EL océano estaba agitado, las olas enormes golpeaban al estribor del barco intentándolo virar, la lluvia empezaba a ser monstruosa; lo cierto es que, hacia temblar a cualquiera, era como si el mar y el cielo quisieran terminar con la misma existencia.
El capitán ordena detener los motores que ya fallaban y esperar a que lo malo no suceda, 60 personas a bordo, 60 hijos, padres, hermanos, tíos; su vida podía extinguirse.
Desde la sala de comunicaciones se envía un mensaje de auxilio esperando que alguien en la costa lo escuche, un mensaje que decía: Ayuda, Ayuda, los motores del barco no funcionan y la tormenta es muy grave, estamos en el atlántico sur a -28.34 grados sur y -11.87 grados oeste, ayuda somos 60 personas.
El tiempo empezaba a correr, el frio en solitario podía matarlos y la noche era cada vez más oscura.
Cerca de la costa el mensaje fue escuchado por un navío de la guardia costera, sin embargo, solo podían hacer eso, escuchar, pues el rescate era imposible.
(Soldado) – Señor! – dice el soldado al oficial a cargo.
(Oficial) – Si! – responde el oficial un poco exaltado por la preocupación que emanaban los ojos del soldado.
(Soldado) – hay un navío que necesita un rescate, está muy lejos señor.
(Oficial) – dame las coordenadas.
(Soldado) – -28.34 grados sur y -11.87 grados oeste
(Oficial) – cuantas personas hay?
(Soldado) – 60 almas a bordo señor.
(Oficial) – está bien, todos a trabajar!, preparen el rescate.
(Soldado) – pero señor!
(Oficial) – aunque sea tarde vamos a llegar.
A 8 mil kilómetros de distancia el guardián presentía lo que sucedía, sabía que había personas en peligro y sabía que no podía exponerse, pero, ¿qué hacer?
Se sentó en el filo de su cama y pensó durante unos minutos.
(Guardián) – tal vez importa que sepan de mí, tal vez debería dejar que suceda, no es mi problema, o sí ?, pero claro, es que, si me ven, esto no debería pasar, ¿ellos deberían resolver sus problemas, como siempre verdad ?, mucha gente ha muerto antes, no se puede salvar a todos.
Durante unos minutos más se quedó viendo el suelo de su habitación con sus ojos que no pestañaban, sin expresiones en su rostro, casi pareciendo no estar vivo.
(Guardián) – Debo, no importa lo que suceda, antes yo no estaba, ni tampoco podía hacer esto, creo que si tengo la posibilidad debo hacer algo.
Abrió la puerta de su armario y tomo una camisa negra, un pantalón negro, luego tomo sus zapatos más cómodos y se puso todo.
Abrió la ventana de su habitación, aun con dudas de lo que estaba haciendo y se lanzó del edificio cerrando sus ojos. El viento lo empezó a envolver, las ráfagas de aire hacían que su cuerpo poco a poco empiece a levitar y entonces se alzó entre los edificios hacia las nubes; más rápido que cualquier avión construido hasta la fecha viajaba a través de la oscura noche, no parecía sentir frio, su mirada estaba siempre al frente y en menos de 10 minutos había llegado al lugar.
Se quedo un momento entre las nubes, pensando en si de verdad debía hacerlo, rescatarlos, bajar ahí y que lo vean.
(Guardián) – Enserio vamos a hacer esto – dijo, al parecer hablándole al viento y con una mirada muy brillante, casi sonriendo un poco.
Aún él no tenía conocimiento sobre lo que realmente podía lograr con sus poderes, si bien es cierto podía detener la tormenta, pero ella era muy fuerte y él no tenía aún un control tan alto.
Lo que hiso fuer bajar entre la oscuridad de la noche y tratando de ocultarse entre las gotas de lluvia; entonces lo vieron.
– Señor – dijo un tripulante, que desde babor veía una figura de un chico en lo alto del cielo, y un poco anonadado sobre lo que estaba sucediendo alzo su mano hacia él.
Todos los demás tripulantes volvieron sus miradas hacia el cielo, en ese momento ya no había lamentos, no se escuchaba nada mas allá que las olas golpeando el barco.
Poco a poco el guardián fue bajando hacia el barco, y sobre cubierta poso sus pies, entonces el viento dejó de abrazarlo.
(Capitán) – quien eres! – le dijo el capitán con una mirada un poco temerosa, tal vez por el sentimiento de muerte más que por él mismo.
(Guardián) – señor, ya están a salvo – dijo con una mirada un poco preocupada.
(Capitán) – tu eres la ayuda ?, eres solo un chico; ¿porque viniste del cielo? – le gritaba y el silencio se cortó.
(Guardián) – No puedo responder eso, pero por favor hagan lo que les voy a decir.
(Capitán) – por qué ?, ¿porque debemos confiar en ti?
(Guardián) – No necesito que confíen en mí, no estoy aquí para eso, solo puedo salvarlos si ustedes quieren, si ustedes se aferran a la vida misma.
Entonces el guardián miro al cielo tratando de buscar una respuesta, una idea sobre lo que debería hacer para salvar a esas 60 personas, el frio estaba empezando a matarlos.
(Guardián) – ok, haremos esto contigo – le hablaba al viento.
(Guardián) – sé que sabes lo que pienso, así que hazlo tal cual.
Entonces el viento empezó a envolver a la tripulación asustada, a través de sus dedos, de su cuerpo.
(Guardián) – suéltense de la barandilla – les grito a todos, con una seguridad imponente.
(Capitán) – no, por qué ?, ¿quién demonios eres ?, ¿que nos estás haciendo?
(Guardián) – solo confíen por favor, confíen en la vida – les grito con un ceño fruncido en su rostro y una lagrima cayendo de su ojo izquierdo.
Poco a poco el guardián se empezó a alzar de nuevo, y el viento empezó a alzar a todos tripulantes, empezaban a confiar y soltarse, y en un instante todos estaban en el aire, sin poder decir nada, sin que salga una sola palabra, solo un sentimiento de paz.
(Guardián) – los llevaré a la costa! – les dijo, con una mirada un poco melancólica, pues estaba sintiendo algo muy extraño en su corazón.
Durante una hora de viaje y con el sol saliendo viajaban hacia la costa, nadie podía decir nada, solo veían hacia alrededor, con un poco de paz en su corazón, como si estuviesen en el mismo cielo.
Al llegar a la playa el viento los dejo caer sobre la arena, los primeros rayos del sol mañanero los calentaban, y el guardián aún estaba en el aire.
(Guardián) – Ahora están a salvo, disfruten sus vidas y nos volveremos a ver si así debe ser – les dijo sonriendo y con sus ojos brillantes.
Nadie dijo nada, solo lo miraban y él se iba perdiendo entre el horizonte, con su ropa y su cabello mojado por la lluvia, se fue.
Para cuando la guardia costera llego al navío este ya se había hundido, no había nadie, ni un solo rastro de vida humana, pensaron que todos se habían hundido. Entonces una noticia se escuchaba, 60 personas aparecieron en la costa, no había explicación.
Nadie les creyó a esas 60 personas, nadie creyó que un chico bajo de los cielos y que con el viento los salvo; esa fue la primera vez que alguien vio al guardián, que vieron sus ojos.
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