-1-

Vivía en un lugar muy particular donde había una gran variedad de personajes y cada uno de ellos jugaba a algo diferente. Por ejemplo, estaba el abuelo, ciego toda vida, nunca se reía porque nada le parecía divertido, y muchas veces se le escuchaba hablando solo. Todos sabíamos que estaba ahí, pero era como si no existiese y nunca hablaba con nosotros.
También esta la mujer que dirigía el lugar, tenía una personalidad un tanto extraña, siempre llevaba un muñeco de trapo atado a su cintura y odiaba que lo toquen, siempre la veías feliz porque disfrutaba ver todo el dinero que llegaba de cada actuación y era la responsable de administrar todo lo necesario en el lugar.
Por otro lado, estaba el payaso principal, hacía reír a todos y de alguna manera lograba calmar las cosas cuando se ponía difíciles, nunca lo veías infeliz. Luego estaba yo, me encontraron caminado en una carretera y decidieron acogerme. No fue su decisión más acertada, pero podía servirles de vez en cuando a mantener limpio el circo. Y si preguntan qué hacía una niña tan pequeña caminando sola, pues bueno, para no hacer largo el cuento, el señor que se encargaba de mi me abandono porque no era de utilidad y se mudó con su familia a otro lugar. Así llegue al circo, un nuevo hogar, en realidad no tenía idea de que era un hogar, pero eso era lo más cercano a uno.

Todos los que vivíamos allí teníamos una característica especial. Por ejemplo, el abuelo que ya hace poco les mencioné, era ciego, pero de alguna manera lograba verlo todo, por eso lo consideraban una habilidad especial, la mujer que administraba el circo era muy hermosa a pesar de su particular personalidad, nunca dejaba de arreglarse inclusive dormía con su maquillaje puesto. En cambio yo nunca tuve nada especial, bueno, no se puede decir que se considera especial, pero no hablo, y eso de cierta forma ayudo a no causar problemas, ya que cuando me parecía algo incorrecto no podía decir nada, solo observar e ignorar.

Viví en el circo durante 13 años, la historia es un tanto extraña de como terminaron las cosas. Todo estaba bien hasta que alguien compro las tierras donde nos alojábamos, para nuestra suerte el dueño decidió dejarnos vivir ahí porque le gustaban los circos. Todo estuvo bien hasta que las cosas se pusieron algo extrañas. El hombre se aprovechaba de su poder y robaba la mayoría del dinero que se ganaba, luego empezó a tener un amorío con la señora y la engañaba con otras muchachas, pero ella no lo dejaba por miedo de perder su hogar. El abuelo estaba enterado de todos los problemas, pero jamás dijo nada mas que su típica frase “tienes que callar”, a veces nos hacía pensar que no tenía sentimientos o que murió por dentro, nunca supe su verdadera historia. Payaso nunca fue molestado por el señor, ya que le parecía irrelevante y en un inicio a mí tampoco me molestaba hasta que empezó a beber. Sabía que no podía defenderme de él así que empezó a buscar maneras de molestarme. Primero se sentaba horas viéndome hacer las tareas del lugar, luego me preguntaba cosas como esperando a que le respondiera y eso era divertido para él porque sabía que jamás diría nada.

Poco a poco se convirtió en algo «normal» su comportamiento y ya sabíamos que esperar. Un día llego con una mujer y la presentó como su esposa. Sabía que la conocía de algún lugar, pero no sabía de dónde. Ella llevaba una larga cabellera dorada y siempre sonreía de una manera extraña que parecía muñeca y encajaba perfectamente en el circo. Yo no la veía mucho, pero sabía que llegaban muchas personas al circo solo para admirar su belleza. Un sábado en la mañana, me la encontré y sonriendo me dijo:

-Estas muy grande, pensé que habías muerto.

No entendía a lo que se refería así que solo me fui como si nada y luego dijo:

-Tu padre te manda saludos.

Me quedé meditando en silencio y yo sabía que no tenía padre, lo último que recordaba de mi vida pasada fue que el señor que me daba un techo me había abandonado, pero nunca conocí a mis padres. Intente recordar todo, pero no lo lograba. Esa misma tarde se acerco de nuevo la mujer y me sujetó del brazo y ahí fue cuando un recuerdo vago llego a mi mente. Ella era la esposa del señor con el que vivía y gracias a ella había perdido mi voz, pero aun seguía sin recordar como sucedió. Así que me solté de ella como pude y salí corriendo mientras ella reía a carcajadas.

Corrí lo más que pude, me subí a un árbol y me quedé allí hasta que anocheció. Había una pequeña sombra a lo lejos que se acercaba y pensaba que era alguien del circo a lo lejos, pero era un niño pequeño. Decidió sentarse bajo el árbol donde me encontraba y comenzó a hablar. 

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS