Quisiera ser una partícula de polvo. Un nuevo día comienza, el sol se asoma nuevamente por el horizonte, abro los ojos con dificultad mientras suena la alarma que me obliga a salir de mi preciado sueño cada mañana. Bostezo, froto mis ojos y doy un par de vueltas más en la cama, soy aquella amante que no desea despedirse nunca de su amado. Giro y miro la ventana. La cortina entreabierta permite que la luz incida en la habitación, un pequeño rayo de sol logra colarse y corta el espacio como un filoso cuchillo. Lo observo. Como por arte de magia, o tal vez en realidad sí haya una magia oculta detrás de este hecho, veo las partículas de polvo bailar y caer a través de ese haz de luz. Lentamente, trazan espirales y levitan eternamente en el aire. Quisiera ser una partícula de polvo. Quisiera que el tiempo se detuviera un momento, poder disfrutar sin culpa de la vida que se escapa minuto a minuto, flotar y entrar y salir del rayo de sol sin preocupación alguna. Quisiera danzar y volar, caer y elevarme, para finalmente posarme en algún mueble o repisa, o mejor aún, en un libro o cuadro. Quisiera ser una partícula de polvo, tan liviana, tan etérea, tan sencilla, tan calma, y no estar condenada a esperar toda una vida para regresar a formar parte de las estrellas.
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