Quiero seguir la luz del faro que se esconde
Tras la bruma ominosa de estos mares.
Quiero alcanzar la costa del reino venturoso
Antes de que se cierna sobre mí la noche.
Cómo brillan las estrellas, tan remotas,
Tan remotas que parecen luciérnagas…
¿O son las lágrimas del alma pesarosa
Que se las daba al viento para que las limpiase?
Al mirar por sobre el hombro encuentro
Cientos de cirios encendidos alzarse
Sobre la arena fugitiva del tiempo,
Cual pupilas encendidas, mirándome.
¿Será posible que el cirio de mi barco se apague?
La espuma despierta en esta hora salvaje
Y escucho alrededor un coro de sirenas.
¿Cómo seguiré pues, los rayos esplendentes
del faro inseparable que me orienta?
Quizá la oscuridad de la tormenta
Se encargue de arrastrarme consigo
A la quebrada misteriosa
O al abismo.
Es así como obra del timón la Rueda:
Conduce a la zozobra que revela a un marino;
Si vive hasta el alba, encontrará el camino.
El resplandor azul de la atalaya
Es el trofeo de unos y la tumba de otros.
Si las estrellas sempiternas hablaran,
Dirían que la esperanza es la tumba de todos.
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