Lumbre de Redención

INFORME POLICIAL 3 DE DICIEMBRE DE 1998

Éste relato (o parte de él) fue encontrado dentro de una cabaña incendiada. Dentro del siniestro, se descubrió el cadáver de un hombre octogenario. Los médicos forenses pronto descubrieron que la causa de muerte fue por infarto. Conectando los sucesos, se llegó a que el hombre se calentaba agua (al parecer murió sin siquiera prender la cocina) a instantes del infarto, el abundante gas entró en contacto con un cigarro encendido, lo que provocó la explosión y consiguiente incendio. El presente manuscrito es lo que se logró rescatar de las cenizas. Se usó la notación de “(…)” para identificar las partes quemadas e ilegibles, y así separarlas del resto.


(…)por el contrario, nada pude recordar luego de tal accidente. Los médicos decían, mediante intrincados tecnicismos médicos, que sufrí una ligera fractura en el occipital, haciéndome perder la totalidad de mi memoria de niñez, adolesencia, y un gran porcentaje de mi adultez hasta éstos días, a excepción de (por fortuna) mi nombre, y de las costumbres banales, como pagar deudas, entender los procesos económicos por los que se rige la sociedad, quehaceres hogareños y cómo encender/fumar un cigarrillo.

No obstante, bellos trozos de memoria acudían a mi psique momentos previos de conciliar el sueño (las pocas veces que lo lograba, debido a mi insomnio) durante las noches, los que retuve con tanto ahínco que llegaba a soñar con ellos. Luego, al amanecer, escribía lo que mi viejo y cansado cerebro guardó. En las tardes, (…) hasta el anochecer.

Aquellos hermosos entes, sin cara, sin voz, sin altura, ni color de piel, alegraban mis solitarios instantes con sus bromas, sus sonrisas brumosas, y su cálida presencia. En sueños, lograba ver que uno de ellos (de aura más bella y familiar) me vestía, cantando canciones de sonido borroso, olvidadas por el mundo, y por mí. Me hablaba, con su armónica voz muda, pero a la vez cálida, de qué debía y qué no debía hacer en ciertos períodos etarios de mi existencia: beber, estudiar, amar, trabajar, etc. Supuse que éste ente debía ser mi madre. No obstante, aún si representaba a una personalidad afectiva tan poderosa, no logré recordar su nombre, su rostro, ni su voz.

Por otra parte, uno de ellos (supuse que también femenino, debido a sus ademanes frágiles y agraciados), durante mis instantes previos al sueño, se dirigía a mí con un amor olvidado y colmado, me infectaba el vientre con insectos similares a mariposas (por su apacible danza), me

acariciaba con manos invisibles al engañoso ojo humano, y uno que otro beso infinito, sincero y libre, lejos de todo compromiso burocrático que ni la muerte escapa de sus papeles verdes, los cuales toman raros nombres como matrimonios o funerales. Cabe destacar, que con éste individuo mi corazón reaccionaba de gracioso modo. Se aceleraba, se expandía, tomaba formas que no podía ver, mas podía sentir. Se volvía líquido, sólido, gaseoso, todos los estados al mismo tiempo y a distinto ritmo, a tal compás y azar, que ni los físicos lo podrían describir. Deduje, durante meses de intensa y ardua introspección, que mi querida amiga invisible fue alguna vez mi esposa, novia, o alguna otra mujer amada (o la manifestación conjunta de muchas, jamás sabré).Supongo que ambas murieron, pues no (…)

Mis Olvidos (decidí llamarlos Olvidos, nombre acorde a su situación dentro de mi mundo) me acompañaban en la soledad, en mi pequeña cabaña al lado de un río interminable, de aguas siempre tranquilas y nítidas, y con el sol vigilándolo milenios enteros para que no se escape al cielo y reconquiste su antiguo hogar. Para mi felicidad y asombro, comenzaron a manifestarse cada día con más fuerza. Mateaban y fumaban conmigo a orillas del eterno río, charlando con su afinada voz muda, que a cada semana se tornaba más tangible al oído, e incluso al mundo terrenal . Hablábamos de tiempos inexistentes para mis enseres mentales, de seres que ya no existían (quizás no sólo en mis recuerdos, sino también en éste mundo).

Un día, mi madre me comunicó una reflexión que me dejó desconcertado, con voz alegre me dijo: -El fuego todo lo purifica, pues devora la carne y suelta el alma al mundo. Hijo, el cuerpo es transitorio, lejos de todo esoterismo, somos en realidad un conjunto de emociones y memorias. Eso nos hace humanos-. Extrañado, observé su rostro borroso, pero (…) a lo que momentos después, pude verle los ojos. Oscuros, callados, negros como la noche, eran los de mi ésta mujer muerta que representa a mi querida madre. Al igual que mi esposa: su nariz tomaba forma bella y fija, además de sus labios y ojos, siendo éstos últimos color amatista y austeridad.

En los últimos días, he notado un gran cambio en sus personalidades espirituales. Se reían con suntuosidad, me abrazaban espontáneamente ambas almas con júbilo, alegría e (si no me engaña la edad) impaciencia. Decían cosas a mi espalda acerca de un importante viaje, de volver con seres deconocidos y una paz eterna.

Mis sospechas e inquietudes se agravaron luego de cierto extraño acontecimiento. En mi insomnio habitual de viernes por la noche, fui a orillas del río a fumar un tabaco liado por mi esposa, cuando comencé a sentirme ligero, casi etéreo, pero no por efectos de la combustión tóxica ingerida, sino porque las vi a ambas sujetando, a mi madre y esposa, sosteniendo con desaliento una proyección incorpórea de mí, sobre el río.

Mientra la luna nos vigilaba, estaban ambas, sujetando por las piernas y brazos, a un inconsciente Yo, pero tenía la impactante característica de ser varios años más joven. Luego comprendí que era mi propio Olvido, mi propio rastro abstracto que dejé en mis años de eterna juventud, estaba siendo llevado por mis amadas hacia un lugar del cual nunca entenderé ni lograré siquiera interpretar o imaginar en sueños. Se despedían calurosa y afectuosamente de mí desde una injusta distancia, botando plateadas lágrimas de alegría, o, espero que no, de tristeza. Momentos después se disolvieron, tal como llegaron a mí, en la infinitud del aire.

Los días pasados al secuestro de mi alma estuve apagado, triste y cansado, sin motivo alguno. Sumamente cansado. Dormía de sol a sol. Olvidaba comer, mear, e incluso fumar.

Sin embargo, algo es más que obvio, se acerca mi muerte. Al llegar a ésta conclusión, no pude evitar un horrendo palpitar de mis entrañas, pero la tomé y acepté sin vacilación a la brevedad. Pero pasaban días enteros sin dormir debido a un pequeño corolario que me descolocaba el alma: moriré sin poder recordar mi vida anterior al fatídico choque. Moriré sin memoria alguna, vacío cual cascarón roto y seco, solo en mi cabaña. Mi tormento acabó cuando tocaron mi puerta.

-Prende la cocina, amor mío, que haremos una fiesta-. Dijo mi bella esposa cuando abrí la puerta. Para mi sorpresa, la acompañaban muchísimas personas que, en algún rincón oculto de mi persona vieja y resignada sin redención alguna, recordaba. Sus presencias, sus voces ya nunca más mudas y sus caras absolutamente visibles, me saludaban con brutal felicidad y regocijo. Trajeron carne de res (…), muchas papas de extraños colores, y demás víveres deliciosos. Terminada la fiesta, las pláticas interminables proporcionadoras del torrente de información que llegaba a mis cansados oídos, todos se despidieron arrojando al cielo vítores de alegría, y un particular aire de fiesta de ultratumba.

Cada día me cansa más escribir, no sostengo el lápiz debido a los temblores y mi visión empeora a cada segundo, y mi corazón late con más fuerza que nunca, aguardando con impaciencia final. Puedo concluir, totalmente redimido y al término de mi trayecto en éste bello mundo, que los recuerdos abstractos cargadísimos de información y detalles son totalmente insignificantes en comparación a al memoria emocional, al conjunto de sentimientos y sensaciones al que somos sometidos por seres hermosos y, aunque muchísimos lo duden debido a su creencia ciega a las representaciones físicas, eternos.


Hasta aquí termina el relato. Se ha intentado rescatar lo máximo posible, evitando toda reescrituración, sin embargo se descubrieron variadas notas ilegibles por el fuego, quizás relacionadas al anterior manuscrito u otro escrito.

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