio mucha pena ese sueño, también porque sé que es un objeto religioso y porque desde sus ojos vi que jamás me haría daño.
La vida va tomando su curso, siento que todo este fue un renacer. En unos meses iré a Bolivia a visitar a la señora Paola Hernández, ella es quien cuidó de Luna hasta su muerte y seguramente me llevará hasta el cementerio para ofrendarle a mi amiga unas flores. No se me olvida la promesa que le hice de poner la tantaguagua en el altar en el día de muertos.
Jueves 6 de octubre de 2002
Perdón por no responder sus cartas, es que adecuarme a los cambios se ha hecho muy difícil. No es fácil empezar de cero y mucho menos aceptar una nueva vida, jamás me imaginé llegando a estos extremos… pero ella me obligó a hacerlo.
También le debo una disculpa a usted, no debí obligarla a hacer el ritual de traspaso. No tuve de otra, me estaba muriendo y era mi única salvación. Espero que las heridas que le dejó mi demonio ya hayan sanado, créame que estoy muy arrepentida de lo que le hice.
Quisiera que Luna estuviese acá para ver todo esto, quisiera que las cosas hubiesen sido distintas. No tuve elección, siendo sincera la extraño mucho pero no puedo darme el lujo de mirar hacia atrás.
No sé cuál será el castigo por mis actos, pero sé que al menos me iré feliz al otro mundo sabiendo que pude vivir y librarme de esa horrible maldición. Ahora soy muy feliz, Nicolás y yo tenemos una hermosa relación y estamos planeando vivir juntos.
Por fin tengo una familia hermosa que me ama, tengo un papá y hermanos que me llenan de luz y felicidad. Me encanta la idea de tener una familia sin la horrible sombra de la muerte y sin tanta maldad persiguiéndonos. Por primera vez siento que me esperan cosas hermosas en la vida, sin embargo, me da mucho miedo mirar al pasado.
La estaré visitando en día de difuntos, necesito que hablemos seriamente de cómo seguir a partir de acá. Todavía no sé si voy a seguir mi camino mágico o si voy a dejarlo todo, decida lo que decida espero contar con su apoyo.
Ay, doña Paola… No voy a mentirle… quiero volver a ver a Sol, por eso aprovecharé el día de difuntos para intentar atraer su alma. Siento que es una deuda pendiente que tengo con ella, le debo una larga explicación y quiero saber si ella se encuentra bien. Me siento horrible por haber usurpado su cuerpo y haberme apoderado de su vida, pero la situación era crítica y era matar o morir. En fin, espero seguir contando con su apoyo.
La quiero muchísimo
Eclipse.
Es día de difuntos en el pueblo de Cochabamba, la bruja renacida camina por las calles del pueblo acompañada por el joven Moisés y su mula. Algunos ancianos en el pueblo la mira con extrañeza, cómo si se tratara de un espíritu errante. Moisés recuerda a la mujer que acompañó el año anterior hasta aquella casa en el cerro, siente cierto parecido entre la tal Sol y la señora Luna a quien conoció primero. No le menciona nada al respecto, algo en la señora Sol le genera miedo y desconfianza.
A pesar de que ella lo trata con simpatía, Moisés se mantiene distante y alerta. Luego de un largo silencio, llegan a la casa en el cerro. Moisés se despide de su extraña clienta y esta entra en la humilde casa.
La casa está a oscuras, al ingresar siente un leve olor a azufre y comienza a apretar con fuerza el dije de la virgen de Copacabana. La bruja renacida intenta recobrar la cama, llama a doña Paola y supone que a la pobre anciana le costará reconocerla con el nuevo cuerpo. Se adentra en la oscura de la casa y ve a doña Paola sentada en el piso, delante de ella hay un pentagrama con velas negras y en el centro una difusa figura blanca que empieza a tomar forma.
-Hola Luna, te estábamos esperando- le dice la anciana mientras invoca el alma de Sol en el centro del pentagrama.
La figura blanca va tornándose roja, la casa oscura se ilumina por las humeantes llamas del infierno que van tomando intensidad. Se escucha un grito desgarrador, el olor a azufre comienza a expandirse. Moisés escucha el grito pero no acude, al sentir el olor del azufre apura el paso pues en juego de brujas es mejor no meterse.
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