Cada mañana al despertar mi día comenzaba con suavidad en la frente, y sin excepción pensaba… El silencio no existe nunca, lo que existe es una mala comunicación, aires que sobresalen, sonidos ausentes de significados, normalidad, gestos globales en circuitos indefinidos.
El tema era toparse con los sentimientos. Extremadamente práctico, al día de hoy continúa el afán didáctico.
Llegué al patio como por inercia, miré las plantas, los perros, más cerca para acariciarlos sentí fragilidad, después lloré, grité, eché muchos chorros de lágrimas. Así que, golpeé una planta, miré el cielo, me sentía en desventaja, luego dije: Estoy extraordinaria.
¿Lo conozco? Bueno, la verdad tengo dudas ¿Será que realmente lo conozco? Mejor espero haver si meto la pata y realmente no me acuerdo.
Esto suena a oportunidad… Estoy impresionada, creí que estaba el mundo alineado, los ruidos en las calles de mi vida están cada vez más intensos.
Entonces, me pregunté ¿Qué sucede? Lastimaduras con sangre procedentes de una vieja historia, me dejaban intranquila, hasta luego de intentar limpiarlas. Hay otros lugares y condiciones, veo a las dudas permeables. No volvería a verlo, pero tenía lealtad a su ambición, a lo cruzado de un recuerdo. Pensé en el lugar que más amo, en mates y algunas paredes aparecieron.
Susurré su nombre… Lejos de normalizarse hay que prometerse salir de esta situación.
Desvío de contenidos es divertido enseñarnos. Para lo distinto están las reglas y el tiempo vedado. Todavía no cometimos torpeza. Sin embargo ¿Qué hemos cometido?
Lo miré y le dije: ¡No hablemos más de esto! Ni de la bolsa, ni de la danza desplegada por el mundo. Mejor hablemos de la ejecución, de la intención, de aquello que no convenía pero se incendió.
Profe, siempre queda en suspenso… Muchas veces tuve miedo de reconocerte.
Ahora mientras nos veo esto me parece cómico. Ya pensé en un rincón, tengo una sonrisa que me convierte en un temblor. ¿Hay que perder el control?
Los dos sentimos en ese momento complejo, una sensación de rejuvenecimiento, pero pocos a nuestro alrededor lo percibieron. Corren los años, estamos aquí, no somos más dos adolescentes ¿Será mejor evitarnos? Estoy algo inmóvil creo estar experimentando un terremoto de sensaciones.
Y volví a susurrar su nombre…. salte en el aire, mis ojos lo miraban atónita. Él se alejó, lo que escuché fue una voz ¿Está todo bien? ¡Sí! ¿Segura profe? Sí y sonreí, por lo que él me tomó la mano.
No podía con mis nervios, estaba más confundida aún.
Existe hoy un margen, unas amigas me lo habían nombrado, noté en varios momentos la dificultad que había para trazar una línea que divida al presente del pasado.
¿Cómo pretenden que lo haga? ¡Maldita sea! Ahí está el problema.
Hicimos varias cosas, locuras que exigían práctica… Conocíamos a los atajos ¡Qué bueno que nos saludamos!
Pero tranquila nunca… pero nunca paso nada.
Lo recordé en ese encuentro, sin querer la vida nos cruzó, nos puso interactivos y a salvo. Ya pasaron unos años y casi, que sin querer queriendo, creí que no habría otro momento.
Me subumbio el miedo, los pensamientos esenciales.
Ahora volvió a cruzarme.
Profe: -¿Todavía tenés el corazón galopando?
-Estoy contemplando sensaciones y emociones estupendas.
-Entonces sigue funcionando ¡Me encanta! Siempre sos tan dulce, y con paciencia aparte Profe pareces una revolución, y me dejaste más de una vez desconcertado.
A lo que le contesté:
-La neuroplasticidad me hace bien.
-¿Y eso qué es?.
-Tengo intenciones de recuperar, veo próspera y multiplicada mi exportación de salud.
-¿Me lo explicas más fácil y directo?
-A la salud la felicidad le hace bien.
-Entonces, si mal no entendí, ahora hay que intentar lograr impedir las inundaciones.
-¡Oye! Cerra la puerta, por poco nos vamos a caminar.
Ambos lo aceptamos, saltamos a los abismos en la búsqueda de esos momentos, de esos viejos sentimientos, luego nos quedamos a la espera de las nuevas cosas.
Notábamos los cambios en nuestros cuerpos y la verdad nunca habíamos pensado en hacerlo. Ese día creí necesitar un casco. ¡Qué descabellada pretensión! Ya lo examiné en secreto, después de todo él aún seguía extranjero de mi memoria, pero tenía la facultad de permanecer invisible.
Más de una vez me has vuelto a dejar ciega, le confesé.
-Siempre nos entendimos.
-Claramente ¡Lo hiciste a propósito! ¿Por qué apareciste?
-Profe, este asunto podría ponerse peor, espero que me recuerdes del todo.
-¡Esto está peor de lo que pensaba! Le dije yo.
El incendio ya se sentía y las chispas del pasado se avivaron en la sangre.
-Todavía está fuerte la marca. Justo como lo sospechaba, estoy acá divirtiéndome en la tierra después de que me revivieran.
– Sé lo que intentas hacer con tu olvido, eres indetenible e interminable Tamara, esto a pesar de los años no se lo conté a nadie, y ahora estoy intentando definir cómo fue, cómo era y cómo debería seguir.
-Bueno, me voy, que me recuerdes esto me hace daño, siento un apetito acumulado.
Ahí, él arrasó abriendo paso hacia mi boca, en ese momento surgió el miedo a los abrazos, tanto deseo y energía nos dejó incrédulos. Aturdida lo abracé diciendo te pasaste de la raya.
-¡Perdón Tamy, no encaja en ninguna parte! Me hiciste meter nuevamente en el camino negro con el que nos conocimos hace una decena de años, se veía delicioso el que no te lo olvides.
-No te preocupes yo estoy en deuda, te debo la reparación.
Autor Tamara Soledad Cuello.
Y un día perdí la memoria. La vida después de una meningitis encefalitis herpética
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