Todos hemos liberado grandes batallas en el transcurso de nuestras vidas. Algunas han sido muy duras mientras que hay otras de las que simplemente no queremos hablar… pero aún así nos han dejado de alguna forma metafórica cicatrices, fracturas y lesiones a nivel emocional, psicológico y social.

Ante cada adversidad sueles sacar tus viejos guantes de boxeo, ellos te han acompañado desde el día que empezaste a transitar por este recorrido llamado “vida” y cada día antes de subir al cuadrilátero… te das cuenta que luego de cada enfrentamiento, ya no eres el mismo.

Entrenas el resto de tus días, sin importar el peso de tu contrincante tanto que ya se han formado llagas en tus manos por lo que siempre llevas puesto tus vendas de boxeos sin importar que ya estén desgastadas, a fin de cuenta son ellas las que te acompañan en tus victorias y en las amargas derrotas.

Cada día anuncian tu nombre, los nervios corren por tus venas mientras que las luces iluminan tu rostro. Allí estás tú, en un mano a mano frente a lo que tanto temías y por lo que duraste inagotables días preparándote.

Días, noches, horas, minutos y fracciones de segundos sea hacen presentes ante la escena latente y nuevamente el protagonista de esta lucha, eres tú. Se desata el enfrentamiento y la velocidad te hace perder el ritmo durante el encuentro, hasta que no te percataste que un golpe en la quijada te desestabilizaría por completo.

Caes al suelo aturdido y justamente en ese preciso instante empieza el conteo final llevándote a perder casi la batalla. Te das cuenta que el mundo empieza arder, no me refiero al exterior sino al que habita en tu interior.

Sumergido entre las aguas de la adversidad que cada vez te conducen a la desesperación, siempre logras encontrar el punto de equilibrio en donde internalizas una y otra vez las posibles soluciones, pero sólo podrás seguir adelante a través de las decisiones que muestras con tus acciones.

Te levantas nuevamente amarrado al tráfico de sentimientos que hay dentro de ti, son ellos la fuente de inspiración que te permiten ponerle fin a esta pelea dándole a los problemas un golpe de gracia y llevándote el título de vencedor.

Todos somos guerreros y hemos librado batallas a lo largo de nuestras vidas y hemos vencido. Aunque tengas dudas pregúntate: ¿Qué me hace pensar que esta no la puedo ganar? Sin importar la adversidad, siempre lleva contigo tus guantes y sal por una victoria más.

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