LOS PELIGROS DE LA CARIDAD

  Lo veía todos los dias desde su ventana. Estaba sentado en una banco de la plaza, y tal vez para aplacar sus soledad, alimentaba a las palomas con los restos de comida que habitualmente repartían los voluntarios de la caridad.

  Elio, que asi se llamaba el observador del mendigo, abrió la ventana, lo llamó y recibió en la casa en la que vivía junto a su esposa.

  –¿Cual es tu nombre?–Le preguntó Elio

  –Elmer–Contestó el mendigo.

  –¿Donde vas por las noches?

  –Al refugio de la caridad.

  –Bien, esta noche te quedarás aquí

  La mujer de Elio le sirvió comida caliente, sentándolo a su mesa, mientras buscaba ropa de su marido para regalarle.

  Elmer se sintió abrumado ante tanta generosidad, hacía mucho tiempo que estaba en ese banco de plaza, conocía de vista a la pareja, y no sabía porque justo ahora se les había dado por ese arranque de amor por el prójimo…Pero, entre la comida, el vino y una amabilidad de la que estaba totalmente falto, sus pensamientos pronto desaparecieron, dando paso a un confort blando, en el que se dejó estar. 

  Luego de la cena, y del cambio de ropa, se paró con la intención de irse, no quería molestar, sabía que si era discreto, esas acciones podían repetirse, y darle un alivio a su insoportable vida.

  –No, y no. Usted se queda a dormir esta noche acá.–Dijo Elio, mientras le señalaba la puerta de una habitación. Su habitación.

  –Son ustedes muy amables, pero prefiero ir al refugio como todas las noches…Podría volver mañana…Si ustedes quieren…–Dijo Elmer.

  –Por supuesto que no–Respondió la pareja a coro–Usted se queda esta noche a dormir acá.

  Elmer ya no se negó, se metió en la pieza, se desvistió, se metió en la cama, y sintió la paz de poder dormir sin preocuparse por vigilar sus pocas pertenencias, las que en el refugio solían desaparecer si se dormía muy profundamente.

   Elio, cuando sintió los ronquidos de Elmer, salio de la casa junto a su esposa, la cual se subió al coche y encendió el motor, mientras su marido hacía un caminito de nafta, lo encendía, y se trepaba al coche…A poco de andar sintieron la terrible explosión, y vieron por el espejo retrovisor crecer las llamas.

  El plan era simple. Ana, la mujer, cobraría el seguro de vida de su esposo y también el de la casa. Nadie dudaría que el cuerpo carbonizado era el de su esposo, conduciría hasta la frontera y se instalaría en Mejico. Elio viajaría con documentos falsos, y ella, viuda, no tendría impedimento para casarse nuevamente. Comenzarían una nueva vida.

  Luego de una investigación de rutina, Ana cobró los seguros, llamó a su esposo por guasap, y le pidió que la esperara en un bar, asi le daba el dinero para retirar los nuevos documentos para poder viajar.

  Elio esperó. Mucho. El movil de Ana estaba apagado. Ya no volvería por él…Desesperado, caminó hasta la cita del «dibujante», para que le diera los documentos.

  –¿Tenes los documentos?–Preguntó ansioso Elio.

  –¿Tenes el dinero?–Preguntó a su vez el «dibujante»

  –No, pero te los pagaré después, los necesito…

  –Primero el dinero.

  –Es que no lo tengo aquí…

  –Pues vuelve cuando lo tengas–Paró un taxi y desapareció.

  Elio vagó sin rumbo, cansado, se sentó en el banco de una plaza, y al levantar la vista, vió que alguien lo miraba desde una ventana.

   

  

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