EL JUEGO TAMBIÉN ES ESCUELA

EL JUEGO TAMBIÉN ES ESCUELA

ELE

14/08/2020

                                                      EL JUEGO TAMBIÉN ES ESCUELA

Hace ya unas cuantas décadas yo me preguntaba por qué tenía que madrugar tanto – con lo bien que estaba en mi cama – no, no entendía por qué tenía que levantarme tan temprano para ir a la escuela, yo era muy pequeña y la escuela no me decía nada, lo que yo quería era seguir durmiendo. Sentía una pereza infinita y, claro, empezaban las protestas matutinas. Que no, que no,  repetía una y otra vez llorando y pataleando, pero mis negativas y mis berrinches servían de poco, porque mi madre, que era una mujer de mucho carácter, cogía una vara y no me quedaba más remedio rendirme y correr hacia esa escuela que, en aquel momento, no me gustaba nada.

Nunca me gustaron las imposiciones, las obligaciones ni los horarios, siempre fui un poco rebelde, como decía mi madre «repelgada», palabra de su particular diccionario, pero mi padre, que siempre me defendía, añadía «la de buen corazón», y ya estaba todo arreglado.

Mi madre me recordaría esto, luego, muchas veces, y nos reiríamos juntas porque ese episodio infantil duró poco tiempo y pronto me gustaría ir a la escuela y siempre disfrute mucho con la enseñanza, que formó parte de mi camino y de mi historia.

Me pregunto si habrá tenido algo que ver el juego, y es posible, porque el juego no es obligatorio, es algo libre y voluntario y jugar con las otras niñas, en el recreo, sí que me gustaba, bastante más que la escuela, y en aquel entonces  jugábamos las niñas por un lado y los niños por otro, delante de ese edificio que veis, nuestra escuela, la de las niñas a la derecha y la de los niños a la izquierda, aunque entonces no estaba tan pintada, la recuerdo amarillenta y un poco desconchada, y en lugar de jardines era tierra, que de tanto pisarla estaba bien firme y parecía que brillaba.

Si, me gustaban mucho los juegos, aquellos juegos para los que no necesitábamos juguetes, porque pocos teníamos entonces, era suficiente querer jugar y, con el dominio de los juegos imaginarios, creábamos nuestra propia forma de divertirnos, eran juegos sencillos, fáciles, sanos y dependían de lo que cada una podía aportar, como una cuerda que sostenían dos niñas y el resto nos poníamos en fila para saltar cantando.

                                                                                  Al pasar la barca

                                                                                  me dijo el barquero

                                                                                 las niñas bonitas

                                                                                no pagan dinero

                                                                               Yo no soy bonita

                                                                              ni lo quiero ser

                                                                             tenga mi dinero

                                                                             y lléveme usted

Todo lo más que teníamos era eso, una cuerda, un pañuelo, una pelota y poco más, porque entonces solo necesitábamos imaginación y ganas de diversión, y teníamos ambas cosas.

¡Qué tiempos aquellos!

La verdad es que todo cambia y nosotros somos los testigos de ese cambio.

Cuantos juegos y cuantos recuerdos ¿Verdad?

Todos esos juegos de nuestra niñez son todavía más bonitos cuando los transmitimos a nuestras nietas, poniendo a su disposición esas historias de infancia que construyen identidad.

Jugábamos al «veo, veo» y al juego de nunca acabar, que era algo así:

                                                                          Veo, veo

                                                                         ¿qué ves?

                                                                         una cosita

                                                                        ¿de qué color es?

Y también

                                                                      Ahora que estamos sentados

                                                                     vamos a contar mentiras trialará

                                                                     por el mar corren las liebres

                                                                    por el monte las sardinas trialará

Sin duda, los de nuestra generación hemos vivido algo entrañable que hoy ya no existe.

Nunca olvido aquellas bonitas canciones de infancia, un gran repertorio y muchas de ellas nos las enseñaba una niña de Santander, que pasaba siempre los veranos en Coaña, y todavía recuerdo algunas: «Mambrú se fue a la guerra», «Tengo una muñeca vestida de azul», «El cochecito leré», «Debajo un botón», «Corre, corre caballito»……..

Cuando llovía solíamos cantar esta canción:

                                                                    Que llueva, que llueva

                                                                    la Virgen de la Cueva

                                                                   los pajaritos cantan

                                                                  las nubes se levantan

                                                                 Que si, que no

                                                                 que caiga un chaparrón

Porque recordar es vivir y hoy estamos recordando y reviviendo aquellos juegos infantiles, porque a cierta edad nos empiezan a asaltar los recuerdos, casi olvidados, de aquella infancia, que tal vez por contraste, nos parece tan diferente a la de los niños de hoy.

Los juegos y los juguetes son parte importante en la vida de todos, porque a través de ellos se desarrollan habilidades, se aprenden roles, se comparte con amigos, generando sentimientos bonitos, de emoción, de alegría, felicidad, cariño, y marcan momentos imborrables en nuestra memoria. El juego transforma la realidad externa, creando un mundo de fantasía, en donde tú puedes ser quien quieres ser en este momento.

Hay juguetes y juegos de nuestra infancia que siempre recordaremos, que nos han hecho disfrutar y con los que tantas veces hemos perdido la noción del tiempo y que también nos han hecho soñar y crear con nuestras propias manos una realidad.

Durante unos instantes los recuerdos me han transportado a esa época y por unos momentos me vi a mi misma de pequeña, vi mis juguetes, recordé mis juegos de entonces, que calaron hondo en mí, y quizás por eso siempre creo que es posible materializar nuestras ideas, y eso es bueno, pudiendo ser que les deba a ellos el que siempre seguí soñando y pensando que tenía la capacidad de transformarlos en una realidad.

El juego es parte de la vida misma, yo diría que es un complemento, el juego y la cultura están muy unidos, porque el juego es un factor de la cultura.

Con el paso de los años también han cambiado porque, como todo, responde a las dinámicas propias de cada época.

Hoy los niños recurren a la tecnología, para la mayor parte de sus juegos, lo que termina reduciendo los retos para la imaginación, la tecnología nunca debe de sustituir al libro, al cuento. porque el niño tiene que pasar por esa experiencia de crear a la hora de jugar, imaginar, fantasear, y el uso de la tecnología le hace aislarse, ya no necesita crear ni fantasear y eso no es bueno.

A mis nietas, que hoy tienen 7 y 5 años, siempre les cuento un cuento de una «Araña», nuestra araña, porque es de las tres, yo empiezo el cuento y ellas van poniendo el nombre a esa araña, van diciendo como es, que hace, donde está, y siempre con el mismo personaje de ocho patas, que a ellas nunca se les olvida, hacemos un cuento diferente y a la carta, un cuento interactivo, el cuento de la abuela.

En nuestra época no teníamos ni televisión, pero si más creatividad, usábamos más la imaginación, con una caja de cartón nos hacíamos una cocinita, con una panocha de maíz una muñeca que peinábamos como en una peluquería, y aquellas canicas, primero de barro y luego de cristal, que guardábamos cuidadosamente en aquellas bolsitas de tela que también hacíamos con trapitos de aquí y de allá.

Quién no recuerda el juego de las «carabañolas» dibujando aquellos recuadros en el suelo y con una piedra que cuidadosamente íbamos empujando con el pie para no salirse de la raya, el juego de la gallina ciega, el del pañuelo, las mariquitas, las chapas, los cromos de Pinín…..¿Os acordáis de Pinón y Telva?

¿Se divierten más ahora los niños de hoy que los niños de antes? Difícil pregunta….. difícil respuesta.

Los niños de nuestra época hemos disfrutado siendo los protagonistas del juego, hoy el protagonista es el juguete, no el niño.

Ahora los niños consumen productos de entretenimiento, es la globalización del entretenimiento, el ordenador, el televisor, el videojuego, el móvil, todo esto ha sustituido al juguete tradicional y también el marco ha cambiado, antes jugábamos en la calle, ahora se juega en casa, el bocadillo lo han sustituido por la hamburguesa, y la tienda de pueblo o barrio por el centro comercial, quizás una solución más fácil para los padres que hoy ocupan demasiado a los hijos con actividades extraescolares que no les dejan tiempo para el juego, ignorando que el juego desarrolla competencias y les prepara para la vida.

Jugar es una necesidad par el niño, le hace mirar, curiosear, inventar, crear, comunicar, expresar y también soñar…….

Pero no olvidemos que no hay que ser niño para jugar, seguir jugando cuando somos adultos es también una forma de potenciar la creatividad en la resolución de conflictos, cosa íntimamente ligada a la inteligencia.

Jugar produce alegría, vitalidad, satisfacción, siempre que sea un juego apropiado y sano.

Pensemos que nuestra vida es un ratito y es un juego, y ahora que tanto se habla de los «master», quizás el juego sea nuestro primer «master».

La infancia no es algo que muere en nosotros, no, es el más vivo tesoro y aunque a medida que vamos creciendo vamos dejando de fantasear, siempre es bueno volver a ella y congelar, por momentos, el mundo de adulto.

Todos seguimos siendo ese niño-a que un día fuimos y volvemos, con nuestros hijos y nietos, a esa bendita edad en la que vivir es soñar.

Esa época ya pasó, pero la seguimos encontrando en fotos, en canciones, en juegos…..en recuerdos como estos……..

Sigamos jugando, porque …….el día que nos olvidemos de jugar nos habremos olvidado de vivir.

                                                                                                                     

                                                                             
                                                                                                                  

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