Si no puedo ser YO MISMO.

Si no puedo ser YO MISMO.

Gladys Silvera

29/08/2020

Querida amiga, tú que tanto has vivido a mi lado. 

¿Recuerdas cuando nos conocimos? En ese entonces la única vida que concebía era en tonalidades blancas o negras, no existía para mí otro matiz de colores. Mi forma de expresarme era en base al absolutismo, todo era extremadamente bueno o extremadamente malo, muy perfecto o completamente obsoleto. 

Vivía por aquel entonces contemplando el cielo gris y desconocía que detrás de todas esas nubes, luego de que una torrencial lluvia de pensamientos cerrados nos inunda, existe un arcoíris de colores lleno de matices donde uno puede refugiarse y permitirse ser. 

Así fue como, con quince años ambos, me convencía de que ser gay era algo malo y asqueroso, de que las mujeres debían cumplir determinados deberes para consagrarse como personas y que los acontecimientos históricos del país no tenían matices intermedios sino verdades absolutas, irrefutables e indiscutibles. 

Convertirme en tu amigo me hizo ver que el color sí teñía la vida después de todo, que aunque discutiéramos y nos enfrentáramos en cientos de posiciones en realidad ninguno estaba errado, ambos teníamos mucho por aprender y tanto más por debatir. Nuestras opiniones iban a verse encontradas y hasta enfrentadas en más de una oportunidad, y eso estaba bien. Por aquel entonces yo desconocía que discrepar era correcto, tan correcto como estar de acuerdo. En aquel tiempo si pensabas diferente estabas equivocado y mi único propósito era hacerte cambiar de opinión, traerte a mi posición hasta que repitieras lo que yo. Sigo haciéndolo cada tanto, pero he aprendido que contigo es imposible. 

¿Recuerdas cuando me convencí de que aquella muchacha me gustaba? ¡Cuán arduo era mi sufrimiento al saber que se había conseguido un novio! ¡Cuán crudo fue asimilar la noticia de que ese novio no era yo! Imagínate mi sorpresa años después al darme cuenta de que lo único que quería con ella era cubrir mis inseguridades, parecer un poco más «macho» a los ojos de un mundo que raramente te aceptaba si eras diferente, alejarme de las posibles represalias y los prejuicios. 

Creo no haber sentido las cosas en su sitio hasta abrir la boca y hablar la verdad. Pero, ¿a quién iba a confesarle todo aquello que llevaba tanto tiempo atormentándote? ¿Quién iba a tomarme enserio luego de todo el odio que había desperdigado? Pensé en ti porque te conocía, porque si tú no aceptabas mi verdad y me señalabas acusándome de autoritario y reprimido yo no habría sabido hacia dónde ir. Eras por ese entonces el primer depósito de mi esperanza de aceptación. 

Lo logré, fue todo tan fácil que me costaba leer y replicar la conversación breve pero franca que habíamos tenido. Tu abrazo a la distancia fue tan cálido y tan fuerte que me llevó a pensar que a partir de entonces yo podía ser lo que quisiera, podía proponerme cualquier cosa en el mundo y tú estarías ahí. 

Poder pronunciar que me atraía «aquél» o «el otro» me supo a libertad y júbilo. Supuse que debió sentirse como cuando los animales tienen una espina molestándolos en la pata durante un largo tiempo y de repente alguien tiene la consideración y valentía de quitárselas. Entonces respiran, así respiré yo también. 

Han pasado muchos años desde la primera vez que nos cruzamos en los pasillos del liceo, casi diez para ser exactos. Nadie podía decirme entonces que iba a estar mudándome a un mismo apartamento, compartiendo mi vida y obra con la nueva compañera que siempre vestía de rosa y tenía todos sus cuadernos perfumados, pero los giros del destino nos sorprenden y los nuestros nos trajeron hasta aquí. 

Vivo una vida de libertad amiga, soy feliz al fin. Mi impulso sexual me lleva a buscar a quien quiero cuando quiero y el impulso que tú me das me lleva a superarme porque sé que un día en no mucho tiempo nuestros títulos universitarios estarán enmarcados y colgados uno al lado del otro. Entonces sabré que he llegado a una de mis grandes metas. 

Te respeto amiga, de verdad que sí. No estoy de acuerdo en muchas de las cosas que dices, seguramente me gustaría que te durmieras más tarde en la noche y tu estómago tolerara un poco mejor la comida, pero cada una de las cosas que te hacen quien eres también hacen que mi mejor amiga sea mi mejor amiga, hay una sola como tú de la misma forma que tú me has repetido hasta el cansancio que hay uno solo en el universo como yo, y que siempre me eliges por encima de todo. 

Bienvenida a nuestra vida juntos. Que la felicidad sea siempre compartida, que nunca falte un vino frío para cerrar la noche, una biblioteca colmada de nuestros libros y la complicidad que a nuestro silencio lo llena la guerra de nuestros pensamientos.

Querida amiga, si un día no puedo ser yo mismo, mátame o espera a que muera. Hoy, así como soy y estoy, viviendo la vida que vivo y siendo el ser que soy, no me cambiaría ni una pizca del alma. 

Si no puedo ser yo mismo amiga, prefiero no ser.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS