Te veo disfrutar del mar desde la sombra que me transmite el manglar. Inspiras miles de sentimientos, llevándome a escribir en mi vieja libreta los siguientes fragmentos:
— ¡Acepto! — fueron las palabras pronunciadas tras el suave deslizamiento de tu anillo sobre mi dedo, claramente el verbo se hacía presente a través del firmamento.

Eres la dama que con tan solo escuchar su voz calma cualquier tempestad proveniente de mi interior, mientras le das forma a las escalas grises producidas por el dolor en un sentimiento puro de amor.

Eres la mujer que con sus manos extremadamente delicadas, toma mi rostro imperfecto llevándome a un lugar donde me pierdo en el vacío aceptando todos mis defectos.

Eres quién cautiva con su perfume la pequeña habitación, sobretodo en las noches que no logro conciliar un sueño reparador. Solo a través de tu fragancia, puedo percibir el dulce aroma de las flores que día tras día me regalas.

Aunque la vida nos de lluvia de adversidad, nosotros saltaremos sobre los charcos salpicando felicidad.

Eres la indicada para romper con la monotonía luego de una gran jornada, construyes un rompecabezas sin importar la forma correcta en la que van las piezas. Solo tú posees tal destreza, mientras yo sigo sumergido en tus labios cada vez que me besas.

Caminamos juntos hacia el balcón, sin estar pendiente de las agujas del reloj. Transformas con tus palabras las cosas que siempre temí, convirtiéndolas en una versión de mí.

No importa que la pobreza toque la puerta, porque siempre has sido tú mi mayor riqueza. Honestamente las enfermedades no son agradables para nadie, pero solo a tu lado se transforman en hechos totalmente consolables.

Sumergido en la misma atracción romántica en la que me envolviste desde la primera vez, aún en la vieja libreta está escrita la duda que siempre tuve desde mi niñez: — ¿Quién es la persona con la que quiero estar hasta llegar a la vejez? —

Definitivamente, eres tú.

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