No pasa una noche sin que no te piense…
Parece locura, pero siempre sabia que al mirar la luna ella le daría un beso, eso solo era posible porque sabía que era la última vez que vería su rostro, la distancia es enorme y entendía que ese sería su fin físico porque en su corazón siempre estaría presente.
Esa noche al ver su rostro comprendió que era especial porque su corazón salto de una forma anormal como nunca lo había hecho, su ritmo empezó a acelerarse y no se podía detener, sus miradas se cruzaron y se dijeron lo que unos labios no podían hacer, un roce en la mejilla bastó para saber que sentían exactamente igual. Fue un solo respirar, un solo aliento, un mismo corazón, un solo momento. El cielo brillaba y la brisa corría; la noche con su terciopelo de estrellas y no podía faltar la luna esplendida, noche mágica y refulgente llena de pasión, ternura y deseo. Fue más que eso las caricias era el lenguaje, la piel el lienzo perfecto para la mejor pintura jamas pintada. En ese instante el tiempo se desvaneció…
Aun sin saberlo al tocarse los labios no pudieron resistir lo que sentían; sencillamente fantástico reconocer que estaban hechos los unos a los otros, que tenían la forma perfecta para cada uno porque encajaban a la medida. Nunca habían sentido semejante cosa al besar, pero esa noche era distinta porque era como si hubieran vivido toda su vida para ese maravilloso momento. Solo la noche era testigo de esa sublime sensación, por unos instantes el mundo real no existía aunque era tan real lo que pasaba… Mil sentimientos rodeaba al rededor, era como si el corazón estallara de emoción y se saliera del pecho de tal manera que se podía notar lo fuerte de sus latidos. Al pasar los minutos la adrenalina disminuyó aunque los cuerpos alzaron su temperatura es más caluroso pero no molestaba, se desnudó la mente y el corazón y supieron que para siempre recordarían esa majestuosa noche.
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