El diálogo parco

Equivocdamente pensé que tardaría más en visitarme. Sin saber si era o no invento mío, me preguntaba por qué ello y no otra cosa. Buscaba algo y sin saber qué, sabía la solución estaba allí, en «la cosa». Ojalá fuese tan simple, como vestirse de azul. Una vez más voces internas habitaban su soldedad. Inspirada por la suciedad de su espejo se preguntaba por qué la gente sentía normalidad al intercambiar contradicciones entre sí, qué se debía hacer al escuchar aquello denominado chiste o por qué la verdad era ofensiva, más aún, por qué no existía un reloj universal. A punto de limpiar el espejo algo le condujo a dejarlo así, sin saberlo, ver las marcas de su cabello le generaban tranquilidad, similar a vestrise de azul pero mucho más consoladora, parecida a cubrirse las orjeas pero más libre, semejante al olor de tierra morjada pero con cierta de opacidad, afín a su infancia pero con menos angustia y ante todo, equiparable con el orden. Aún así las cosas perecían poco ordenadas, los vestidos de azul eran tan pocos que era imposible perderles de vista al asomarse por la ventana. Recordó la palabra amigo mientras replicaba la expresión de su maestro, en eso su mirada se desvió hacia su fotografía, por mas absurdo que fuese -el concepto- pensó libertad y poco tardó en notar que era libre de todo menos de si misma. De pronto apareció aquél, que si bien no era su amigo le había acompañado como uno. Apareció por primera vez alrededor de los ocho años, la visitaba por las noches -siempre en días de escuela- y bastaba con dudar para que se marchara. Regresaba de vez en cuando, con frecuencia disfrazado. Cuando llegaba, solía pensra en su maesto, imaginaba su opinión, la cual nunca llegó a comprobar; por más libre que fuese, ello estaba basado en una sociedad concervadora cuya presencia era notable, dentro de la cual habitaba aquello que nos han enseñado a todos, los jucios. En este caso, se trataba de un juicio particular, aquél que traduce el deseo de ser libre del esclavo de la libertad como demencia. Una y otra vez pensaba en la ironía de ser libre para crear a seres libres menos de ser libres. Se imaginaba cómo fueron aquellos cuya libertad les alcanzó para negarle la libertad a la libertad. Cuando le vistaban y le invitaban a algún lugar, prohibido por la sociedad, cerraba la puerta y despertaba al siguiente día, siempre con la duda de si algún día llegase a tener la suficiente libertad para aceptar.

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