LA JUSTICIA DE AMELIA

LA JUSTICIA DE AMELIA

Ruben Ielmini

26/10/2020

El juzgado civil número cuatro está en sesión, la abogada Mariana Debille tiene a su cargo la defensa de un empresario acusado de estafa y malversación de fondos.

El empresario recibió las instrucciones y sabe que responder. La abogada es muy eficaz, estratega y especialista en casos difíciles, consigue la libertad de los acusados, clientes de todo tipo, violadores, asesinos, ladrones y estafadores.

Le dicen la abogada del diablo, apodo que la prensa le asignó después de darse a conocer el veredicto que liberó por falta de mérito a Fernando Barriovilla con antecedentes penales, la última causa fue invasión a la propiedad privada de una pareja de jubilados con fines de robo seguido de violencia a modo de tortura en perjuicio de Amelia Balaguer, su esposo Horacio Roffmart fue brutalmente golpeado. La esposa falleció a consecuencia de un paro cardiorrespiratorio momentos después del robo.

La apelación del fiscal fue rechazada por falta de pruebas, al no haber testigos presenciales, no se pudo comprobar la culpabilidad de Barriovilla, el único testigo era su esposo, pero su declaración se rechazó; Horacio Roffmart tiene amnesia, esta situación jugó a favor de la defensa; su declaración de aquella trágica noche, los golpes y la tortura con un cable eléctrico que recibió su mujer, de nada valieron en el juicio.

Pasaron cinco años, una empleada de maestranza avanza con su carro de limpieza por el pasillo del edificio de oficinas, es una mujer mayor con guardapolvo azul y un pañuelo en la cabeza atado al cuello, es la hora de mantenimiento, todas las oficinas están vacías, menos la de la abogada Debille .

Se abre la puerta de su oficina y sale al pasillo acompañada de un cliente, Mariana mira a la anciana sorprendida por su cara tapada. La anciana le hace una reverencia inclinando su cabeza.

— ¡Como esta doctora tanto tiempo!

— ¿Disculpe nos conocemos?

—Si doctora, usted estuvo a cargo de la defensa de Barriovilla el autor del robo a Horacio Roffmart. ¿No lo recuerda? Fue un juicio muy comentado por la prensa.

La doctora piensa y responde — ¡Ah sí , lo recuerdo , fue hace siete años creo

— ¡Cinco doctora, cinco años!

—Si puede ser, tantos casos que no recuerdo exactamente el tiempo…

— ¡Pero yo lo recuerdo como si fuese ayer doctora, porque me quedaron marcas, mire!— corre su pañuelo y muestra su rostro lastimado con hematomas y un hilo de sangre cayendo de su frente.

El cliente que esta a espaldas de la abogada interrumpe el dialogo

— ¿Doctora Debille. ¿Qué le pasa, se encuentra bien?

—Si me encuentro bien, ¿Por?

—Porque está hablando sola

— ¿Sola?…como me dice eso, si estoy acá conversando con la señora.

Gira hacia donde está la mujer, y no ve a nadie.

— ¡Pero había alguien, una mujer mayor con guardapolvo azul, con la cara lastimada y un equipo de limpieza!

— ¡Disculpe doctora estamos usted y yo en este pasillo, el carro de limpieza está pero no hay nadie.

La doctora se acerca, al carro de limpieza, y ve un guardapolvo azul con los botones prendidos.

— ¡Es el guardapolvo que tenia puesto la mujer!

— ¿Qué mujer doctora? Le vuelvo a repetir acá no hay ninguna mujer.

— ¿Oiga me está tomando por loca?

—No doctora, tranquilícese por favor, es probable que tuvo una jornada muy tensa, a veces de tanto agotamiento al final del día, vemos cosas que no existen… puede que sea stress. ¿Quiere esperar y le traigo un vaso con agua?

—No gracias estoy bien, ya me voy ¿Lo alcanzo a algún lado?

—No doctora tengo auto, gracias.

Se despiden en la puerta del edificio, el cliente saca su celular y hace una llamada, mientras la abogada se dirige al estacionamiento.

Mariana Debille está en su auto esperando luz verde del semáforo en la avenida, una espesa niebla comienza a invadir lentamente el lugar; detrás de un auto estacionado aparece una anciana con lentes, un pañuelo en su cabeza atado al cuello y un canasto con flores, toma un ramo se para delante del auto mostrando el ramo. Mariana dice que no, la niebla desdibuja el rostro de la anciana que insiste. Se acerca a la ventanilla, algo le dice que no alcanza a escuchar, baja apenas el vidrio, saca un billete y se lo entrega.

— ¡Le agradezco abuela pero no me gustan las flores, tome esto es para usted!

La anciana le agradece, toma el billete lo guarda en su bolsillo y mira su ramo de flores

— ¡Qué pena que no le gusten las flores!…Son clavelinas mi flor preferida, mi esposo las lleva una vez al mes cuando me visita; nunca deja de venir.

— ¿Su esposo la visita, están separados?

— ¡No, separados no! Horacio es muy atento y no me olvida.

— ¿Quién es Horacio, su esposo?

—Horacio Roffmart usted lo conoce, estábamos juntos cuando un ladrón me torturó con golpes y me pasó un cable con corriente por el cuerpo. Tengo las marcas mire— la anciana se quita los lentes se corre el pañuelo que cubría parte de su rostro, está lleno de moretones y brota sangre desde su frente.

Mariana Debille, queda paralizada, no responde solo aprieta el acelerador y sale rápidamente del lugar…

Llega a su departamento, busca en su computadora archivos de juicios de cinco años atrás; encuentra el caso Horacio Roffmart, lo abre y ve la foto de la víctima, era idéntica a la mujer que conversó en el pasillo de la oficina y a la vendedora de flores en la parada del semáforo.

Debajo de las fotos esta el informe del forense.

Amelia Silvia Balaguer

“Causa de muerte: Paro cardiorrespiratorio, su rostro presenta marcas de hematomas por golpes de puño, una herida en la frente realizada con objeto filoso y quemaduras producto de descarga eléctrica, sus manos tienen señales de haber estado atada”

Busca en los archivos el DNI de la víctima, amplía la foto y saca una copia; al día siguiente en la entrada de las oficinas le muestra la foto a Pedro Leiva, el encargado.

— No doctora, no la conozco, y aquí en el edifico que yo sepa, esa señora no trabaja, me voy a fijar si se trató de algún reemplazo del día de ayer, pero la empresa de limpieza me lo hubiera informado. Le consulto al de vigilancia a ver si tiene grabado algo en las cámaras, si veo algo le aviso.

— ¡Gracias Don Pedro!

Al cabo de una intensa jornada, la doctora está en una sala de reuniones de vidrios transparentes con su equipo de abogados, muy concentrados en tres casos, mientras uno de ellos explica a la doctora detalles para la presentación, sin darse cuenta entra una camarera con un pedido de café.

Mariana Debille, atenta a la conversación no mira a quien trae el café, cuando su mano va hacia el pocillo, ve un sobre tamaño carta, con su nombre, sin remitente, lo abre, es la foto de Amelia Balaguer muerta con el rostro desfigurado.

La persona que sirvió el café está de espalda saliendo de la sala, Mariana sigue el movimiento de la camarera, esta queda de espaldas del lado de afuera, gira su vista hacia donde está la doctora…es la misma persona de la foto con el rostro desfigurado, Amelia Balaguer, una sonrisa irónica brota de su boca y se retira por el pasillo. Mariana interrumpe la reunión.

— ¡Me disculpan un momento por favor tengo que hacer una llamada, enseguida vuelvo!

—La esperamos doctora, mire que estamos tratando el caso Gutiérrez, y no quiero que se pierda ningún detalle— dice el abogado.

—Es que me acordé de que debía llamar a… un cliente, es un minuto nomas!— los abogados la miran sorprendido no entienden la actitud de su colega que estaba completamente metida en el tema.

La doctora Debille sale de la oficina, y no ve a nadie en el pasillo, se cruza con Carlos un camarero trayendo una bandeja con pocillos de café.

— Carlos recién vi a una señora mayor trayendo café ¿Dónde se fue?—El joven la mira con sorpresa

— ¡Doctora Debille, el servicio que me pidieron es este, lo estoy llevando a la sala.

— ¡No puede ser!…Ya lo trajo una señora mayor con la cara lastimada.

— ¿Una señora mayor con la cara lastimada?…no doctora yo no vi a nadie en el pasillo.

— ¡Pero si recién la vi acá afuera! ¿Qué es todo esto, una joda?…es de muy mal gusto… ¿Que es lo que quieren hacerme pasar por loca que veo fantasmas?… ¿Es eso?

El camarero no sabe que responder, la mirada de Mariana Debille se transforma ya no es la profesional amable

— ¡Doctora, no se dé que me está hablando!

— ¡Si que lo sabe…todos lo saben…todos! ¡Ayer vi a esa mujer limpiando el pasillo, después me ofreció flores en la parada de la avenida y recién estaba detrás del vidrio con la cara golpeada, y tenía sangre en la frente…¿Por qué me hacen esto?…Esa mujer esta muerta, yo hice lo que tenía que hacer, cumplí con la ley. Yo fui la defensora de Barriovilla, hice lo correcto, no había pruebas ¿Me entiende?

Carlos trata de calmar a la doctora, intenta tocarle un brazo

— ¡Tranquilícese por favor…¿Le traigo un te?—

— ¡No me toque…no quiero ningún te, quiero que me dejen en paz!—

Con sus manos empuja al camarero y le tira la bandeja.

Los gritos atraen a los que estaban en la sala de reunión, la doctora se arrodilla en el pasillo y sigue gritando, sus colegas la levantan y tratan de calmarla pero ella se arrastra hacia la pared, todos atónitos miran la escena, nadie entiende nada, llaman a una ambulancia, de repente detrás de todos mirando aparece Amelia Balaguer con su rostro lastimado, Mariana Debille da un grito, el miedo la invade, se levanta y golpea con su cabeza en el vidrio de la sala, las astillas se clavan en su rostro , ella sigue golpeando lastimando sus manos, pierde el conocimiento cayendo al piso.

Pasó un mes del incidente, la doctora tuvo dos ataques de furia que derivaron a ser internada en una clínica de salud mental.

Son las tres de la tarde, los internos están en la sala de reuniones leyendo otros jugando a las cartas y otros mirando televisión.

La conductora del programa da un anuncio.

— ¡Y hoy tenemos la nota del día, en nuestros estudios recibimos la visita de las unas simpáticas trillizas que cumplen sus flamantes ochenta años, le damos la bienvenida a Dora, Manuela y Hortensia…las trillizas Balaguer!

La doctora Debille, mira la pantalla, tiene una bata rosa, una venda cubre una cicatriz en su frente, sus manos vendadas donde apenas asoman sus dedos, algo le llama la atención de esas mujeres, la periodista pide a las invitadas que se presenten en sociedad.

—Bueno para quienes no nos conocen somos las trillizas Balaguer, vivimos en España, hace un mes que estamos en Argentina, venimos a rendir homenaje a nuestra hermana que cumpliría años, en realidad éramos cuatro, nuestra querida hermana Amelia hace cinco años fue víctima de un asesinato por robo, desgraciadamente ese crimen quedó impune pero nosotras sabemos que siempre hay una justicia que llega.

La periodista las mira sorprendida a las trillizas

— Perdón no entiendo ¿Ustedes se refieren a la lentitud de la justicia?

Las hermanas se miran con ironía y Dora Balaguer responde

— ¿Se acuerda de la película El Guasón? el personaje que le dice a una psicóloga …“No lo entenderías”— gira su cabeza hacia la cámara — ¡Nadie lo entendería!­—

Mariana Debille queda paralizada frente al televisor y murmura…

— ¡Fueron ellas!— escucha una voz a sus espaldas…

— ¡Volvieron los fantasmas doctora!…ella está viva, a mí también me visitó. Amelia Balaguer me torturó con los recuerdos.

Mariana Debille gira su cabeza para ver quien le está hablando; mayor es su sorpresa al ver parado a Fernando Barriovilla, el autor del crimen, tiene su rostro lastimado este la mira con odio.

— ¿Ve mi cara? Las marcas me las hice con un cuchillo…Ella me decía que me cortara…ella y su cara llena de sangre… Hubiera sido mejor que me condenaran doctora…hubiera sido mejor…todas las noches aparece esa mujer junto a mi cama…todas las noches vuelve y ahora va a volver por usted…

La abogada lo mira de arriba abajo, luego camina hacia la pantalla del televisor, sus compañeros le piden que se corra, mira sus manos vendadas y señala la pantalla.

— ¡Son ellas…fueron ellas, yo no estoy loca ellas fueron!—

Empieza a gritar, llevando sus manos a la cara, dos enfermeros se acercan y la llevan a una habitación de aislamiento.

— ¡Ahí están en la televisión…ellas fueron, no son fantasmas, vayan a buscarlas por favor!

— ¡Si claro doctora tiene razón, ellas fueron, ya vamos a buscarlas no se preocupe!— contesta el enfermero guiñando un ojo a su colega. — ¡Ahora tranquila, acuéstese que la van a medicar!— saca su celular y hace un llamado

— ¡Atento guardia, solicito apoyo, es una interna del sector cuatro, otro ataque.

El programa continuaba con la entrevista a las trillizas, detrás de la cámara sonriendo con ironía están presentes.

   Horacio Roffmart, viudo de Amalia

   Alberto Roffmart, sobrino de Horacio “el supuesto cliente” que dijo no haber visto ninguna empleada de limpieza en el pasillo de las oficinas, y que al despedirse de la doctora llamó a Manuela que estaba en la parada del semáforo con las flores, dando aviso que la aparición de Dora en el pasillo, se realizó perfecto.

   Esteban Balaguer, hijo de Manuela, técnico en efectos especiales para películas y obras teatrales, él fue quien escondido detrás de un auto estacionado frente al semáforo de la avenida, arrojó con un aparato, un  humo similar a una niebla espesa.

Carlos Balaguer hijo de Hortencia, que consiguió el trabajo de camarero del servicio de café en las oficinas de abogados y negó la presencia de una mujer con el rostro lastimado detrás de los ventanales de la sala de reunión. Esa mujer era Hortencia Balaguer

Y por último está presente Pedro Leiva, encargado del edificio y amigo personal de Horacio Roffmart, aprovechó un momento en que el vigilador fue al baño y por unos segundos desconecto la cámara de seguridad permitiendo el ingreso en el edificio de Dora y Manuela Balaguer. Cuando ocurrió el ataque de locura de Mariana Debille, el vigilador dejó el puesto para ir al lugar del incidente, situación en que desconecto nuevamente la cámara para que las hermanas salieran sin ser grabada su imagen.

El complot fue preparado con gran maestría. Las trillizas tuvieron el protagonismo, hicieron un curso de maquillaje teatral, logrando sus rostros lastimados. Así se presentaron ante la abogada en los roles de la empleada de limpieza, la vendedora de flores, la camarera con la foto y la mujer que la miraba en el momento del ataque de furia.

La justicia de Amelia Balaguer… se había cumplido.

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