Es una historia diferente y reciente, sí. La historia de mi ciudad, contada desde mi testimonio de calle y reflejando en imágenes y sonido, muchas «uruguayeces» que son réplica del surgimiento de muchas ciudades de este querido país.

Nací de tierra, soy de balasto y seré de vitumen, angosta y sin veredas peatonales ni sendas especiales. 

Me formé con el paso de unos pocos que llevando a cuestas sus cosas , llegaron hasta aquí cuando el paisaje no era más que un gran bañado lleno de patos silvestres.

¿Buses? Ni ahí. Tampoco autos. Y bicicletas, menos.

La distancia con la ciudad no es mucha y eso, resultó atractivo para convertir la zona en «un lugar de preferencia» en el cual, y por ser tranquila, se podría vivir mejor en casas amplias con grandes jardines donde respirar aire más puro.

Un parque apenas nos separa de la capital y allí está mi origen.

Porque aunque poco importante soy, a fin de cuentas, la calle que nace
en el Roosevelt y llega hasta la gran avenida que lleva el nombre del
Ingeniero. El mismísimo Santiago Calcagno. El que fue dueño de la
arenera, propietario de todos los terrenos,  que  loteó y
vendió y es recordado hoy como el encargado de atraer pobladores
permanentes.

Esos que en los años cincuenta solo venían a pasar el verano, atraídos
por la playa, la arena, el silencio y… los patos. Jaj… ¡Sí!… los
patos…¡Pasar el verano cazando patos!… ¡Qué épocas! ¿no?.

CALLE DEL REMANSO, SHANGRILÁ, CIUDAD DE LA COSTA, CANELONES, URUGUAY

Me convertí en una calle de verdad y me pusieron nombre. Vi llegar con el progreso los buses interdepartamentales, el agua, la luz y el teléfono.

¡Y la gente, los vecinos! Familias enteras con niños que llegaron para quedarse, cuando eran pocos y todos se conocían. Por ellos se construyó una escuela, un liceo, un club deportivo y hasta un local para comisión barrial que fue creciendo tanto que hoy, hasta tiene un anfiteatro y una espléndida biblioteca.

COMISION FOMENTO – 2020

Vino más gente, más autos, más motos y bicicletas para todas las edades. Almacenes, supermercados e hipermercados. Farmacias, tiendas, ferreterías y comercios de todos los ramos.

Por ser transversal, todo se fue resolviendo aquí, en esta calle de apenas quince cuadras de largo y en otras cercanas con esquinas en común.

Primero fuimos el balneario Shangrilá y ahora,  una ciudad que se extiende una decena de kilómetros a lo largo de la costa y junto al mar.

En este 2020 hasta aquí también llegó la pandemia, el miedo y el encierro. Quedé desierta por días. Fue cuando los árboles comenzaron a perder sus hojas y todos se prepararon para vivir el invierno más duro jamás conocido.

ESCUELA N°167 «LIBERTADOR SIMÓN BOLÍVAR», SHANGRILÁ
LICEO PÚBLICO, SHANGRILÁ

Muchos se reinventaron con teletrabajo y en lugar de ir a la escuela, niños y jóvenes recibieron  clases virtuales.¡Sí señores! La tecnología ya esta acá y con la Internet, las tablets y los imprescindibles celulares  hoy formo parte del gran mundo moderno.

Crecí a pasos agigantados en estos tiempos, por necesidad y urgencia.Tanto, que mi aspecto cambió y mucho.

El miedo a la pandemia pasó, pero el virus sigue ahí, amenazante, sin retroceder, llevando vidas y obligando a todos a salir con tapabocas manteniendo distancia.

Son vecinos, conocidos de toda la vida que se saludan de lejos, con «adiós de mano». La sonrisa no se ve por el barbijo, pero con las miradas se dicen mucho.

Han lamentado las inesperadas muertes de Tere y de Inés y la silenciosa mudanza de Alex que, se llevó con ella la bulliciosa familia que vivía en la gran casa de la esquina con Paraguay.

En su lugar vino otra, con niños y jóvenes adultos, que optaron por tapar con esterilla sus rejas perimetrales y mantenerse aislados de todo contacto casual con los demás. Nadie los ha podido conocer todavía.

Con la primavera y después de acatar con agrado la «cuarentena voluntaria» de todos los uruguayos, en la iglesia empezaron a celebrar una única misa los domingos y para pocos fieles. Volvieron los de siempre. Todos. Todos menos Tere.

IGLESIA DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD, SHANGRILÁ

También, las máquinas y las cuadrillas de la intendencia retomaron las obras iniciadas el año pasado, por lo que intuyo que dentro de poco, tendré vitumen. Será cuando se terminen de poner los caños y se habilite el saneamiento.

No tendré más pozos, faltará la peluquería de Inés y, si Dios quiere, con la colaboración de todos, la pandemia habrá quedado atrás y vecinos,  turistas y visitantes,  volverán a la playa.

FOTO: PLAYA DE SHANGRILÁ

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS