Al volver del cementerio en un temprano anochecer invernal, nos quedamos aquí, sin mirarnos, sin hablar, en nuestro club social.
Las mujeres aún llorosas por la muerte de Pablo, se sientan.
El silencio es casi sagrado y los vecinos estamos invadidos por el sentimiento de muerte, de miedo. Usted se pasea mirando a todos, da vueltas y por fin se estanca a mi lado, me pregunta en voz baja:¿Qué pasó?
Dicen que fue un accidente – le respondo -, cayó desde un segundo piso, mientras lavaba vidrios.
¡Qué feo accidente! – Sí, y muy extraño…
¿Extraño? Seguramente no se afirmó bien y cayó… – Lo extraño – Le argumento -, es que Pablo vivía de esto desde muy pequeño y nunca tuvo un susto siquiera. Yo lo vi trabajar y le aseguro que tomaba todas las precauciones necesarias.
Bueno, siempre hay una primera vez…
Si quiere verlo así – le respondo.
Al mirar a su alrededor, se da cuenta que en la atmósfera del lugar, se percibe un horror colectivo, aunque pasivo, que lo incomoda. Me murmura:
¿Qué les preocupa tanto?
Nuestra preocupación se debe a que no sabemos quién será el próximo.
¿El próximo en morir? Me pregunta espantado. – Así es señor, Pablo fue el segundo en morir. La anterior víctima la enterramos el Viernes, hoy le tocó a Pablo.
¿Cómo murió la otra víctima ?
La señora Matilde murió de un síncope cardíaco. – ¡Ah! por lo menos es una muerte más normal
¿no?- concluye esperanzado.
Lamento tener que contrariarlo nuevamente, pero tampoco fue normal su muerte. Ella gozaba de una perfecta salud a sus sesenta y cinco años y según el doctor Mena, el señor que está sentado junto a la puerta, llevaba un magnífico corazón. ¿Le parece normal ahora?
Lo que no me parece normal es la resignada espera de otra muerte.
Bueno- trato de explicarle-, si usted fuera de este lugar, estaría mas acostumbrado a nuestra tradición.
Su mirada me hace comprender la frialdad con que le hablo del tema y decido narrarle nuestra historia, para acercarlo un poco más a nosotros:
Ocurre que hace mucho tiempo, apareció un niño de la nada caminando por la calle principal. Llamaba la atención por su hermosura, por la inocencia que irradiaba y su seriedad; por lo que pareció divino que le sonriera sólo a tres personas. Luego el niño se desvaneció en el aire. La tres personas afortunadas en ver su sonrisa, sin embargo, murieron días después, repentina y extrañamente. Como siempre sucede.
El humor inconsciente en sus ojos me delata la mezcla de sentimientos que luchan por definirse dentro de usted. Yo experimenté lo mismo al asimilar los hechos.
Es increíble- Musita luego.
Si – le contestó-, yo tampoco lo creo pero esa es la historia y así ocurre. Hace poco hubo gente que vio al niño, tal vez le sonrió a Pablo y a la señora Matilde.
¿Estaban juntos, no?
No lo sabemos, aunque no es necesario que lo estén para ser elegido por el niño.
¿Por qué no hacen algo para evitar vivir en este miedo?
Porque seguramente nada se puede hacer. Una vez que se ha visto la sonrisa del niño solo queda esperar…
Pero esperar la muerte es tan siniestro- comenta en voz baja- ¿usted lo ha visto?- me pregunta curioso.
No, no lo he visto nunca. de allí mi tenue incredulidad.
Usted desea preguntarme algo más, pero decide no hacerlo y mira su entorno nuevamente. Solo que ahora su semblante es el mismo que llevamos todos. Anhela saber quién será el elegido para la tercera muerte. Mientras, me pregunta:
¿Quién es el señor de llanto tan silencioso?
Don Manuel le contesto-, esposo de la señora Matilde. Dicen que querían a Pablo como al hijo que nunca tuvieron…
Entonces debería ser él el elegido ¿no?
Yo no lo aseguraría, pero entiendo la relación familiar que ha hecho.
Pero si está claro…- insiste y mira hacia la ventana.
Calla.
Oiga- me dice luego-, el niño que está afuera es…
Yo volteo a mirar y lo veo.
Debe ser él- le contestó en voz baja para no ahuyentar la visión-. Dios, es tan bello, por fin lo veo-. No tenemos que preocuparnos, no ha sonreído ¿lo ve?- le relato para su tranquilidad- Tal vez le sonrió a otro, ya se esfumó. Lo miro y al ver la palidez que lo ha dominado, le digo:
Tranquilo, ya todo pasó, ya podemos irnos…
Pero usted no se mueve. Fue una experiencia fantástica. Vimos lo hermoso que era, un cabello casi blanco de rubio, sus ojos color verde muerto, pero además usted vio esa dentadura tan perfecta que el niño muestra a sus elegidos.
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