Tengo un cerebro de murciélago lleno de epidemias más grandes que el coronavirus. Desde hace muchos años estoy en resistencia contra las mierdas que atrapo diariamente en la normalidad de mi entorno, solo que gracias al COVID19 mi interior está en armonía con el mundo; ahora todos podemos entender la amarga realidad de estar encerrados sin contacto físico real.  

No es un aislamiento de nuestro cuerpo físico, es un laberinto construido con muros mentales, una salida bloqueada, es el retorno de los sueños frustrados y la agonía de no poder regresar para crear un nuevo laberinto de frustraciones. Seamos honestos, no estamos encerrados debido a una pandemia ni a un deseo de subsistencia humana, estamos encerrados desde que volvemos a nuestro cerebro funcional y prendemos la conciencia.

Somos una generación que busca dejar de pensar, tenemos miles de herramientas puestas a nuestra disposición para lograr el cometido y es fácil darse cuenta de ellos, solo es necesario ver los de programas con mayor rating de la actualidad. Así es, le estoy hablando a esos “shores”, “enamorados”, “rosas de guadalupe” y demás programas pensados para bajar el swich y poder caminar del trabajo a la casa y de vuelta por las carnitas de la esquina. Tenemos un cese intelectual que nos encierra peor que cualquier cuarto inventado por el hombre.

Pero porque habría de afectarnos perder la intelectualidad, si al final del día te espera una grata sensación de haber cumplido con tus deberes diarios, esa sensación que hace que el asbesto que tragamos todos los días tenga sabor a éxito. Después de todo es una forma de vivir y de progresar en esta sociedad moderna. Siempre que empecemos el día tratemos de mandar nuestras peores vibras al sujeto que no se está ensuciando en las bancas de las paradas de los camiones, porque tal vez así tengamos la oportunidad de sonreír sinceramente una vez al día o tal vez debemos hacernos responsables de crear ventanas metafísicas que nos permitan mirar más allá de los estandartes impuestos a los que estamos subyugados.

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