Hace un rato yo estaba dormido. ¿No es cierto? Ustedes me vieron, yo estaba acostado, sin prisas, cobijado, sin frío. Bueno, da igual, ahora es tarde. No veo la hora, pero es tarde. Desayuné, de eso si me di cuenta. Huevos revueltos con sabor a aceite quemado y tortillas quemadas –No soy bueno para la cocina–, con un poco de jugo recién comprado en la tienda de allá abajo. Nutritivo y saludable desayuno. Ahora estoy en el metro y la gente avanza empujando a mi lado mientras trato de moverme. ¿Por qué todos van en sentido contrario? Es el momento de trabajar, tomen sus rutas habituales, no estorben. Sacos, corbatas, uniformes escolares, gente ensimismada en sus teléfonos, lo normal. La gente no caminaba al revés, era yo. ¿Antes o después? Quería salir del encierro, de eso sí me di cuenta. Era antes, ellos salían, yo entraba y me resbalaba entre sus cuerpos palpando su sudor y percibiendo sus lociones baratas regaladas en los santos reyes por sus tías que no dejan de enseñar sus catálogos de cosméticos e intentar vender para gastar en cosas que alguien más les venderá por catálogo. Huelen a rutinas terminadas y estrés. Apenas estoy en camino. Qué raro es no dormir bien.
Acabo de acostarme de nuevo. Según yo ya me estaba acostando hace un minuto. Salgo del baño recién afeitado y con olor a nuevo día, nuevas esperanzas. Hay que hacer lo mismo de siempre: metro, desayuno, trabajo, comer en el restaurante de Jorge, despertar, metro, baño.
¿Ya dormí hoy? Veo borroso, sé que ustedes también me ven así porque entrecierran sus ojos, como si requiriera mucho esfuerzo distinguir mi rostro. Creo que no me entienden. Sí, estoy siendo completamente claro, les cuento mi rutina, en el orden preciso. Sí, tengo mis dudas sobre si el calcetín va primero que el zapato, pero a cualquiera que no duerme bien le pasan cosas por el estilo. ¿No han visto mi zapato derecho?
Qué bonitos se ven los árboles desde la ventana del urbano. Hoy no estoy en el metro porque suspendieron la línea que yo tomo, por sus “reparaciones”. Creo que ya lo están reparando cada día.
Ramiro me pidió que le ayudara con un reporte en el trabajo, pero lo rechacé de forma amable diciéndole que yo también estaba retrasado. No es cierto, no lo estoy, simplemente quiero que él se haga responsable si planea quedarse con mi puesto. Llevo treinta y tantos años en esta empresa mal agradecida que no deja de darme tareas ajenas para resolver. Más les vale que me liquiden bien. Estoy equivocado, acabo de comenzar aquí, soy el novato de la oficina que intenta hacer amigos. ¿O estaba yo durmiendo? Todo esto me confunde mucho, porque ya son las nueve de la noche y el urbano no se da prisa. La culpa no es completamente del urbano, que aunque viejo como yo, fue eficaz en los últimos dos días de camino, sino de esos padres molestos que invaden los carriles de la avenida frente al colegio. Es hora de que sus hijos salgan, pero no pueden hacerlo solos, sus papás deben buscarlos. Hay mucho bullicio y yo los veo borrosos y los zanates no dejan de graznar.
Yo sé que no me creen porque no vivieron lo mismo que yo. Les digo que este día ha sido de lo más extraño. Ahora me encuentro de nuevo frente a ustedes contándoles lo que hice ayer, ¿o fue hace un año?
No, no, no. No quiero volver a dormir, muchas gracias, si recién acabo de despertar. Por favor salgan de mi cuarto que debo arreglarme para ir al restaurante de mi amigo Jorge, hoy le pediré matrimonio a mi novia. Tenemos planes de cenar juntos. Se me acercó por sugerencia de su amiga, porque yo no dejaba de verla pero no me atrevía a hablarle. Luego se fue en la media noche más triste de mi vida, con el sol resplandeciendo y la lluvia ahogando mis sueños.
Creo que deberían cambiar los colores de estas paredes. El blanco suele ser muy aburrido y requiere de mucha imaginación verlos de diferente manera. En una semana serán rojos.
Les repito que me acabo de despertar. No quiero dormir, quiero contarles mi día. Ustedes siempre vienen a que les diga. ¿O ya se les olvidó que nos vimos en la mañana? Me parece que les hace daño no dormir bien.
Ahora me doy cuenta: ustedes son yo y yo soy ustedes, y no puedo entender cómo sucede esto. Puedo verme con sus ojos pero no me parezco, y aun así sigo siendo yo porque esos gestos son míos, esos ojos tienen el color de los míos, ese cabello se riza como el mío, las orejas escuchan sus voces, yo noto esas voces como un eco dentro de mi cabeza vibrando a la par del corazón, el cual también es mío. Me observo como tantas otras veces, sólo que ahora estoy viendo todo realmente, como si por primera vez abriera los ojos al mundo y me percatara de quién soy. Todo se vuelve tan real que parece mentira.
Todo esto me inspira miedo. Ya es tarde, debo dormir, mi cuerpo lo reclama, mi mente se rehúsa. Ahora cierro los ojos. Despierto. ¿O estoy volviendo a soñar?
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