Luego de ver que todo el mundo dormía, Adrián no tuvo mucho lugar para pensar, no sabía qué hacer, todos estaban ahí y él no, no le estaba sucediendo nada.
Alzó su mirada al cielo oscuro y se elevó aún más, se detuvo luego de 10 segundos y empezó a recorrer el mundo sin ninguna idea clara en su mente, viajaba 220 km/h hacia el este, todo en línea recta hasta llegar a una playa que le dejaría ver el océano pacifico; se quedó a contemplar un poco aquel paisaje, la noche era muy calmada, apenas se escuchaba las olas golpeando las rocas y la luz de la luna, las estrellas, por primera vez el mundo estaba libre de la luz artificial que producían las ciudades.
Tras ver el horizonte oscuro se movió, esta vez un poco más lento, pequeñas lagrimas recorrían sus mejillas, pero no estaba triste, estaba confundido, impotente por no poder hacer nada, esta vez ya pensaba en algo, recuerdos de su madre, de su hermano, de las personas siendo felices antes de eso, y del gesto de su amigo.
Ya empezaba a amanecer, y mientras el sol salía de nuevo vio una pequeña isla, que cada vez se hacía más clara, a su izquierda había una pequeña montaña cubierta de vegetación que empezaba a levantarse con los primeros rayos del sol.
Adrián decidió acercarse, se detuvo justo en el punto más alto de aquella montaña en donde podía ver toda la isla, se detuvo y pensó.
(Adrián) – De esta forma no voy a poder hacer nada, ni siquiera buscarlo, debo hacer algo, pero, ¿qué? – lo decía con un tono un poco molesto.
Veía la isla con una mirada un tanto melancólica, vio ese amanecer y entonces se dio cuenta de que si el aire podía hacer caso a sus pensamientos entonces los demás elementos del planeta talvez también podrían hacerlo.
Se dirigió a un lugar de la isla donde había mucha arena ámbar y poso sus pies sobre ella. Miro la arena, el mar, y extendió su mano, intentaba que la arena se levante, como si se pudiese acumular y formar un pilar.
(Adrián) – vamos, por favor, tú puedes hacerlo, hazlooo – gritaba.
Sin embargo no hubo respuesta, estuvo así por al menos 10 minutos, su brazo temblaba por la fuerza que hacía, no estaba logrando nada.
Se sentó, y solamente miro, pensando en lo que quería hacer, y entonces funciono, la arena se levantaba, se levantaba y formaba aquel pilar, eso que él estaba pensando y que su fe estaba logrando, se levantaba poco a poco y él también se puso de pie; entonces el pilar se desmorono, pero se dio cuenta que no se trataba de fuerza, se trataba de su espíritu, después de todo él seguía siendo un ser humano.
Entonces sonrió, sus ojos volvían a brillar.
(Adrián) – jajaja, debo entrenar, sí sé que debo hacerlo – decía mientras en su rostro se veía una felicidad muy grande como si un niño en su cumpleaños.
Durante los siguientes días siguió entrenando, haciendo todo tipo de estructuras con la arena, perfeccionando su técnica de vuelo, el aire cada vez respondía mejor a sus pensamientos, era más preciso en su aterrizaje y más ágil entre obstáculos, lo árboles, los muros, la naturaleza le empezó a servir como material de entrenamiento.
Los animales que habitaban la isla lo veían como volaba, y empezaron a acompañarlo, los pequeños alces corrían a su lado mientras el sobrevolaba casi tocando el suelo y la vegetación, parecía como si ellos supieran quien era en realidad Adrián.
Sin darse cuenta no había comido, ni bebido, ni dormido durante 15 días, pues él no estaba cansado, solo quería seguir perfeccionando.
Para el amanecer de un lunes decidió salir hacia el mar, esta vez mas entrenado, más rápido y más preciso, voló sobre él y se alzó a unos 200 metros de la superficie y se dejó caer, respiro profundo y cerró los ojos; cuando ya estaba sumergido los abrió y pudo ver con mucha claridad, veía cada parte del océano como si estuviese el sol mismo dentro de él, los peces y los arrecifes nadando, el agua era demasiado clara; sus ojos sin darse cuenta por primera vez cambiaban de color a azul, un azul oscuro.
Adrián sentía mucha calma al estar sumergido, su cuerpo no sentía la presión del mar, ni tampoco necesitaba respirar, piso el fondo de arena muy clara y los peces empezaban a rodearlo, las tortugas que estaban quietas entre los corales lo veían.
(Adrián) – Enserio está sucediendo esto – pensaba mientras volteaba su mirada hacia arriba
Entonces corrientes marinas pequeñas empezaron a rodearlo, y empezó a moverse a través del mar, se movió hacia la superficie cada vez más rápido, salto y el viento lo tomo, se elevó cada vez más y más alto hacia el cielo mismo, sobrepasando ya la troposfera hacia la estratósfera y mesosfera, y en la termosfera el viento ya no pudo sostenerlo, vio un poco a su alrededor, toda esa inmensidad de mundo que lo rodeaba.
Adrián en ese momento se sintió calmado y feliz, había mucho silencio, y empezó a caer de apoco, giro su cuerpo y fue en picada hacia el mar, el viento lo empezó a seguir y caía, justo antes de llegar al mar se levantó y al agua a su alrededor formo una onda, como si una gota de agua cayese sobre un estanque.
Adrián suspiro y empezó a respirar, una sonrisa se dibujaba en su rostro, pues entendió que no solo era el mar o el aire o la arena, comprendió que todo el planeta estaba con él.
(Adrián) – Esto es sorprendente, vamos a hacerlo bien chicos, vamos a salvar a todos – les hablaba a los elementos mientras sonreía un poco.
A partir de ahí Adrián siguió entrenando con los elementos del planeta, en bosques, en desiertos, en los polos norte y sur, con los animales que parecían entenderlo; con la esperanza de que aquel tipo de la televisión se diese cuenta de su existencia, de que él estaba para hacerle frente con todo el planeta, estaba seguro de que recuperarían juntos la vida que callada aun dormía.
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