Dom. 26 de abril de 2020


Un muy necesario saludo a todos ustedes, lectores, me congratula sentirme honrado de ser, de formar parte, de los herederos del futuro profesional inmediato de nuestra nación. A las puertas de la vida misma, y en medio de la oportunidad que esta plataforma me permite, quisiera que mis palabras no tratasen de política o de asuntos deprimentes. Quiero contagiar a todos de una visión positiva, quiero compartirles como aforo que escucha una oda poética o espectadores pendientes de un teatro, mi mensaje:

Volaba Excélsior hacia más allá de las nubes, águila en vientos, que empezaba como polluelo, dando tumbos y medios saltos, hasta que fatigada contemplaba en el nido el horizonte al que quería llegar. Es espejo de sus acciones un joven que restriega sus ojos en filo de las madrugadas mientras se empeña en hacer suyo el conocimiento de un tema de estudio, para llevar el día que labore, la seguridad de ser bueno en lo hace. Esa es su visión, igual que el aguilucho que mira al poniente desde el ramaje en que reposa.

Un muy buen amigo mío decía: -“La vida es ese camino hacia el éxito… donde no hay camino, los escenarios pueden variar desde tu punto de vista”-, él lo veía más bien como un infinito caer en el cielo: -no hay camino-, estás cayendo hacia la nada, y sin embargo, el éxito sigue visible en el fondo de ese escenario ficticio con que representó la vida; para llegar hace falta aprender a volar y no es sencillo hacerlo cuando no se tienen ganas.

Las sacudidas, las turbulencias, las incontables ganas de rendirse serán parte de nuestra inevitable humanidad. El miedo de suponer que no somos lo que queremos, que no seremos capaces de ser lo que soñamos; todos esos son los dolorosos brotes de las plumas de nuestras alas, ¿no lo creen?

No hay nada que impulse más a la superación del individuo que los sufrimientos y descalabros que la vida sabe propinar cuales fueran brutales golpizas de antisociales de barrio arrabalero. Los habrá quienes sacuden el polvo y las piedras y con el doble de energía de una vez anterior claman: -“¡mi reivindicación será larga!”-, hay quienes el batacazo les ha dolido tanto que mejor deciden no levantarse jamás.

A veces se necesita raspones para que la piel se ponga más tersa; pero que jamás se raspe la determinación de seguir dando pasos adelante. Pues el empuje de unos cuantos es el avance de miles. Muchos de nosotros somos la esperanza de muchos, algunos padres, quizás una madre que nos decía lo lejos que llegaríamos.

Quizás lo contrario, a muchos, más bien aquellos que debieron darnos el empuje nos dijeron que no pasaríamos de la esquina, de los estudios, que inevitablemente íbamos a terminar vendiendo controles remotos por las calles o aguacates en algún mercado citadino; no minimizo a quienes lo hacen, pero soy consciente que no deseo hacerlo. Aun así reconozco que siempre hubo alguien o algunos quienes siempre creyeron en lo lejos que llegaríamos.

El legendario Alejandro Magno subió hasta la cima de la “Puerta Este” donde contempló el nudo gordiano, prometido aquel que lo deshiciese que alcanzaría a conquistar el mundo a través de sus fuerzas. Certero el filo de su espada lo desató, pareciese acertada la profecía pues como si fuese labor de algún destino establecido, bajo su mando estuvo la mitad del mundo, poco le faltó cumplirla de no ser por la inevitable visita de la muerte.

El punto es el mismo, el filo de nuestras espadas es el deseo de superarnos cada día más, por mejorar nuestros conocimientos, por aprender a ser mejores profesionales entregando con ello a nuestra nación lo que tanta falta le hace: amor al trabajo, servicio con humanidad. Aquellos que son ese joven del que hablé restregando sus ojos en la madrugada, son el Alejandro Magno de este tiempo en su lucha por conquistar el mundo, ¡no desistan!, pues su espada se afila con cada letra que entra en lo profundo de sus cerebros. Con el pasar de los evos, período tras período, todo ello es una nueva pluma en nuestras alas ficticias, indispensables en el volar a través de ese cielo por el que transitamos.

Así que ahora depende de ustedes, de nosotros, de aquellos cuyos sueños son las apuestas del mañana. Es un vuelo que debemos emprender, esa águila sigue en los altos vientos esperando porque lleguemos. La historia espera porque escribamos nuestros nombres en ella, hay muchos castillos que esperan por ser construidos.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS