Y de repente nos prohibieron los abrazos. No podes ir a la casa de tu madre. Menos a visitar a tu abuela. No se te ocurra reunirte con amigos. Salir a caminar ya no se puede. El viciado aire nos va a matar alerta el noticiario. La seguridad paranoiquea a las señoras de vereda baldear. Hay que esconderse si no caminas con los papeles correspondientes.
Siglo veintiuno y el avance de las tecnologías tenia que justificarse de alguna manera. «Besos por celular» rezaba una vieja canción de Divididos. Charlas y abrazos por cámara. Detrás del monitor estas más seguro. Las calles vacías alimentan y oxigenan el medio ambiente. Los animales silvestres están en paz. Algo positivo tiene que haber dicen.
Quien sabe. La reducción poblacional tiene sentido. ¿Tan descabellado es creer que alguien quiere que esto pase?. El virus provocado (o no) esta instaurado. El mundo es un mercado donde se marcan los precios. La máquina de crear papeles con valor maneja a los seres humanos. Y los dueños de la máquina tienen el poder. Pero Batman y Superman no pueden hacer nada esta vez.
Obedecemos siempre sin detenernos a pensar. Sin jamás cuestionar al titiritero. Ese que no se ve. Y una vez más hay que escuchar al líder de opinión. Porque somos riesgo para el prójimo. Somos culpables si alguien se va. Si se enferma. O lo enferman. O no es tan real. Tal vez, definitivamente, jamás nos enteraremos. Pero los muertos existen. Y la libertad se nos va.
Carlos David Rodriguez
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