La generación de Cristal somos todos y todas

                                          La generación de Cristal somos todos y todas

La tecnología de los tiempos actuales ha permitido el surgimiento de las redes sociales, mismas que a simple vista son catalogadas como un gran avance para la comunicación y la información, sin embargo, en poco más de una década se ha demostrado lo contrario porque la tergiversación de noticias, el linchamiento mediático y el choque de ideologías, movimientos y opiniones nunca habían estado tan polarizadas y enfrentadas. La verdad ahora es una posverdad pues se ha perdido y desgastado porque todos creen tenerla y como en las redes sociales no hay control, la libertad de expresión se prostituye y decae en libertinaje, de esta manera, las personas que navegan en internet se dan el derecho de imponer su visión de la realidad a los demás y atacan o censuran a los que no piensan igual. Ciertos empresarios, individuos comunes y demás actores no pierden la oportunidad de sacar beneficio del gran cumulo de problemas que han sido ocasionados por las redes sociales, entonces estimulan las noticias falsas, la desinformación, el escándalo y la controversia porque solo les interesa el número de clics, visualizaciones y vistas que se generan porque eso se traduce a dinero o ganancias.

Según la sociedad desinformada y polarizada por la cultura de la cancelación se ha decidido denominar erróneamente como generación de cristal a un grupo de individuos que no superan los 25 años y que también pertenecen a la supuesta era de los ofendidos. Estas generaciones tan polémicas se llaman por los expertos “millenials” y “la generación z”. Sin embargo, he venido a desmentir todos esos adjetivos tan erróneos y absurdos porque en todo este espectro de ideologías, pensamientos y luchas sociales hay tanta variabilidad que inevitablemente se va a ofender a alguien al ser menoscabada su visión subjetiva de la realidad, por ende, todos formamos parte de una generación de cristal. Por ejemplo, ver a dos personas del mismo género besándose o tomándose de las manos va a ser ofensivo para el conservadurismo presente principalmente en la generación de los baby boomer, pero esta a su vez también ofendió a sus padres y abuelos de generaciones pasadas con las ideas que giraban en torno a los “hippies”, “teddy bears” y a los demás movimientos contraculturales surgidos en los años 50 y 60. Así mismo, los millenials y la generación z están en su derecho de ofenderse por las ideas que fueron creadas por las generaciones que les anteceden pues para ellos han perdido vigencia. La cultura es cambiante, cuestionada y adaptada constantemente, en consecuencia, lo ofensivo puede ser chistoso y lo chistoso ofensivo, solo es cuestión de tiempo.

En definitiva, en todas las generaciones existentes prevalecen ofendidos y ofensores simultáneamente. Concibiéndolo así, no tiene sentido practicar la censura, la cultura de la cancelación u otro mecanismo que corrompa con la libertad de expresión, simplemente se debe respetar la opinión de los demás porque el debate, dialogo y discusión es necesario en cualquier problemática, caso contrario el significado de las cosas carecería de sentido y dejaría de ser necesario. También hay que ver los hechos pues si una persona defiende una idea sin que haya pruebas de su aplicabilidad en la realidad sería absurdo ponerla en evidencia. En la sociedad actual prevalecen ciertas tendencias y conceptos que tienen tanta vigencia e importancia que por más detractores que posean ya hay que aceptar la derrota pues la mayoría gana, obviamente no hay que caer en la falacia ad populum al creer que si una idea es apoyada por la mayoría entonces es correcta, eso es falso. La subjetividad puede superar a la objetividad porque la moral y la diferencia entre el bien y el mal no están dadas naturalmente al menos en temas tan complejos e interconectados. Sin embargo, hay que tomar en cuenta que ciertos principios y leyes humanas son imperecederas y deben prevalecer en todo tiempo, espacio y lugar porque caso contrario, imperaría el primitivismo.

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