Cada día parte un barco nuevo

desde el puerto de mi corazón,

y me vuelvo náufraga en el mar

vecino a la ciudad,

refugiada de sonidos abrumadores,

pero admiradora de luces en ventanas.

Ausente en el tiempo de otros,

presente en el sentir de la arena.

Amiga de las olas que

me abrazan por debajo

acariciándome con su frialdad,

vistiendo mi piel con un suave olor a sal.

Vuelvo a nacer o resucitar

-ya no sé-

¿cuántas veces he muerto ya?.

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