Hacia un destino desconocido

Hacia un destino desconocido

Alcaráz Laura

12/01/2018

Después de un largo y duro invierno, llegó la primavera. Con los primeros rayos de sol empezaron a derretirse las grandes masas de hielo. Las montañas enseñaron sus oscuras piedras.

El invierno dejó graves daños en un lugar de la naturaleza. Una gran familia de pinos pensaron que ya estaban a salvo, pero había una sorpresa inesperada para ellos.

El caudal del río aumentó tanto lanzándose hacia su cauce habitual arrastrando violentamente todo lo que encontraba en su recorrido, la familia de pinos contempló horrorizada como fue arrancado de raíz el más joven de sus miembros abandonando su hogar, fue como una lágrima que se derrama aún caliente, hacia una fría y vertical caída. El momento de la separación se vivió con gran luto entre la comunidad.

Con cada choque con las rocas y las curvas el pequeño tronco contempló con pena como sus ramas y sus hojas se iban perdiendo.

El miedo que tenia le dejó inmovilizado. Pensaba solo en como iba a acabar todo aquello, mientras tanto el curso del río no dejaba que el tronco rebrotara sus fuerzas para salir de ahí antes de llegar a un abismo desconocido, pero los intentos del pequeño víctima son en vano. Se chocó contra una roca gigante la cual le salvo de la corriente pero no para mucho tiempo, intento ponerse de pie pero el agua tenía una tremenda fuerza y consiguió volver a arrastrarle de nuevo, se cayó mirando hacia el cielo mientras recordaba su vida como era con su familia desde que era una semilla, como veía el mundo con unos ojos inocentes, le encantaba despertarse por las mañanas con los primeros rayos de sol que le saludaba calentando sus hojas mientras estiraba sus ramas, los recuerdos de su vida no dejaban de ocupar su mente, como de las visitas que le hacían todos los tipos de animales, los pájaros que era un cobijo para ellos que le recompensaban con sus cantos, los conejos que crecieron bajo su sombra, las ardillas que recorrían sus ramas buscando refugio, los ciervos que acudían por las mañanas para beber de las cristalinas aguas mientras contemplaban las curiosas relaciones de los peces bajo ella.

De la luna, que salía cada noche iluminando el oscuro cielo, la fresca brisa, que limpiaba el polvo de sus hojas, del viento cuando hacía que se abrazaban juntando su copa con la de otros familiares pinos.

Anocheció. La corriente ya no era tan violenta, parecía disculparse con el arbolillo por el daño sufrido, al mismo tiempo se lamentaba de los múltiples golpes causados por las gigantes rocas que hacían su recorrido más violento.

Amaneció. Su cadáver se encontraba tirado en la orilla del rio, totalmente destrozado. Se despertó aterrorizado por el aspecto que tenía, desnudo, calado, casi helado asimilando la humillante idea de como se acabaron sus días.

Se preguntaba por qué la naturaleza aveces es tan cruel consigo misma. El pobre tronco en su agonía miró hacia el cielo pensando que antes nunca imaginó un cambio de rumbo de su vida hacia ese tremendo final.

Dos o tres metros más apartado de la ladera, quizás el pequeño pino no hubiese sido arrastrado.

Aveces el destino depende simplemente del lugar donde cae la semilla.

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