Blaze! Capítulo 81

Capítulo 81  Distintos viajes para un mismo destino.

No muy lejos del lugar donde Blaze se encontraba…

Si mis predicciones no fallan, debería encontrar a esta niña cerca de acá –dijo Starmancer, observando al cielo despejado, ataviado en su larga capa negra y protegido además con unas hombreras, pechera y avambrazos metálicos del mismo color—. Blaze no se esperará para nada esto, ¡jeje!

Repentinamente, un hombre vestido completamente de blanco salió de la espesura del bosque y se puso frente a Starmancer, cerrándole el paso. El mago que ya no portaba su guadaña agarró la empuñadura de su larga espada, aprestándose a desenvainarla en caso de percibir malas intenciones en el rubio hombre.

¿Así que también estás buscando a Blaze? –dijo Echleón, encendiéndose una luz verde con pequeños destellos en su mano izquierda.

¿Acaso tu eres…? –preguntó Starmancer sin dejar de estar en posición ofensiva, murmurando—. Perdóname, Blaze. Creo que te dejaré sin venganza…

Starmancer hizo un amago con su espada, cerrando el ojo derecho mientras se abalanzaba sobre Echleón, acumulando energía mágica en el cristal que residía dentro de su globo ocular desde el enfrentamiento final que ocurrió dentro de El Durmiente, disparándola a toda velocidad en dirección al enemigo de Blaze. Varias aves huyeron del lugar del enfrentamiento, oyéndose un masculino grito que duró muy poco tiempo, ahogándose para dejar paso a la calma.

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¡Listo! Ashley quedó en buenas manos, tendrá varios hermanos para divertirse antes de volverse una vieja de mierda nuevamente –dijo Blaze, revisando el botín que se adjudicó después de dejar a la recién nacida en la vivienda de su nueva familia—. Ahora, a buscar un buen herrero.

Blaze recorrió la ciudad en búsqueda de quien pudiese ajustar sus hombreras y finalizar la empuñadura de su nueva espada, entrando en una fulgurante y caldeada vivienda en las afueras de la pequeña urbe.

¿Hola? Necesito alguien que arregle mis hombreras y que termine mi espada –dijo Blaze, quedando tiznada por una negra nube que salió del interior de la casa, limpiándose el rostro con las manos.

Para eso estamos –dijo el herrero mientras templaba un trozo de metal, siendo ayudado por su aprendiz—. Le tomaré las medidas, estará listo en dos a tres semanas.

El herrero se sorprendió por el tamaño de Blaze, acercándose a ella mientras encargaba algunas tareas a su discípulo.

Aunque puede ser menos tiempo… –dijo el herrero al ponderar más de cerca a la muchacha—. ¿Son muy pesadas?

No, me sirven para mantener fuerte mi parte baja, sólo me quedan demasiado sueltas para protegerme correctamente –respondió Blaze, depositando dos pepitas de oro sobre una mesa cercana a la entrada—. ¿Puede demorarse mucho menos tiempo?

¡Jajajajaja, claro! Pero eso no suple todo el trabajo que tengo pendiente y que debo entregar antes que las cosas que necesitas –dijo el herrero, viendo como Blaze recogía calmadamente las pepitas y sacaba una tan grande como una manzana, dejándola sobre la mesa—. ¿Es real?

Tanto como nosotros dos –respondió Blaze, agarrando la roca dorada para lanzársela al hombre—. ¿Tenemos un trato?

Por supuesto –dijo el herrero, revisando el oro “falsificado”, incapaz de percatarse de su procedencia alquímica—. Chico, deja lo que estás haciendo, vamos a atender a la señorita.

Gracias… –dijo Blaze, temblándole la ceja derecha, no sabiendo cómo reaccionar ante tan amable epíteto.

Blaze revisó las instrucciones que Ashley le había dejado dentro de su libro, arrancando las correspondientes páginas, guardando lo que serían las instrucciones necesarias para culminar la guarda y la empuñadura especial de su espada. Las páginas también tenían recetas para alimentar al colmillo convertido en arma, para mantenerla viva y volverla más fuerte y afilada que el hueso con propiedades mágicas que lo conformaba.

Entonces, debe insertar metal sin destruir esta vesícula para formar la empuñadura, debe detenerse después de insertarlo para poder alimentarla y así evitar que se muera –dijo Blaze al finalizar de leer las instrucciones escritas por Ashley, sacando el hueso afilado de su vaina para mostrárselo al herrero—. Tenga cuidado con el veneno, no tengo idea si tiene antídoto o no.

¿Esto es en serio?, ¿es el colmillo de un animal mágico? –preguntó el herrero, revisando con cuidado el afilado hueso, viendo como salía un poco de veneno por el filo de la inconclusa espada, alejando rápidamente su mano.

Sí y vive no muy lejos de acá, lo que no significa que puede manipularla mal y matarla, el bicho casi me mató después de cercenarle la cabeza –dijo Blaze, sorprendiendo al hombre por su valentía de atacar al animal para arrebatarle una de sus cabezas y el peligroso colmillo—. ¡No pienso arriesgarme nuevamente, trabaje con cuidado según estas instrucciones y todo estará bien!

La muchacha aprovechó el oro que tomó prestado para alimentarse debidamente, nutriendo su famélico y desnutrido cuerpo que las manzanas apenas pudieron mantener de pie, además de buscarse un lugar barato para quedarse por las noches mientras esperaba a que sus hombreras y su espada estuvieran terminadas.

Después de una semana de intenso trabajo y detenciones obligadas, el herrero logró terminar el arma de Blaze sin matar el colmillo y sin envenenarse. La empuñadura se introdujo por el interior del hueso dental para darle firmeza, encerrando la vesícula venenosa dentro de una caja con tapa para posibilitar la alimentación de la palpitante carne viva de la espada. Blaze desembolsó un poco más de oro para bañar la guarda, concediéndole un poco más de elegancia a su arma, la que esperaba fuera su espada definitiva.

Nunca pensé en llegar a hacer un trabajo de este tipo, ha sido una gran experiencia y un alivio, hubo varias ocasiones en las que pensé que me había envenenado… –dijo el herrero, feliz por haber terminado el arma y por el resultado final de sus dos trabajos—. Las hombreras fueron fáciles.

Ni que lo diga, ya estaría muerto, no sé qué tan rápido actúa este veneno, aún no lo veo en acción. Es un arma frágil, pero letal –comentó Blaze, guardando el arma en su vaina y calzándose sus ajustadas hombreras—. Las hombreras ya no se moverán a todas partes al luchar o correr, ahora es más gruesa también, veo que reutilizó lo sobrante para reforzarla. Gracias.

La maga se despidió del herrero y su discípulo, retomando su viaje de preparación para enfrentarse a Echleón, con su destino fijado a cierto lugar que le habían recomendado poco tiempo atrás. Lejos de allí, frente al océano, la hechicera controladora del agua seguía con su ambiciosa búsqueda.

He revisado en todos estos sitios y nada. Debo hallar otra forma para sumergirme sin tener que recurrir a las sirenas, ya acabé con casi todas las presentes y las que lograron escapar dieron el aviso a las otras, no caerán en mis tretas nuevamente –pensó Hänä mientras observaba un mapa del fondo del mar de propia manufactura, tachando los lugares escudriñados con un trozo de carbón, mascando un pedazo de carne seca—. Al menos la carne de sus colas sabe bien.

Hänä fue a desollar a su última víctima para apoderarse de su piel y agallas, para así poder sumergirse nuevamente en el profundo océano, pero se encontró con una desagradable sorpresa.

¡¿Qué?! No me digas que no aguantaste la presión… –dijo la maga, examinando a la sirena que tenía colgada desde sus muñecas, al igual que a las otras víctimas desolladas y de colas mutiladas—. Cobarde, te mordiste la lengua, ya no me sirve tu piel muerta. No pensé que tendría que buscar tan pronto una nueva forma para respirar bajo el océano…

Por otra parte, el cuerpo de Ed seguía poseído por el recuerdo de Chained God, desplazando completamente el alma y mente del muchacho, deambulando por todos lados como si buscara algo intangible. Recorrió calles, bosques y desiertos sin ruta aparente, llegando a una llanura cubierta de un largo y verde pasto, pisando sin querer los secos huesos de algunos desafortunados que osaron meterse en el mismo lugar, avisando con un crujido su llegada. Inmediatamente fue atacado desde dos direcciones diferentes, esquivando los ataques y respondiendo sin demora con ataques de factoría del autoproclamado dios, destruyendo a los dos rápidos y sagaces demonios.

¡Oh! ¿Quién eres tú y por qué utilizas mis ataques? –preguntó Chained God sin presentarse físicamente, sacudiendo con su voz el pasto que el cuerpo de Ed pisaba, como si se tratara del viento.

Somos Chained God, mira –dijo el cuerpo de Ed, comunicándose directamente con el dios demonio, de forma intrusiva y totalmente natural, mostrándole de dónde provenía exactamente.

Chained God presenció todo lo que pasó dentro de la mente de El Durmiente, entendiendo la razón por la cual el chico allí presente se identificaba como sí mismo, aunque sorprendiéndose más por algunos recuerdos provenientes de la mente de Ed referentes a sus amistades.

Así que eso fue lo que pasó después de nuestra batalla, sólo un perdedor se quedaría pensando una y otra vez en lo mismo después de todos estos años –dijo Chained God después de comprender toda la información que su recuerdo le presentó, destacando algo que le podía ser de mucha ayuda—. Así que la discípula de Echleón… En otra ocasión podría haber sido una ayuda para ese maldito hombre, pero ahora debe estar más que dispuesta a ayudarme. Deberías contactarla para que ayude en la búsqueda de su traidor maestro, con esa apariencia podrías convencerla.

Eso haré. Y aunque no quiera cooperar, la mantendré bajo vigilancia, puede ser que su maestro decida acercarse a ella para finalizar el trabajo. Después de encontrarlo podemos matarla fácilmente, no tiene el poder necesario para defenderse de nosotros –dijo el cuerpo de Ed, completamente coordinado con el verdadero Chained God, como si se tratara de la misma tenebrosa entidad—. Sí, la mataremos.

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Bhasenomot llevaba viajando fuera de la Tierra desde que se enteró de la verdad que sólo Knightless Armor sabía, incapaz de aceptarla a pesar de tener la certeza de su autenticidad, renegando de lo que estaba destinado a pasar en cualquier momento y sin previo aviso.

No lo aceptaré, no puede terminar todo de la misma manera que comenzó, no podemos estar todos atados al mismo destino –se decía Bhasenomot a sí mismo, incrementando su velocidad con cada segundo que pasaba, dirigiéndose al lejano lugar donde inició su viaje, el sitio más oscuro y frío en todo el universo.

En la Tierra, Knightless Armor seguía atacando a cuanto mago o hechicera encontraba en su camino, hiriéndolos mortalmente para poder consumirlos completamente y así incrementar su energía mágica para poder enfrentarse a Blaze. Avanzaba tranquilamente, emboscando siempre a sus víctimas para evitar batallas que desgastaran sus escasos poderes, gobernado por las reglas que le imponía el uso de un cuerpo físico.

¿Lo que llevas allí es un DSH gigante? –preguntó Knightless Armor a un desprevenido Fredrick, quien cargaba la inmensa roca mágica dentro de una bolsa de cuero sobre su espalda mientras paseaba junto a su amada Ophys, erizándosele todos los pelos del cuerpo al ser interceptado por el desconocido enfundado en una armadura.

¿Cómo sabes?, ¿quién eres? –preguntó Fredrick, anteponiéndose a Ophys, antes de que fueran atacados por Knightless Armor.

Knightless Armor estiró los dedos de su guantelete derecho en dirección de la pareja, hiriendo en un brazo a Fredrick y atravesando el pecho desnudo de Ophys, elevándola y retrayéndola con los cinco afilados tentáculos metálicos.

Me serviría de mucho si utilizaras el DSH para incrementar tus poderes antes de digerirte –dijo la criatura detrás de la armadura, elevando a una moribunda Ophys por sobre su cabeza.

Fredrick estaba estupefacto, temblando de miedo ante el tétrico espectáculo que se estaba llevando a cabo frente a él, viendo como el yelmo de su atacante se abría como si fuera una mandíbula gigante llena de millones de dientes afilados, para luego arrojar a Ophys en su interior. Knightless Armor cerró su boca con rapidez y fuerza, tronando al unísono todos los huesos de la mujer serpiente, emergiendo un hilo de sangre por la comisura de sus estirados labios.

Knightless Armor no deseaba el DSH, sólo que el humano que tenía frente lo usara. Fredrick estaba paralizado, sabiendo que su amor había muerto sin que él pudiera hacer nada, incapaz de reaccionar.

Es… esto no quedará así –dijo Fredrick, haciendo lo impensado, sacando la roca de la bolsa que la contenía, cediéndole su poder mágico para que se transformara en carne viva, mordiéndola para poder comérsela mientras miraba a Knightless Armor con odio y lágrimas en sus ojos—. Me vengaré…

Cuando Fredrick acabó de tragarse el DSH completo, su cuerpo comenzó a cambiar, iluminándose como si estuviera hecho sólo de luz, moviéndose con una velocidad vertiginosa que no pudo dominar, desgarrando a Knightless Armor con suma facilidad. Sin embargo, el cuerpo de su contrincante seguía en pie, oscureciéndose todo su entorno y escuchando una voz que parecía provenir desde muy lejos.

Eso era lo que necesitaba –dijo Knightless Armor, que había adoptado la forma del terreno por el cual Fredrick y Ophys paseaban, encerrándolos a ambos dentro de su cuerpo antes de que siquiera se dieran cuenta de la presencia del avatar que formó para interaccionar con ellos.

Knightless Armor volvió a su forma original y prosiguió con su búsqueda de usuarios de energía mágica para fortalecerse, abandonando el lugar donde emboscó a la pareja de enamorados, deteniéndose al sentir una ardorosa obstrucción intentando subir por su garganta, la que pujó para liberarse de su tracto digestivo hasta salir a través de su boca.

Quizás no pueda vencerte, pero me encargaré de que no le hagas esto a ningún mago o hechicera más –declaró Fredrick con su nueva y luminosa forma corpórea, jadeando por el esfuerzo que realizó atacando a Knightless Armor desde el interior, además del trabajo que le tomó salir.

Knightless Armor se quedó inmóvil viendo como Fredrick huía a una velocidad que no podía igualar, no importándole que el hombre huyera, no perdería su tiempo intentando atrapar a alguien con tales características, pasando página y buscando nuevos objetivos.

Por su parte, Fredrick se dedicó a advertir a todos quienes usaran magia, retratando a Knightless Armor en todas las superficies que podía gracias a sus potenciados poderes, yendo de ciudad en ciudad para comunicar la importante información sobre el ser que los estaba acechando.

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Starmancer salió de entre las ramas de unos arbustos que detuvieron su caída después del enfrentamiento contra Echleón, intentando zafar su capa de estas, rasgando la empolvada tela de su largo ropaje.

¡No, maldición! –exclamó Starmancer, quitándose la capa y arrojándola al piso, sacándose hojas de su blanco y largo cabello—. Ahora, a seguir buscando a la chica.

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