Micro-fábulas para adultos

Fábulas

La elección errónea

Un día, se presentaron al puesto de dirigentes
el lobo y la hiena. El primero, fue crudo y realista, desde el principio dijo
que era probable que se tuvieran que sacrificar las ovejas y llevar una vida
austera para poder sobrevivir bajo las difíciles condiciones que les acaecían.
Ante el temor de que fueran más agredidos de lo que se esperaba, los ovinos
apoyaron a la hiena, quien durante la campaña había hecho bromas y muchas
promesas, además su conducta había sido más la de un payaso que la de un futuro
líder; así la amarillenta carroñera obtuvo el triunfo. En cuanto tomó el cargo,
empezó a sacrificar carneros y realizó negocios clandestinos vendiéndoles carne
y lana a los enemigos de sus opositores. Con el paso del tiempo se implantó una
dictadura y jamás hubo nuevas elecciones.

Moraleja: Más vale un lobo sincero, que una
hiena hipócrita.

Infidelidad arriesgada

Un día, el loro cansado de sus relaciones
habituales y rutinarias con su pareja, decidió seducir a la cacatúa. Ésta
aceptó y unos días después, por la falta de discreción de la emplumada gárrula,
la cotorra se enteró de la infidelidad de su marido. ¡Eres un imbécil! —le
gritó enfadada. No sólo has manchado mi prestigio, sino que has puesto en boca
de todos, el problema de tu impotencia sexual. Ahora, ¿podrías decirme cómo me
voy a quitar de encima a los vecinos que están en brama y no dejan de
perseguirme?

Moraleja: Si vas a engañar a tu pareja, fíjate
con quién lo haces y prevé las consecuencias, no sea que pierdas a tu pareja y
tu reputación.

La amante incomprensiva

Un mono asaltado por la ira, decidió separarse
de su esposa. En cuanto obtuvo la libertad se fue a ver a su amante para
proponerle que se casara con él. A lo que la mona le contestó:

“Si piensas que soy tan estúpida para irme a vivir con un mono imbécil
que habla mal de su mujer, que no respeta a sus compañeros del trabajo, que
roba, engaña y, que además, es un fracaso en la cama, estás muy equivocado. Ya
puedes irte a buscar otra tonta que te aguante. !Una vez a la semana está bien,
pero casados sería una tortura!”

Moraleja: Antes de dejar lo que tienes por
algo más prometedor, comprueba que tu decisión es la correcta, no sea que te
quedes sin nada.

Monos swinger

Era costumbre en ese grupo de primates
intercambiar a las esposas para mediar los conflictos. Cada vez que había una
discusión que generaba violencia, los monos, en lugar de partirse la cara a
golpes iban por su mujer y se la entregaban al contrincante. Había un macaco
muy astuto que había tenido la mala suerte de casarse con una mona fea, así que
buscó a un chango que tuviera una esposa muy guapa para hacer un intercambio.
Lo encontró y empezó a discutir con él hasta que los humos se calentaron,
entonces el audaz macaco se fue por su esposa, pero cuando llegó, el otro, que
ya había visto a la fea mona que le traían, decidió hacer las paces para no
darle a su guapa mujer. Pasaron los días y el mono desesperado porque no
encontraba con quien discutir para acostarse con otra hembra, chocó con un
cocodrilo y empezó a discutir. Cuando la discusión iba a pasar a mayores el
mono le contó la tradición del intercambio de esposas en esa región. El
cocodrilo estuvo de acuerdo, pero al hacer el cambalache, la hembra de
cocodrilo se lo comió y a su mona se la devoró el cocodrilo.

Moraleja: Fíjate bien con quién pactas y no te
dejes llevar por tu deseo porque las conductas engañosas te pueden llevar a la
perdición.

Contrincante traidor

Dos gallos intercambiaban sus gallinas cada
vez que tenían alguna rencilla, de esa manera solventaban las asperezas que
surgían entre ellos. Con el tiempo, esa costumbre se hizo tan habitual que ya
ni siquiera hacía falta enfadarse entre ellos para gozar de las compañeras del
otro, pero un día uno de los gallos enfermó y se dio cuenta de que su compañero
seguía acostándose con las gallinas propias y las ajenas. Enfurecido por el
abuso, cuando sanó fue a ver a su vecino y le prohibió que volviera a tocar a
sus gallinas. Desde entonces los dos gallos no se hablan.

Moraleja: Nunca te olvides de los principios
de urbanidad, pues al olvidarlos cuando se tiene cierta comodidad podemos
provocar la ira de otros.

No es país para viejos, ni para sus perros

Había una mujer que vivía sola. Estaba muy
amargada y tenía un carácter de los mil demonios. Como no tenía con quien
ensañarse y desahogar su bilioso humor, toda sus ofensas y gritos eran para su
perro. Paseaba dos veces al día y los vecinos lamentaban la existencia del
animal que, a pesar de no entender el idioma, sentía el peso de las palabras de
la vieja. Era común oír todo tipo de reproches, agresiones y humillaciones por
parte de la vieja, sin embargo, nadie se atrevía a concientizarla porque
quienes lo habían intentado eran víctimas de la violencia verbal de la mujer y
padecían de su acoso verbal y desprecio. Resultó que un día falleció la anciana
y su perro quedó libre. Unos vecinos lo adoptaron lamentándose de que el pobre
can moriría sin alguien que lo alimentara. Ya ha sufrido mucho —comentaban—.
Por desgracia, el chucho había acumulado tanto rencor contra su dueña y la
gente que empezó a atacar todo lo que se movía, era agresivo, ladraba sin razón
y corría detrás de los ancianos y niños pequeños para atacarlos. Tuvieron que
sacrificarlo por el bien del vecindario. Así la ofensiva mujer y su perro
desaparecieron, pero quedaron como ejemplo para las personas que cambiaron su
conducta frente a sus mascotas. Ya lo dice el dicho: No hay mal que por bien no
venga, no obstante, el que las cargó todas fue el pobre perro.

Juicio al impostor

Un guepardo fue llevado a juicio porque las
hienas no estaban de acuerdo en que se hubiera asociado con el león para que ellas
no le pudieran quitar sus presas.

—Mire, señor juez, nosotros tenemos que correr
a gran velocidad para atrapar a las gacelas. Cuando conseguimos coger a nuestra
presa, llegan estas señoras apestosas y nos quitan el alimento porque se unen
en jauría y nos atacan cuando estamos recuperándonos del esfuerzo que hemos
tenido que hacer.

—Bien. Le entiendo perfectamente —dijo el mono
que hacía de juez—, pero, ¿para qué se asoció con el león teniendo más
allegados de su propia clase, es decir, sus compañeros guepardos?

—Es que los felinos tenemos el defecto de ser
muy independientes, señor juez, y nos cuesta trabajo ponernos de acuerdo entre
nosotros.

—Pues, lamento decirle que es usted culpable
de su propia desgracia, puesto que lo normal sería que se asociara con sus
compañeros al igual que lo hacen las hienas entre sí.

—Pero, las hienas son traidoras, aprovechadas
y nefastas, señor juez.

—Con todo y eso — dijo el primate sonriendo—,
son solidarias entre ellas y por lo tanto no buscan tener ventaja asociándose
con otros animales. Queda usted arrestado y si no quiere que lo condenen, rompa
el acuerdo con el león y convenza a sus compañeros de unirse.

El guepardo rompió el acuerdo con el rey de la
selva, pero no pudo convencer a sus compañeros de cazar juntos, así que tuvo
que seguir casando en solitario y soportar que las hienas le quitaran su presa.

Moraleja: Cuando emprendas un plan, analiza
bien todos los puntos porque si algo falla y te ves en una dificultad, es
posible que hasta los más injustos y crueles se vean más endebles que tú.

La falsa cocinera que aprendió a preparar

La gallina sabía que ninguno de los animales de
la granja la ayudaría a preparar las crepas, por eso iba directamente a los
corrales, estanques y chiqueros y pedía ayuda, al obtener la respuesta negativa
sonreía satisfecha y volvía a su gallinero para ponerse a descansar. Cuando los
curiosos, después de media hora, iban a preguntarle por las crepas, ella decía
que ya se las había comido. Sucedió que un día la cerdita se ofreció a
ayudarle, pero cuando estaban cocinando se dio cuenta de que la gallina
desconocía por completo la receta, así que se marchó, pero la gallina,
entretenida como estaba, no se percató de la llegada de los demás animales que
ni faltos ni perezosos empezaron a comerse las crepas, no les gustaron para
nada y se retiraron criticando a la cocinera. Desde ese día la gallina se
prometió a sí misma preparar bien, lo logró pronto, pero ya nadie quiso probar
su comida.

Moraleja: Es malo hacer juicios a priori porque las circunstancias
podrían cambiar, sin embargo, los juicios anticipados pueden servir de
obstáculo para apreciar las cosas.

Las ovejas acomedidas

Unas ovejas bien organizadas, que vivían con
prosperidad, se dieron cuenta de que en el país vecino había muchos conflictos entre
los roedores por causa de un conejo inmisericorde que los maltrataba y
humillaba. El gobierno ovino creó una política de apoyo, se construyeron
refugios y se destinaron algunas parcelas de hortalizas para que los roedores
pudieran emigrar, vivir y criar a sus gazapos en condiciones mejores. Poco a
poco comenzaron a llegar los lagomorfos. Al principio su conducta era modesta,
pero dos años después, reclamaban muchos derechos y no dejaban de reproducirse.
El líder ovino decidió ir a hablar con el gobernador vecino y le planteó su
problema. El conejo mayor dijo que él no se hacía cargo de los apátridas y
exiliados y que ese era su problema, pues era el carnero quien había ofrecido
los refugios a los disidentes. No hubo más remedio que reunir a los consejeros
cuadrúpedos para tomar una decisión. El plan fue llamar a los zorros para que a
discreción se comieran a los conejos. Todo salió a pedir de boca, pero los
carneros tuvieron que aceptar que de vez en cuando las alimañas se llevaran
algunos de sus corderos. “Bueno, no hay mal que por bien no venga” —se decían
los carneros.

Moraleja: Ayudar es bueno ya lo dice el dicho:
Haz un bien y no veas a quien. Cuando ayudes cerciórate de que la forma, en la
medida de lo posible, sea la más correcta y menos perjudicial para ti.

La astuta catarinita

Un talentoso poeta
pulgón se enamoró tanto de una catarina que empezó a escribirle versos. Cuando
ya tenía un romancero preparado y corregido se lustró las alas, se limpió las
patas y se arregló para impresionar a su amada. Se fue a verla y durante su trayecto
le fue comunicando a sus compañeros ápteros que iba en pos de la más bella
hembra de la naturaleza. Hubo quien trató de persuadirlo de su objetivo, pero
tan enamorado estaba que el deseo y la pasión lo cegaban.

“No entienden nada de amor, queridos amigos,
cuando se tiene un corazón de poeta, éste lo dicta todo y ella es la dueña del
mío”—decía el insecto levantando las alas y restregándose las patas—. Llegó a
una planta donde estaba la mariquita ocupada en su aseo. ¿Qué diantres haces
aquí, pequeñín? —preguntó la mariquita feliz de encontrar, sin esfuerzo alguno,
su delicioso alimento. Quiero leerte mis poemas, encantadora dueña de mi
corazón. Está bien —le contestó—, pero te pongo una condición. Si el verso me
gusta, te daré un beso, pero si me causa desagrado, te daré un mordisco, ¿de
acuerdo? De acuerdo— respondió el apasionado áfido sin pensarlo—. Está bien,
empieza ya —gritó la mariquita.

Al terminar el primer poema la catarina le dio un fuerte mordisco al pulgón, éste, muy sorprendido por el fracaso, sacó sus mejores poemas y prosiguió leyendo lo
mejor que pudo. Después de cuatro mordiscos ya no tuvo fuerzas para continuar y
murió devorado.

Moraleja: la
naturaleza tiene sus reglas. Cuídate de enamorarte de tus enemigos naturales,
pues corres el riesgo de que te maten o destruyan.

El poder de un gobernador

Dos panteras no se
ponían de acuerdo sobre el territorio en el que podían cazar con libertad, así
que se fueron a ver al tigre que era el poseedor de todas las tierras.

Querido soberano —
dijo la pantera más astuta—. Venimos a que nos des permiso para cazar en tus
tierras-

¿En dónde deseas
hacerlo, querida pantera? —preguntó el tigre con curiosidad.

Pues, me
encantaría poder cazar en todo el territorio del sur, sin que nadie me limitara
en mis actividades.

Está bien —respondió
el tigre—. Entonces los consejeros pusieron el grito en el cielo y le
reprocharon a su gobernante que le hiciera esa concesión a la pantera. A lo que
el tigre aclaró.

Sabed que yo soy
el que concede y ellas las que piden, mi facultad de otorgar no pude ser tan
pequeña como su petición porque yo soy el rey y ellos sólo unos súbditos.

La segunda
pantera, que había callado por modestia, miró al tigre y este le preguntó:

“¿Y tú qué es lo
que deseas, pantera?”

Ésta contestó que
quería gobernar en el territorio del sur y que todos los que estuvieran en su
territorio tendrían que pedirle permiso para apresar animales.

Te lo concedo,
querida pantera porque has sido más prudente que tu compañera. Ahora ella
tendrá que supeditarse a tus órdenes, pero te aconsejo que seas prudente porque
no traes de cuna, el don de gobernar.

Moraleja: Antes de
adelantarte a los acontecimientos, piensa bien cómo actuarás para que no te
veas en una situación comprometida que te sea imposible cambiar.

La rémora asceta

Un día un tiburón
cazó un gran pez y se lo regaló a su servidor, éste sorprendido por el regalo
le dijo a su amo que no podía aceptarlo porque era demasiado para él y no se lo
podría comer. Entonces el escualo le preguntó a su lastre que si no tenía
amigos. ¡Por supuesto que los tengo! —respondió la pequeña y fiel rémora.
Entonces, ¿por qué no compartes con ellos lo que te he dado? Yo comparto con
mis amigos lo que tengo, por eso me quieren y respetan en cambio tú sólo vives
a mis costillas. Apenada se fue la rémora a repartir lo que le habían regalado.

Moraleja: Por más modesto,
servil y fiel que seas, no olvides que tienes relaciones con seres más
ambicioso y emprendedores que podrían recriminar tu conducta, aunque esta sea
buena.

El rinoceronte presumido

Había una vez un
rinoceronte que estaba descontento con los búfagos que tenía que llevar a
cuestas, aunque no eran pesados, le molestaban porque las hembras a las que
quería conquistar en lugar de ponerle atención a él, le elogiaban todo el
tiempo a sus pájaros. En una ocasión el paquidermo se hartó del insaciable
apetito de las aves que, además, lo hostigaban chupándole la sangre de sus
heridas cuando las tenía. Dispuesto a librarse de ellas las echó a todas y les
dijo que ya no las necesitaba. Pasó el tiempo y el pobre animal se llenó de
garrapatas, escarabajos y demás bichos que se daban la gran vida con la piel
desprotegida del pobre cuadrúpedo. Recapacitó y fue en busca de sus colaboradoras,
pero éstas ya no quisieron volver y se tuvo que resignar a llevar una
existencia paupérrima y degradante. Murió pronto porque contrajo infecciones
muy fuertes y ni siquiera los chacales o los buitres tuvieron el valor de
acercarse a su cadáver.

Moraleja: No
desprecies el cuidado que te brindan tus allegados y perdona las faltas que
puedan tener, pues tal vez tu condición no sería la misma si ellos te faltaran.

León confiado

Se encontraba el
león en su campaña contra los lobos cuando cayó enfermo. Su médico de cabecera
había probado por todos los medios curarlo lo más pronto posible, sin embargo,
su consejo era que el rey de la selva permaneciera en reposo unos días mientras
pasaba lo más grave de la enfermedad. Como el gran felino quería ponerse en pie
y comenzar su ataque, mandó pedir otro doctor. Llegó un zorro que había
presentado sus credenciales como el mejor especialista de la región y le dio de
tomar un jarabe que según decía la astuta alimaña, era milagroso. Una vez que
el león probó el mejunje se durmió y no volvió a despertar. Sin su mando el ejército
perdió las batallas y al final de la guerra se tuvo que pagar una enorme
compensación a los enemigos. El doctor personal del león se lamentaba porque
sabía que, si se le hubiera hecho caso, las cosas habrían ido en otra
dirección.

Moraleja: No
desconfíes de los consejos de los que te son fieles y desean lo mejor para ti.
Cuando desees hacer algo importante cuídate de quien te ofrezca una mejor
solución que la de tus amigos de confianza.

El cánido indiscreto

A su regreso del
país vecino le preguntaron al chacal qué pensaba del oso, a lo que respondió
que le parecía asombroso que en el encuentro que habían tenido, el importante
plantígrado fuera precedido de los asesinos de su abuelo, seguido por los
asesinos de su padre y rodeado por sus enemigos que pronto lo traicionarían.
Por fortuna, estas palabras llegaron a los oídos del oso que impidió que lo
mataran, sin embargo, el chacal murió asesinado un mes después de su regreso
porque sí bien conocía la historia del país vecino, desconocía la propia e
ignoraba que junto con él estaban los zorros y lobos que había matado a su
abuelo y padre, y que, además, al oír sus declaraciones optaron por liquidarlo
antes de que comprendiera quienes eran sus allegados.

Moraleja: Cuando
abras la boca fíjate bien ante quien hablas y cuida tus palabras, no sea que le
despiertes malos pensamientos a tus interlocutores.

Gato confiado

Al volver de su
campaña el gato rey se encontró con la noticia de que la reina lo engañaba. De
inmediato ordenó que ejecutaran al insolente amante de su esposa y, para que
ella escarmentara, metió la cabeza en formol y la puso en una repisa enfrente
de la cama nupcial. Todas las noches antes de dormirse, el soberano le
recordaba a su cónyuge las consecuencias funestas de la infidelidad. Sucedió
que un buen día el gato volvió de una importante visita a sus homólogos, se
dirigió a su alcoba y al abrir la puerta vio que había una cantidad enorme de
cabezas de gatos dentro de tarros de alcohol. Muy indignado mandó llamar a su
mujer para exigirle una explicación. Ella le dijo que había aprendido la
lección, que la infidelidad traía graves consecuencias y que sus amantes tenían
que sufrirlas.

Moraleja:
Cerciórate de que se te ha entendido correctamente, pues una mala

interpretación puede acarrearte desagradables consecuencias.

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