Epigrafía a E.A.Z.

Epigrafía a E.A.Z.

Augusto del Sol

22/09/2020

“Y construí tu rostro.

Con adivinaciones del amor,

construía tu rostro

en los lejanos patios de la infancia”

La ilusión de amor

parte desde la infancia

con la visión de unos ojos claros

mirando fijamente a los míos

y provocando una sensación desconocida.

Y aunque esta sensación extraña y agradable

fuese recurrente con el transcurrir de los años,

seguía siendo inexplicable y bella.

Una especie de revoltijo cosquilloso

desde el centro del tórax hasta el pubis,

combinado con la ensoñación

y el pensamiento más tranquilo y bello.

También un aceleramiento del pulso

y unas incontenibles ganas de sonreír

Así se me dibujaba el amor en preescolar,

viendo a los ojos azules de esa niña,

la bella niña rubia que me parecía más hermosa

que todos las cajas de crayolas,

colores y témperas del mundo.

Así empecé a pintar en mi vida el amor ensoñado:

una dulce mirada y felicidad

al jugar en la vida como en los primeros años

Así me he sentido de nuevo

varias ocasiones

a lo largo de los años.

Y sólo contigo siento esa primigenia sensación al verte a los ojos.

Como si estuviera de nuevo en el patio

jugando inocente y bellamente con mi primer amor.

“…Albañil con vergüenza

yo me oculté del mundo para tallar tu imagen;

para darte la voz;

para poner dulzura en tu saliva…”

Como si estuviera haciendo

un pequeño dique en un arroyuelo

para retener la vida,

y refrescar los pies en el camino.

Como si estuviera haciendo

un refugio para el frío

y los peligros de un bosque

lontano y con peligros

pero con aroma de pinos refrescantes.

Como si los frutos de la tierra

se ofreciesen a mi boca

para saciar mi hambre

y darme la energía que preciso.

(……..)

…Cuántas veces temblé

apenas si cubierto por la luz del verano

mientras te describía por mi sangre…”

Ha sido curioso,

que cuanto más te he amado

y cuando más solo me dejaste,

llovía. Hacía un frío del putas

y no estabas

y solo tenía licor y

mucho espacio libre en los cuadernos.

Entonces fui

a decirle cosas a la poesía.

de cómo vos te volaste

arguyendo motivos

insuficientes para el amor.

Yo observaba la lluvia,

con la cual

se identificaban mis parpados.

Con un can callejero de compañía,

vergonzosamente borracho y solo,

lloré y sangré entre renglones,

hasta que apareciste

un día

a pedirme perdón.

A decirme

que almas sensibles como la mía

no están

en cualquier mentecato aparecido.

Yo hace rato había perdonado.

Te entré a casa,

te di de beber algo caliente.

Me apresuré a amarte y abrazarte

pues tanto afuera

como adentro llovía a cántaros.

…Pura mía

estás hecha de cuántas estaciones

y tu gracia desciende como cuántos crepúsculos.

Cuántas de mis jornadas inventaron tus manos.

Qué infinito de besos contra la soledad

hunde tus pasos en el polvo…”

¿Te has puesto a pensar, piel de durazno, la cantidad de mares de aguas calmas en tu vientre?

¿Has calculado la cantidad de poros en tu cuerpo que supuran ternura y feminidad?

¡Si tan sólo supieras cuánto te envidiaría el viento al escucharte suspirar o reír a carcajadas! (vi el resuello de tu respiración en la fría madrugada, y supe allí que restaurabas la polución de la esfera entera).

Como si el espíritu de la tierra derramara la belleza de los paisajes en toda tu esencia.

Cada fibra, cada pedazo de ti comprende los misterios y el misticismo de las esquinas más remotas de la tierra. Tus dedos, creadores de sensaciones únicas, se deslizan por mi ser, como queriendo dar una caricia dulce al corazón.

¿Qué no decir de las deliciosas comisuras de tus labios?

“…Yo te oficié, te recité por los caminos,

escribí todos tus nombres el fondo de mi sombra…”

Me regodeaba con mis amigos que tenía un amor ensoñado

que tenía una mujer de tez linda y ojos diáfanos

que daba tranquilidad con solo saberla existente.

Andaba mirando al cielo y viéndola en los ocasos

mirándola volar por mi alma como si fuera una golondrina volando a tierras cálidas.

De nuevo le comentaba a la poesía que el amor se trata de ires y venires

de golpes más suaves que las mismas caricias

y que la armonía se encuentra en la contemplación de los sentires

de los momentos que se quedan en el alma danzando como aquelarre en el fuego

tratando de conjurar un hechizo antiguo y necesario para el vivir.

“…Te hice un sitio en mi lecho.

Te amé, estela invisible, noche a noche”

Me entregué a ti con todo suspiro

Con todo gemido que emanaba mi amor por ti

y me obligaba darle a tu espíritu

golosinas que entraban a tu oído en forma de poema

mientras yo entraba y salía de tí

y exhalabas placer en tu piel.

Me entregué a ti, en mi cama,

en mi cuarto, una guarida de letras y olvido

intentando perpetuar en tu memoria

el amor y el agrado de que fueses mi estrella

guiándome en este desierto árido y seco

que llaman vida.

Así fue que cantaron los silencios.

Años y años trabajé para hacerte

antes de oir un solo sonido de tu alma.”

Ya no hablan más los soles

y el girasol muere

dejando sus pétalos

en el suelo que los chupa

como si fueran dulces

ya el amor esta extinto

y tus soles ya son lunas

y mis ocasos son eternas,

penumbrosas noches.

No trabajamos para construir nada…

solo destruimos lo que pudo ser

y en mí

jamás será más…

El amor se parece

al efecto que provocaría

el hongo alunizógeno

que crece de la boñiga del unicornio.

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