¿Era posible?

Entras en la habitación. Hueles a tabaco. Me das un abrazo. Dices que no podías hacer más de lo que hiciste. Me vuelves a abrazar. Esta vez dura menos que la anterior. Retrocedes y te coges la cabeza con preocupación. Vuelves a verme y tienes los ojos llenos de lágrimas y mentiras. Lo noto. Sabes que lo noto. Me das la espalda mientras dices todo lo que pasó. El monólogo va adornado de un tono que pretende hacerme cambiar de opinión. No lo conseguirás. Lo sabes. Pero eres de los que muere intentando, ¿verdad?. Y morirás.


¿Era posible en tu cabeza engañar a la madre de tus hijos con su propia hermana?

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