Día 1: Camino hacia lo desconocido
¿Creemos en la magia, o tenemos un concepto equivocado de ella? ¿Consideramos mágico el renacer de un rio seco, o solo tomamos por mágico aquello que traspasa los tejidos de lo que entendemos por lógica?
Esta es la historia de un niño que sí creía en la magia, en lo que el entendía por mágica, bellos parajes con un verdor sobrenatural, el recorrido del agua sobre las rocas y el ascenso y caída del día. Un niño que necesitaba evadirse de la realidad o al que, mejor dicho, la fantasía atraía a donde realmente pertenecía. Veía cada amanecer como el nacimiento de un nuevo mundo, como una nueva página que escribirse a sí mismo, como algo más con lo que llenar aquel cajón vacío que era su vida.
En la casa donde vivía había sitio para todo menos para él, aquella casa le robaba todo lo que el sol le daba. Una familia que no necesitaba de su existencia, y una oscura reclusión en una habitación donde solo podía dar rienda suelta a su imaginación. Lo único bueno que encontraba de aquel insoportable habitáculo era la luz que entraba por aquellos ventanales de madera carcomida. Salir de aquella casa le provocaba un placer mágico, un placer que no todos entendían.
Salía de la casa con intención de perderse por los extensos bosques que rodeaban su casa, de dejarse llevar como una hoja movida por el viento. Sin embargo, aquel día encontró un camino nuevo, un camino hacia el lago, un camino hacia lo desconocido.
Aquel día estuvo más feliz que nunca, algo nuevo le llamaba. Un camino nuevo se había abierto ante él, donde viviría lago único e inigualable. El aire era familiar, no obstante, nuestro protagonista no conocía nada de lo que estaba viendo. Vio a lo lejos el lago, y en la orilla un pequeño libro de anotaciones. Nuestro niño curioso se aproximaba a leerlo, había dejado muy atrás su casa, pero eso era lo que menos le importaba. A cada paso que daba, sus ganas de saber aumentaban ¿era todo aquello fruto de la imaginación de un niño dolido por la soledad, o era la propia vida la que le estaba abriendo lo ojos hacia una lucidez total? El niño abre el libro y lee:
“Aquí descubrirás tu propia historia”
Y de repente la lluvia.
Fin del día 1
Día 2: Figuras en la lluvia
Se encontró solo y debajo de la lluvia. Nuestro pequeño muchacho no sabía dónde estaba, todo a su alrededor había cambiado. La sensación del golpear del agua contra su cara le hacía sentir vivo, le hacía sentir libre, lejos de aquella cadenas a las que algunos llamaban hogar.
Aquella intensa lluvia dificultaba ver más allá de sus propios pensamientos. Anduvo un largo rato deleitándose con los maravillosos reflejos de las montañas proyectándose sobre el gigantesco lago, reflejos vibratorios debido al constante chocar de las gotas de lluvia. ¿Podría considerarse bello aquello que nos sorprende a simple vista?, ¿era cierto que ahí donde abunda el agobio, siempre podrá hallarse un ápice de paz?
Aquellos maravillosos reflejos le causaron tal impresión que nuestro muchacho fue a mirarse también en el lago. La lluvia le imposibilitaba ver su reflejo con claridad, aunque él ya se dio cuenta de que no se podía apreciar reflejo alguno. Y, de pronto, la lluvia ceso, y aquello le hizo sentir más paz. Lo único que podía escucharse era la respiración rápida y agitada de nuestro muchacho, respiración propia de un niño que quería vivir, de un niño que quería sentir, sentir algo distinto al desprecio, experimentar la felicidad.
Nuestro protagonista no veía su rostro reflejado en el agua, y eso le inquietaba. ¿Era acaso que el tiempo le había deteriorado tanto que ni el reflejo de algo tan puro como el agua podía enseñarle tal y como era?, ¿o acaso era el momento de borrar su antiguo ser para cambiarlo por otro más feliz, más vivo? Notó que no estaba solo, se giró y vio detrás de él una figura un tanto familiar, a la cual no podía ver el rostro. Parecía ser una persona de su misma edad, ya que compartían la misma estatura. Se acercó a aquella figura preguntándole que hacia allí, que era aquel lugar y por qué estaban solamente ellos dos, pero la figura no medió palabra.
Nuestro protagonista optó por desistir cuando la figura extendió el libro y señaló el libro de anotaciones. Nuestro muchacho no se había percatado de su existencia en aquel lugar, ¿qué conexión había entre él y aquel libro?, ¿serviría para despejar aquella tormenta de dudas que asolaba su mente, o seria solo un pequeño libro de anotaciones?
El chico se apresuró a leer lo que ponía en el libro, lo abrió y observó una única palabra:
“Vive”
De pronto la figura desapareció, y nuestro chico sintió inquietud y temor, ¿que querría decirle aquella figura?, ¿sería acaso uno de tantos fantasmas del pasado que tuvo que dejar atrás, o seria acaso una advertencia de lo que el futuro le deparaba?
Entonces vio a lo lejos una puerta blanca, una puerta que incitaría a ir a quien se preciara. Se acercó a la puerta, parecía que en su interior sonaban voces que le llamaban, voces un tanto confusas. Se detuvo antes de entrar y reflexiono, ¿qué me deparara si continuo?, ¿acaso tengo algo que perder? En lo alto de la puerta pudo apreciar un pequeño letrero:
“De vuelta atrás”
El muchacho no se lo pensó mucho más, dio un paso adelante y entró en ella.
Y de repente la oscuridad.
Fin del día 2
Día 3: Recuerdos
El tiempo es un arma de doble filo. Las agujas del reloj se mueven sin cesar haciéndonos cada vez más viejos, decrepitándonos por momentos. Las heridas provocadas por la vida pueden mejorar conforme el paso del tiempo, o hacerlas incurables definitivamente. El tiempo también puede llevarse a nuestros seres más queridos, al igual que a aquellas personas que jamás debieron de haber acudido a este mundo. Este mismo sentimiento compartían los padres de nuestro pequeño protagonista. Que había pasado toda su vida en la más absoluta soledad.
Cuando el muchacho recobro el sentido se vio en mitas de un largo pasillo blanco. El aire era deprimente, suscitaba a la propia muerte. Conforme iba caminando por el pasillo, se iba encontrando con multitud de personas, que resultaron ser enfermos. ¿Era acaso cierto que debemos disfrutar la vida hasta que exhalemos nuestro último suspiro?, ¿cómo algo tan inmaterial como el tiempo puede causar tanto dolor a algo tan material como es nuestro corazón?
A lo lejos se oía un llanto, el llanto de un bebe recién nacido. Se apresuró a comprobarlo y vio a una enfermera con el bebe en brazos. La enfermera se lo entregó a la madre y la madre señaló la cuna. A los seres humanos se nos dotó de una cualidad única, la de poder crear vida, ¿son entonces, esas pequeñas criaturas nacidas de la confusión las causantes de nuestra desdicha?, ¿consideramos que tenemos la suficiente responsabilidad moral como para alterar el flujo normal de la vida de otro ser humano?
La enfermera dejo al niño en la cuna y el muchacho se aproximó hacia él. Lo miró desde arriba como quien admira una obra de arte, y una lágrima recorrió su cara. Aquella sensación le provoco escalofríos, ¿cómo aquella criatura sin consciencia podía tocar el lado más profundo de sus sentimientos?, ¿cómo un acto tan deleznable como el desprecio acarraría futuras consecuencias?
Según miraba al bebe, la figura volvió a aparecer, con el libro de anotaciones en la mano. El niño extendió los brazos para coger el libro. Abrió el libro y en este caso no encontró nada escrito, sino solo un pequeño dibujo. En el dibujo aparecía una casa, y la silueta de un niño fuera de ella. Sintió curiosidad por saber lo que le quería decir aquel dibujo, al que encontró cuando menos familiar. Y la silueta desapareció.
De pronto, una nueva puerta surgió delante de él. Esta vez el letrero era distinto:
“Sueños esfumados por el viento”
Nuestro protagonista echó una mirada melancólica hacia atrás, ¿sería el tiempo más benevolente con aquella pobre criatura, o sería otra pobre víctima más atrapada por las crueles garras del reloj de las deidades, por el reloj de todo lo creado, por la incasable mirada del ser supremo? Dio un paso adelante y traspasó los límites de la puerta.
Y de repente el viento.
Fin del día 3
Día 4 : Ultima brizna de niñez
La mente es muy poderosa, y sobre todo la mente de un niño. Fantaseamos con un mundo tan idílico e irreal que incluso llegamos a creérnoslo. Criaturas abisales se sumergen en las mareas de nuestros pensamientos, fornidos héroes caminan por el inexistente camino de la fama en busca de una concordancia con la realidad. ¿Qué nos quiere decir nuestra cabeza con todo esto?, ¿son metas a alcanzar por nuestro subconsciente moverse libremente entre la gente y conseguir fama y poder con objeto de llenar este vacío al que llamamos vida, o son meros espejismos en los que nuestra mente intenta librarse de estas cadenas a las que llamamos realidad?
Estas poderosas armas de nuestra imaginación eran las únicas que acompañaban a nuestro protagonista. Se vio, tan pronto como pudo recuperar la consciencia, en mitad de un parque lleno de niños. La sonrisa de sus caras le resulto anómala, pues él no había disfrutado su niñez en compañía. Pero, de todos aquellos niños, solo uno le llamo la atención.
Se fijó en un niño que jugaba solo con una rama partida de un sauce cercano. Este niño no tenía juguetes a diferencia del resto de niños. El niño, al cabo de un rato, se cansó de jugar solo y busco del cariño de su madre, pero la madre hizo caso omiso y siguió charlando con otras dos señoras que se sentaban junto a ella. El niño se iba a volver a sentar solo cuando alguien le toco la espalda. Se trataba de una niña de su misma edad, ¿sería aquella nueva figura el torrente de agua que quitaría las piedras que se juntaron en su camino, o sería otra causa más por la que dejar caer las pocas lagrimas que le quedaban?
Anduvieron durante horas por el parque. Los rayos del sol enrojecían mucho más el rojo otoñal de las hojas de los árboles, convirtiéndolo en un bello danzar de parpadeantes y luminosas llamas.
En el momento de despedirse, la niña le pasó la mano por la cara y le entregó una cosa, un pequeño libro de anotaciones. La niña le dijo al niño que abriera el libro de anotaciones y leyera lo que ponía en la primera página. Nuestro protagonista, que observaba toda la escena pudo leer lo que ponía:
“En busca de la felicidad y vuelta a empezar”
Tan pronto como leyó, la imagen se trasladó a otro lugar. Se trataba de un pequeño cementerio en lo alto de una colina. Era de noche, pero el cielo vibraba en un tono rojizo similar al color del bosque donde ambos se encontraron.
Nuestro protagonista se encontraba a la derecha del muchacho, que miraba la tumba de su amiga con melancolía. ¿Era acaso que si vida había sido tan desdichada que no le depararía ningún cambio en su suerte?, ¿cuántas lágrimas tendría que gastar para poder esbozar una sonrisa?, ¿cómo una persona que había conocido el tiempo justo con el que mirarse a los ojos podía significar más que aquellas personas a las que sus ojos ya no toleraban?
Cuando el muchacho se iba a marcar observo que en la lápida había escrita una pequeña frase:
“Una lagrima tuya junto a otra mía. Nos encontraremos en la eternidad”
De pronto un rayo iluminó todo el cementerio y se hizo la luz.
Y de repente tormenta.
Fin del día 4
Día 5: El despertar de unos ojos ciegos
Ciertamente increíble lo que son capaces de captar nuestros ojos. Estos dos faros en lo más alto de nuestro ser son capaces de romper las barreras de lo no empírico y profundizar en los corazones ajenos. Son capaces de adivinar las peores intenciones de un alma perversa, como de percatarse de los pocos ángeles que pisan esta tierra. Sin embargo, a pesar de sus extraordinarias cualidades, también pueden ser engañados fácilmente. ¿Podemos considerar virtuosos a aquellas personas que, a través de artimañas, enmascaran el reflejo de la vida, o son personas avergonzadas de las bajezas que cometieron a lo largo de su vida? La vista juega un papel muy importante en nuestra vida, ¿pero qué ocurre si somos nosotros mismos los que manipulamos la nívea y pura visión que nos otorgan nuestros ojos?
Fruto de nuestra ansia de construir un mundo y una vida idílicos, maquillamos la realidad vacía que tenemos delante, sin darnos cuenta que al final de nuestro camino, ella será la que verdaderamente perdure.
Esto es lo que nuestro protagonista nunca tuvo en cuenta, aquel espejo de fantasía proyectaba ante el la luz que la realidad le proporcionaba. Tan pronto como sus ojos apreciaron un color distinto al del blanco del rayo, un color distinto al de la nada, un color distinto al abrir y cerrar de los ojos de Dios, se vio en el asiento trasero de un coche, de camino hacia un sitio que desconocía.
El viento aumentaba la fuerza con la que chocaba la incansable y consecutiva lluvia de meteoros incoloros contra el cristal del coche. Nuestro protagonista miró hacia delante pero no pudo apreciar quienes eran las dos personas que se sentaban delante de él. ¿Sería que aquel rayo había inutilizado por completo el recurso más valioso que tenía, o tal vez sería obra de su mente que jugaba inteligentemente entre la habitación de sus recuerdos, archivando aquellos que le había hecho daño?
Nuestro protagonista se percató que aquel viaje estaba durando mucho tiempo, y se paró a mirar por la ventana. Lo único que proporcionaba un poco de luz en aquella oscura tormenta eran las grandiosas y amarillentas luces de las farolas que se alineaban hasta donde alcanzaba la vista. ¿Era aquella larga e interminable recta una metáfora a la odisea de su vida?, ¿eran aquellas farolas el ápice de luz que disipaba la niebla por la que estuvo cubierta su mirada?
El muchacho miró hacia delante y pudo ver un cumulo de luces al final del camino, había llegado el final de su viaje. Cuando nuestro protagonista creyó que lo único que hacía falta era esperar hasta llegar al final del camino, el coche hizo un giro brusco y comenzó a dar vueltas sobre sí mismo. Aquel torbellino patinaba por aquella pista acuática que el asfalto y el agua de la lluvia habían creado, hasta que de pronto se precipito al vacío. Rompió los límites del puente y cayó al agua.
Al muchacho no le dio tiempo a reaccionar cuando se vio sumergiéndose cada vez más en el fondo del rio. Las figuras que se situaban delante de él habían desaparecido y se hallaba solo de nuevo, tal y como empezó. El peso del agua lo aplastaba cada vez más, sin poder moverse, sin poder escapar de aquella cárcel acuática. ¿Era acaso el premio que debían sufrir las personas que buscaban la felicidad con la que no había crecido?, ¿acaso su mente ociosa había manipulado de tal manera las fronteras de su imaginación que no le permitía discernir entre lo que era real de lo que era inalcanzable?
Solo tuvo fuerzas para abrir los ojos una vez más, y cuando lo hizo pudo apreciar algo tan familiar como aquella desdichada soledad, el pequeño libro de anotaciones, en el cual había una pequeña frase escrita:
“Cierra los ojos y dame tu mano de vuelta a la esencia de la vida”
El muchacho cerró los ojos y extendió el brazo.
Y de repente un sonoro pitido.
Fin del día 5
Día 6: El final de una amarga travesía
Se vio despierto en una habitación blanca, junto a la máquina que parecía producir aquellos molestos sonidos. Se dio cuenta de que se trataba de la habitación de un hospital, y de que él era el paciente. Junto a su cama había una mesilla con una hoja en la que ponía:
“Paciente en coma de duración desconocida”
Todas aquellas visiones habían sido fruto de su dolido cerebro que luchaba por alinear los inconexos agujeros que habían formado su vida, pero se percató de un detalle tan insignificante como grandioso, había sido feliz. Aquellos pequeños destellos habían bastad para saborear el néctar de la felicidad. Estaba solo en aquella habitación, por lo que se dispuso a hacerlo, desenchufó el tubo que le otorgaba el aire para poder vivir, para acogerse al cálido abrazo de la muerte.
“Para todos aquellos lectores a los que esta obra haya hecho sacar los sentimientos más hondos de sus corazones, para todos aquellos que hayan viajado a mundos desconocidos con dada una de sus letras, no toméis la muerte como algo malo, simplemente como la culminación de algo maravilloso, el cierre del telón de vuestra propia opera prima. Disfrutad cada momento como el último arsenal de vuestras trincheras y al final recibiréis a la muerte como una vieja amiga porque, ¿sabéis?, los finales felices son los que nunca se olvidan.
FIN
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