Qué tan absurda te sonaría la idea
de que fuiste vos
Cuántos días tardarían en asimilar
las heridas causantes de la lejanía y presentes ahora
en esta habitación.
Con la respuesta casi escrita y ya sin
rastros de cobardía, unas palabras de más
pronunciarías como en cada sintonía
exigiendo, no con culpa, un poco de atención.
Conmueven tus suspiros como quien
llora por lo que ha perdido y no altera
sus latidos para desentramarse el corazón;
pero ni en consecuencia de
tu adrede ironía podría yo atreverme
a hacer uso de la suerte como guía y
declarar de forma breve y concisa
tu inherente falta de tacto.
No pareces cansarte de atribuirle
a tus llamados delirantes las falencias afectivas
que vos bien supiste abrazar;
e incluso con ese juego en mano
y la manipulación de tu lado
casi siento la necesidad de ser yo quien
se disculpe por dejarte desplomar, en tan simples pasos,
ese poder sobre mí. Envenenado
cada recuerdo que en nuestras viejas voces
parecía eterno y al que ahora solo alcanzaríamos
a describir como un intento de prolongar
inútilmente una escena rebosante de sinsentido,
dejándome crecer en la convicción de
que había sido yo cuando
para mí y para todos siempre,
siempre fuiste vos.
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