Tengo noticias.

Conseguí trabajo en
buenos aires, no voy a volver.

Y así fue como un
balde de agua helada me caía en la cabeza. Sin ninguna razón. No
existía la mas mínima razón por la cual mi estomago se moviera así
cuando leía esa frase.

Que se necesita para
sentir eso hacia otra persona, cuando de golpe entendés que aquella
despedida realmente fue la ultima. Que no habrá reencuentro.

Igual esta es una
historia repetida, despedidas así ya habían pasado varias, esta era
la tercera. Siempre con la misma sensación amarga que no se debe
sentir lo que se esta sintiendo.

Entiendo de mi parte
que no estoy en la mejor posición, con una relación quebrada y al
borde del abismo esperando el empujón final. Pero eso a mi no me
importaba.

La primera vez, las
cosas fueron claras desde el principio, vos lo repetías todo el
tiempo “me voy a Australia”. Ya con las reglas marcadas, jugamos
a encontrarnos de vez en cuando abajo del sol de verano. Habíamos
convivido casi 20 años en la misma ciudad, con amigos parecidos, con
fiestas en las que quizás nos cruzamos, o puede ser que nos hayamos
sentado a mesas de distancia en un bar.

Nunca nos conocimos.
Es una de esas que al destino no le perdono, no le dejo que entre
tantas cosas que tejió a lo largo de los años no nos haya
encontrado en una esquina, no nos haya puesto un amigo en común que
cumpliera años. Conocí a a tu hermano, pero de lejos y sin cruzar
palabra.

Llego el final del
verano y como había sido planeado las despedidas se dieron en tu
auto, frente al lago, vos tenias cara de querer terminar ese tramite
que yo le daba una formalidad que vos no compartías. Para mi era
algo, para vos no tanto. Igual no te culpo, tengo un problema y es el
de hacer un mundo de las pequeñas cosas. Y esta no era pequeña. Te
di una carta, que supongo que esta en la lista de cosas que mas me
arrepiento. No había necesidad de eso, por empezar porque el siglo
19 ya había pasado y porque nadie entrega una carta después de 4
veces de verse las caras. Para mi en ese momento estaba bien y no
importaba. Te dije que fueras feliz y me dijiste que lo eras. Y con
esa frase me baje del auto. Para siempre.

Pero los para
siempre a veces tienen definiciones distintas. Y nos volvimos a ver,
esta vez en Europa. La posibilidad de verte nuevamente me fascinó
tanto que cruce el viejo continente para solo verte y no mas que eso.
En esta segunda vez solo tuvimos una semana, quizás mas intensa,
quizás menos. Cuando uno viaja las cosas se sienten multiplicadas.

Nuevamente la
despedida, esta vez un tren. Esta era la definitiva la final que nos
separaría para siempre y nos dejaría solo con recuerdos de los dos
o por o menos a mi. Si hay algo que nunca entendí fue si eras igual
de intensa que yo en ese sentido.

Estaba convencido
que no te vería mas, te dejaba en un continente y yo me iba a dar
vueltas por ahí. Me enteré que te volvías a Buenos Aires y
realmente mis planes no incluían esa ciudad.

Pero aparece quizás
el destino nuevamente, que hizo todo lo que no hizo en la
adolescencia. Y endemia mediante, hizo que nos encontremos en la
misma ciudad nuevamente, casi tres años después de la primera vez.

La tercera fue una
noche y una tarde. A medida que pasa el tiempo los instantes que
coincidimos son cada vez mas efímeros. Será algún tipo de vieja
ley no escrita, que dice que a medida que se fuerzan los
acontecimientos, el tiempo que se puede coincidir es menor. Quizas,
no lo se realmente.

Y nuevamente la
despedida. Esta vez sin contacto, sin carta, sin abrazo. Solo la
mirada mantenida queriendo hacer todo pero sabiendo que ya nada se
podía hacer. Que a veces es mejor dar la vuelta y alejarse, dejar de
pensar que vivimos en una novela de esas de abrazos bajo la lluvia.
Dejar de pensar que la vida es una linea.

La vida es un
embrollo gigante, donde, si se tiene la dicha de coincidir hay que
disfrutarlo hasta el último suspiro, porque uno nunca sabe cuando
sera la ultima de las despedidas.

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