Él:

El amor es un estigma social que enmudece te quieros y marchita pasiones. El amor, tú, yo. El amor no tiene cabida en esta nuestra selva brutal de sentimientos, cariño. La libertad es mi condición necesaria para vivirte, para adorarte, para odiarte. Porque no es la locura, posada en tus ojos, la imprudencia arrojada en tu boca, o la inocente cordura acurrucada en tus manos, o incluso ese continuo e inacabado suspiro atascado en tu ardiente garganta, sino ese lazo que pretiere tu verdadera tormenta el que me obliga a renunciar y abdicar mi impuesto trono de madera. Me niego. No soporto pensar que tus reacciones ya estén escritas. No lo acepto. Huyo lejos de este insípido reflejo cotidiano de todos esos cuerpos fatigados y exhaustos de felicidad barnizada. Yo pienso que son dos, solo dos, dos palabras y nada más las necesarias para abrazar cualquier historia de amor. Como un vacío infinito que invita a rellenarlo cuidadosamente, personalmente, tú y yo, colmando un espacio a medida que solo precisa de nuestro principio y nuestro final, mi “te” y tu “quiero”. Solo pido esas dos palabras, cariño. Escucharlas de tus labios de nuevo, cariño. Sofoca este impuesto y falso frenesí. Dibujemos nuestro propio sendero con nuestra propia pasión y saciemos nuestras ansias de querer, amar, pues lo mismo es, esto es vivir, vivir sin más.

Te quiero.


Ella:

Oh mi amor. Tú y tus soliloquios. Tú y tus silencios hablados. Aprendí hace mucho tiempo a leer tus ojos, no te preocupes. Míranos aquí. No aquí y allí, aquí. Tan cerca. Puedo tocarte pero no sentirte. Me mata. No hemos luchado tanto como para no asumir nuestro amor. Llámalo como quieras. Me da igual, ya no me importa, solo quiero sentirte una vez más y ser tú mientras tú eres yo. Ahora deja que te bese, con suerte aún seguirá ahí cuando vuelvas.

Te amo.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS