Habitante 1
Su rostro destila un brillo
que se opaca cuando las cabezas
se mueven diciendo “¡no!”
Sienta sus pensamientos en la esquina
y apila sus deseos
contando sus monedas.
No oculta su llaga.
El dolor es lo único que le queda;
lo único que lo hace sentir vivo.
Dolor y deseos quebrados.
Y se siguen moviendo negativamente
las cabezas entumecidas.
Sigue sin una comida
o una bebida
para que su llaga se elimine
y camine con un brillo diferente:
con la frente en alto.
Habitante 2
Tiene una choza en su cabello
y se calienta con los escapes
de los automóviles.
Anda con un costal rojo
lleno de cristales
que debe mantener intactos.
(a diferencia de su vida
Hecha pedazos)
Tiene una sonrisa de perlas corruptas
por el mar de despojos de narcotráfico
que lo golpea con olas
hechas pipas de aluminio.
Sus pies, descalzos y heridos
dejan una huella invisible
en el concreto hirviendo.
Huellas que sólo ven ciertos poetas…
Habitante 3
Lleva consigo
un gladio miniatura,
pociones de magia negra
y un profundo vacío metafísico.
Desnuda mujeres
con su imprudente voz
estridente hasta el cansancio
de Apolo.
Escondido en las rotondas urbanas
hace colapsar su logos,
y sale en búsqueda de augurios
en los bolsillos de los demás.
Sale esperando calmar su tedio.
Un día, uno de ellos salió
encontró al poeta
a quien hirió profundamente
al robarse su alma hecha versos
al robarse los versos
que retrataban ese mismo tedio.
Habitante 4
Movimientos difíciles de poetizar:
sus miradas se diluyen en todo.
Sus músculos se mueven
como tentáculos de pulpos
esquizofrénicos.
Sus gestos acentúan desespero.
Todo y nada le sucede:
hurga las canecas buscando bocados trasnochados,
y golpea el inocente recipiente
al no encontrar nada.
Tuerce sus dedos,
acerca la pipa a su boca.
Coge sus cajas
y camina generando en la gentuza
recelo y zozobra
El poeta se pregunta:
¿Qué soñará, que sentirá
ese pasajeros errante?
¿Cómo serán las noches suyas
cuando sólo las esquinas hablan?
Habitante 5
La carita de la nativa
no deja asomar ni un solo indicio
de felicidad
bajo el sol infernal de esta jungla
(ajena a su mística)
Habla con su familia
en un dialecto tan bello
como las más bellas piezas musicales.
Seguramente se quejará del hambre;
de que la luz de noche
no viene de la hoguera familiar;
de la ausencia de colores del asfalto;
del olor a estiércol de pecarí de los ríos.
Seguramente sigue pidiendo la razón
por la cual el abuelo fue muerto
por un hombre con un bastón de fuego,
o siga añorando las fábulas de su tribu
que felizmente contaba el taita
y tanto ponían a volar su imaginación
como una guacamaya color sol.
El poeta inmortaliza sus miradas de desdén
en un país sin memoria y con sangre…
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