Porque
el pecado es una boca llena de chocolate

y derrapan
las guirnaldas hermosas del atardecer gris azulado de
la mañana reventada, 

destrezas inciertas y relámpagos furiosos
escapan.

Los rayos escupen deseos a las roscas de navidad atrapadas en enormes puertas.

Destellos
purul
entos,

burbujas amarradas al deseo acelerado del pecado azul
o marrón,

golpean las puertas que se abren chillando, 

pasados
empapados de días grises y nubes cargadas de rayos,


volcanes explotan en el pálido fondo de una hoja muerta, 

una hoja de papel de arbol, una hoja sin dibujos ni letras, 

una mueca
oscura que se traspapela en esa ventana única del
origen de las cosas.

Pasillos
oscuros derrochando incertidumbres grises, amargas y refunfuñantes.


Los gritos piden vida y la vida se escapa y se asemeja al volcán de
sus deseos.

La noche se tornea turbia,

se desenvuelve en una imagen de
alas, 

de movimiento y campanas

de gárgolas y
pedregales gruesos

que entornan la encrucijada.

Apenas en el
fondo se escuchan los murmullos,

apenas las lagrimas discordantes 

apenas ese ruido húmedo de flores como lluvia.

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