Aguanté tantas noches escuchando tú llanto, las horas que mirabas el horizonte, las quejas con tú Dios reclamándole por tú vida amorosa, las malas caras a mis amigos, tus canciones dedicadas, las cursis cartas de amor, cada momento que querías plasmar en fotografías, las aburridas reuniones familiares, los viajes largos sin rumbo, las tardes del café es nuestro lugar favorito, la puesta del sol en la playa, tus hermosos ojos a la luz de la luna, esos labios que eran el mismo cielo, tus brazos que me daban paz, tú cintura que robaba miradas, las llamadas a media noche, tus borracheras y cada tabaco encendido. Juro que lo hubiera aguantado, pero ese susurro en cada copa de cerveza de aquel nombre que no era mío, pensé que con el tiempo olvidarías ese nombre, pero no fue así.

Valió la pena vivir esto, pero nunca fui el dueño, siempre fui un tercero invisible en tu vida.

Por eso y más, me voy.

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