Prone ad me miseriae.

Prone ad me miseriae.

sara.nox

12/11/2020

Soy Miguel Castel, un joven sin título, un joven con ningún tipo de fama solo un humano afectado por la producción social, solo un sobreviviente más de esto llamado “existencia” Hablar de mi vida quizás sea egocéntrico, pero quiero que sepan que todo en este universo tiene una trascendencia.

Soy del municipio de Facatativá, vivo en un barrio llamado Zambrano. Mi vida en su totalidad nunca tuvo sentido alguno, solo deambulaba las calles de Facatativá, solo iba a lugares como las piedras del Tunjo, iba a diferentes veredas, cómo Mansilla (mi favorita) allí me escabullía entre sus bosques, para presenciar diferentes estímulos naturales, como el olor de los pinos combinados con la brisa, ese sinfín de emociones, quizás… Felicidad.

A mí vida le hacía falta un sentido, le hacía falta vivir de verdad, ¡Solo lograba sobrevivir! Pero quisiera pensar que la vida trata de algo más que solo sobrevivir. Los días son solitarios, llenos de miseria, melancolía. Esto era el día a día, lo único que hacía especial mi ser, era mis caminatas a esos lugares inéditos, a esos lugares que deslumbran mi existencia. Realmente el sentimiento es indecible. .

Pero mi vida tomó un giro inesperado, algo inexplicable, algo que la naturaleza humana vive, pero no siente.

02 de enero del 2017, me dirigía a mi lugar más recorrido, la vereda Mansilla, iba con mi tipo de realidad, solo caminaba allí para escapar de mi propia mente. Ese día, la vi, allí sentada leyendo su libro favorito “El túnel de Ernesto Sábato” quizás no logran entender ese sentimiento tan inefable que se produjo en ese instante. Ella irradiaba luz ese día, sus energías brotaban con el simple hecho de mirarla, observarla, su pelo castaño con rizos en las puntas, su piel blanca, sus ojos color marrón, su piel bien cuidada se unen para crear un museo completo de arte abstracto, eran tan simple de apreciar, no tenía complejidad alguna, no se veía afectada por nada, su vida era feliz. Pero, se levantó y se fue, no tuve el atrevimiento de acercarme y hablarle, la dejé ir. Ese pequeño lapso de inexplicable felicidad se había ido, cómo siempre me pasaba.

El 10 de febrero del 2017, volví a dirigirme al lugar, me mataba la incertidumbre, no estaba seguro de encontrarla de nuevo, pero existían rasgos de positivismo en ese momento. Lleve café, y música en mis oídos para alejar los pensamientos negativos. Llegué al lugar, y tristemente no estaba allí, no la encontré, ese día se tornó sombrío, se había ido.

Seguí yendo durante cuatro meses, nunca la volví a ver, fui a diferentes veredas, pensé que quizás a ella le gustaba variar, fui a pueblo Viejo, fui a la Tribuna, a los Manzanos, y a Moyano. Relativamente a todas, pero no la encontré. Cada vereda cargaba con una perfección distinta, las comunidades, sus olores, sus paisajes, diferentes lugares para crear un sinfín de palabras, no podría definirlo con exactitud, pero si me preguntarán, diría que son arte, verdadero arte.

Me rendí de buscar, sabía que la felicidad era efímera y que es muy difícil que sea eterna, así que solo lo comprendí. Mi vida solo era un calco de sucesos que solo indicaban tristeza y soledad, así era mi realidad.

El 3 de julio del 2017 se celebraba el cumpleaños del municipio, gran lugar para alguien como yo. Ese día la casa de la cultura haría una exposición de arte abstracto, obras realizadas por los aprendices y maestros dedicados a esto. Es día fui allí con la intención de disfrutar de la imaginación, de la perspectiva y realidades de diferentes humanos, fui para sentir el olor a pinturas derramadas en lienzos, para crear “arte”, era emocionante. Al cruzar la puerta, allí estaba ella, presenciando una obra de arte, me exalte de un modo violento, me llene de felicidad de nuevo, fui osado y me acerque, la saludé y ella no se quedó callada…

Pasamos todo el día juntos, hablamos de cosas que nunca imaginé intercambiar con alguien, su nombre era Violet Fiódor. Ese día hablamos de su vida, de la razón por la que estaba en esta ciudad, de sus estudios, de su familia y cosas por el estilo. Sin mentirles ese día nuestra vibra conectó, fue como si el universo nos reuniera. Pero ¿saben? No solo Facatativá estaba de celebración, mi ser, alma y cuerpo celebraban el hecho de que Violet existiera, su sola presencia basto para restaurar todo lo destruido en mi ser, ese día el universo me dio el regalo mas grande del mundo, una persona tan espectacular como Violet, ¡gracias universo! Acabando el día y la celebración del cumpleaños de Facatativá, me pregunté si la volvería a ver, y me dijo que si. ¡La encontré cuando dejé de buscarla!

Este no fue el último día juntos, pasamos mucho tiempo juntos, escuchamos música juntos, comimos juntos, fuimos a veredas juntos, ayudamos a la caridad, dimos comida al pobre, pintamos juntos, fuimos a conferencias, estuvimos en el parque arqueológico, estuvimos bajo la lluvia sin pescar ningún tipo de gripe, fuimos a explorar, acampamos, las noches estrelladas se hicieron aún más hermosas, su olor se impregnó en mi cada vez que la dejaba en su casa, no durábamos más de dos días sin estar juntos. Ella me daba felicidad, su ser reflejaba todos los colores y sabores juntos. En los días oscuros estuvo conmigo, el tiempo a su lado nunca existió la oscuridad, todo era luz a su lado, volvía a mi alma las ganas de soñar, la motivación se apoderó de mi, me renové, gracias a una sola persona Violet Fiódor. Pasamos quizás los mejores momentos de nuestras vidas juntos, yo amaba a Violet, la amaba con todo mi ser, y ella me amaba a mi, ella usurpo en mi vida, y construyó dentro de mi un universo paralelo al de ella. Quería pasar toda mi vida junto a ella, coexistimos juntos, todo fue completamente recíproco. Definitivamente había alcanzado la felicidad.

Pero saben, todo es perecedero, y contraproducente.

El 20 de diciembre del 2017 me llegó una carta de Violet que relataba lo siguiente:

Hola, querido Miguel, se que será difícil así que hoy vengo a despedirme. Hace tres años me detectaron cáncer cerebral, el tratamiento nunca funcionó para darme larga vida, este es mi último año y quería estar en una ciudad como esta. ¿Quién diría que encontraría al amor de mi vida? Miguel Castel, solo hay palabras de agradecimiento, gracias por brindarme seguridad, gracias por hacerme sentir viva, tú existencia es una creación perfecta. Recuerdo aquel día que me hablaste en la exposición de arte, mi vida no tenía rumbo alguno, pero tú me diste uno. Gracias por mostrarme a Facatativá, revelarla en su máximo esplendor, gracias por hacer de su cultura la mía, los paseos por las piedras del tunjo, nuestras visitas a diferentes veredas, las tardes en la casa de la cultura. Infinidad de momentos llenos de arte. Eres luz en un túnel oscuro y solitario, eres todo el universo reunido en un ser humano. El tiempo es efímero, no da espera. Lamento tener que decir adiós, se feliz por toda una eternidad. Con amor; Violet.

En fin, la muerte es lo único que el empirismo no puede descifrar, la muerte es el único acaecimiento que no tengo en significado, la muerte es la única manera de entender la vida. Se fue, se fue de mi vida, se fue de este mundo, se fue a ser más feliz, sin saber, que me llenaría de tristeza, de miseria y un dolor profundo, que durará siempre, la insatisfacción apretada a mí alma. Ella me enseñó la verdadera felicidad, me enseñó que el lugar más insignificante puede estar lleno de arte si así lo quieres transformar. Jamás dejaré de amar a aquel ser que hizo que mi vida tomara otro camino, le agradezco al universo, por otorgarme la preeminencia de ese ser de pelo castaño.

Aun así, no deje de divagar por las hermosas calles de esta ciudad, mi querida Facatativá. Ahora que prevalece mas en mi vida, ya que abundan los recuerdos con mi amada Violet, los lugares empiezan a ser más hermosos, el recuerdo de su cara llena de felicidad, se impregna a mí ser, me llena de ganas de soñar, ganas de seguir viviendo. Llevare siempre conmigo el recuerdo de aquél ser que me dio la oportunidad de ser feliz.

Hasta vernos de nuevo.

Miguel Castel.

Escritora: Sara Giraldo Flórez

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