Todo estaba casi listo. Sólo faltaban los últimos detalles para recibir a los invitados de la gran fiesta que se estaba preparando en el gran salón principal del Hotel Brothers Fratello.
El hotel fue fundado hace más de 150 años, para ser más exactos unos 200, por los hermanos Giacomo y Callahan Fratello. Dos gemelos galeses de ascendencia italo-irlandesa que decidieron montar su primer negocio en la ciudad de Nueva York.
En aquellos días el hotel era más parecido a un hostal, un discreto y a la vez muy distinguido albergue para gente con mucho dinero.
Algo así como un muy exclusivo lugar de paso para gente solo perteneciente a la élite social.
Hoy día, sin embargo, Brothers Fratello ofrece las comodidades más exquisitas y los mejores y más costosos lujos.
Todo en el hotel va destinado a satisfacer los sentidos del huésped más caprichoso y snob. Así lo indicaban su situación en una de las calles más comerciales, su decoración clásica, obra del mejor decorador de la ciudad, los servicios que el hotel ofrece,… incluso la formación del personal que trabaja en el hotel denota ese glamour que los fundadores del hotel quisieron dejar patente como sello propio del establecimiento.
Una seña de identidad y una firma propia, en una época que, según los hermanos Fratello, era «monótona y aburrida hasta el punto del sopor». Palabras de los propios gemelos fundadores del hotel Brothers Fratello.
No hay duda que cada rincón del hotel habla del buen gusto de los fundadores del hotel, de su procedencia, de quienes eran y de lo que querían hacer cuando iniciaron la andadura del Hotel Brothers Fratello.
Y esa fiesta se estaba preparando para celebrar ese evento. El doscientos aniversario del Hotel Brothers Fratello. Por esa misma razón, por lo especial del motivo de la celebración, a la misma sólo estaban invitadas unas pocas personalidades muy selectas. Lo mejor y más granado de la alta sociedad neoyorquina.
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