– No me gustan sus caras. Ven aquí, Jazmín- dice la hermosa mujer a su hija. La niña, de cinco años de edad, no comprende por qué la molesta.
– ¡No seas paranoica, Catherine, por favor! – dice el Irlandés, su marido, un hombre enorme, de barba roja.
– ¿Qué pasa?- dice la niña acercándose.
Casi no circulan vehículos a esta hora. El sol está desapareciendo.
– Que tu madre desconfía de cualquiera, Jazmín. Eso pasa.
– ¡No es cierto! ¡No me gustan sus caras! ¿Por qué no lo entiendes?
– ¿Por qué no te gustan sus caras, mami?
Jazmín mira a sus progenitores con la cabeza en alto. Ninguno de los dos se molesta en contestar. Suele sucederle también en casa.
– ¿Has visto cómo me miraron?- dice Catherine.
– Es natural- contesta el Irlandés. – No es usual que una ex miss universo esté varada en la carretera- sigue y se ríe.
– ¿Qué pasa, mami?- vuelve a preguntar la niña.
– ¡Te he dicho que deberíamos habernos quedado en Nueva York!
– Vinimos a visitar a tu familia. ¿No ha sido lo correcto?
– ¡Por mí se pueden ir al demonio! No deberíamos habernos movido del hotel en Caracas. Este lugar… no me gusta nada… y nosotros aquí- dice la ex miss universo, poniendo las mismas caras que pone en las telenovelas.
– ¡Ya vendrá la grúa, Catherine, por favor! No asustes a la niña.
– ¿De qué tengo que asustarme, papi?- dice con su suave voz, desde lo bajo.
– ¿Y desde cuándo te importa la niña?
– ¡Ay, por favor!
– ¡Tus negocios son siempre más importantes! – dice la mujer asustada, mientras se queda mirando un vehículo con cinco hombres dentro, que pasa mirándolos con insistencia.
– ¿Quieres vivir en Nueva York y que no me ocupe de mis negocios? No lo entiendo… ¡Ja! ¡Ja! ¡Ja!
El Irlandés suelta una carcajada gutural.
– ¿Has visto? ¡Pasaron de nuevo! ¡Quieren secuestrarnos! ¡Saben quién soy! ¡Llama a la policía!
– Nadie en ésta maldita ciudad sabe quién eres, Catherine…
– ¿Qué quieres decir? ¿Qué soy nadie?
– No he dicho eso, sólo que…
– ¡Lo entiendo muy bien!- irrumpe la mujer- ¿¡Y por qué estás casado conmigo!?
– ¿Otra vez eso?
– ¡Las veces que quiera!- la mujer comienza a llorar- Nunca debería haber tenido a Jazmín… lo sé… todo ha sido después del embarazo, tu…
– ¿Quieres callarte?
Catherine llora aún peor. Jazmín vuelve a jugar.
– Me duelen los pies con éstos zapatos, no quiero estar aquí, no lo entiendes…
– Vamos al automóvil, se está poniendo fresco ya- dice el Irlandés con calma. Agarra a su mujer de los hombros, le pone su abrigo encima y antes de que ella suba al auto, le toca el culo asquerosamente. Cierran las puertas. Comienzan a besarse.
– Espera… la niña…
– Ella está bien- dice el marido para seguir manoseándola.
Jazmín aprieta, con furia, las hormigas con la yema de sus deditos. Sabe que no puede mirar.
Pasa el mismo vehículo lentamente. Se detiene frente a la pareja. Catherine abre los ojos intentando salir de la bruma de placer en la que se encuentra. Comienza a gritar pues están mirándola. Los hombres descargan sus ametralladoras sobre ellos, con brusquedad.
El cuerpo de la ex miss universo salta hacia los vidrios, como si todas sus intervenciones estéticas se estuviesen descociendo. La barba roja del Irlandés queda escondida en las manchas de sangre. Uno de los individuos ve a la niña.
– ¡Vámonos de aquí!- les dice al resto.
Los hombres arrancan dejando la marca de los neumáticos en el asfalto.
Jazmín sabe que no puede mirar, observa las hormigas muertas al costado de la carretera.
Vanessa Zaccaria
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